La unidad no es consigna hueca

El barrio decide

En múltiples localidades del país, delegados del Poder Popular afianzan el trabajo comunitario

MARIA JULIA MAYORAL

En varias provincias le llaman reunión del grupo de trabajo comunitario y en otras, de coordinación o de los factores; el nombre es lo de menos, lo importante es que en el país, en un número creciente de localidades, los vecinos se unen más allá de la tradicional conciliación para "cumplir tareas" y "movilizar" a los demás ante determinadas circunstancias o hechos.

¿Quién mejor que los propios habitantes de un barrio para conocer sus problemas y aspiraciones, para integrar en un todo las variadas encomiendas que a nombre de la Revolución proyectan y ejecutan las diferentes organizaciones de masas e instituciones presentes allí, para moldear y desarrollar un proyecto común donde la mayoría vea comprendidos sus intereses y sienta deseos de participar? La ventaja parece ser demasiado evidente como para que no se aproveche; pero, la realidad a veces es bien distinta: la dispersión, las visiones estrechas del sectorialismo, las indicaciones de cada organización por su lado y hasta en cierta medida la apatía, han delineado la fisonomía de no pocos lugares.

Los grupos comunitarios, en esencia, no expresan un concepto ni una práctica desconocidos. Sin embargo, rescatar o fortalecer las ideas que los animan hace notar el extraordinario valor de la unidad revolucionaria allí donde vivimos.

Personas influyentes en la circunscripción, encabezados por el delegado del Poder Popular, conforman cada equipo: dirigentes de los CDR, la FMC, la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana, la UJC, la ANAP, maestros, médicos de familia, representantes de entidades estatales y otros ciudadanos que, sin responsabilidad en ninguna organización, constituyen líderes del barrio; en estrecha coordinación con los militantes del Partido, agrupados muchos de ellos en los núcleos zonales.

En los sitios donde la cohesión ha tomado fuerza encontramos por lo menos dos premisas básicas: vocación y capacidad del delegado y estabilidad en el funcionamiento de las organizaciones de masas. Aun en esos casos, las proyecciones resultan todavía dispares en cuanto a integralidad y profundidad en los asuntos. Sin embargo, el mismo hecho de haber comprendido la necesidad de trabajar unidos, abre un sinnúmero de posibilidades.

Ni la composición de los grupos ni el número de encuentros mensuales y mucho menos los temas abordados y las acciones concertadas, obedecen a patrones rígidos, pues de lo contrario devendrían una formalidad más, cuya existencia sería más o menos efímera y carente de la efectividad deseada.

En un principio lo más frecuente fue que el delegado convocara reuniones con los llamados factores (CDR, FMC...) solo para utilizar su capacidad movilizativa en momentos específicos, digamos la preparación de su rendición de cuenta o durante un proceso electoral. Con el transcurso del tiempo, unos y otros han identificado nuevos y variados asuntos para estrechar la cooperación; así, aparecen los arreglos de calles y caminos, la supresión de salideros de agua potable, labores de limpieza comunal... mediante el trabajo voluntario de los vecinos.

Pero la lucha por una mejor calidad de vida quedaría conceptual y prácticamente canija si se restringiera a los aspectos materiales, a la incorporación de los vecinos a las labores de arreglos con recursos propios de la localidad.

Una parte de los grupos comunitarios se adentra, por suerte, en otros fenómenos y problemas sociales, viendo cómo ayuda a la madre soltera sin trabajo para que se incorpore a alguna labor productiva no solo porque de ahí vendrá la fuente de un mejor sustento para ella y sus descendientes, sino por la posibilidad de atenuar otros conflictos humanos asociados muchas veces a la desvinculación laboral.

La labor también trata de beneficiar a adultos mayores a quienes la familia les ha vuelto las espaldas, perfila diferentes acciones para que no queden muchachos alejados del necesario estudio regular en una escuela y de la influencia educativa que pueden ejercer sobre ellos distintas personas de la comunidad, y va más allá, enfrentando como lo hace una buena familia a otras desviaciones de conducta.

Sirven las reuniones del grupo para que el delegado mantenga al tanto a su gente de las labores de la asamblea del Poder Popular en el municipio y para ofrecer detalles de su gestión personal y como miembro del Consejo Popular, o como diputado o delegado provincial si lo fuera.

Tales encuentros son empleados, además, para organizar controles populares a determinadas dependencias administrativas sobre las cuales el barrio tiene quejas e inconformidades.

Tan multifacéticos como la vida misma pueden ser esos contactos de coordinación y como se aprecia no resultan nada nuevo en la labor desarrollada durante casi cuatro décadas de Revolución; no obstante, pueden constituir un paso superior en la organización popular, primero, porque el trabajo parte de un diagnóstico o caracterización del barrio, realizado por sus propios pobladores, quienes identifican problemas y prioridades; segundo, porque son también esas mismas personas las que acuerdan las acciones, las maneras más efectivas de llevarlas a cabo y los vecinos más idóneos para multiplicar las influencias; y tercero, porque de nadie de afuera dependerán la continuidad, el control y la evaluación.

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