Se cae el cielo

ARNALDO MUSA

CUENTA la historia que Hetaphis, el jefe de la villa gala de Gaulish, fue un hombre muy valiente, sin miedo a cualquier eventualidad, que defendió con éxito a su lugar natal de los asaltos del Imperio Romano.

Pero Hetaphis sólo le tenía miedo a una cosa: a que el cielo cayera sobre su cabeza, aunque ello, por supuesto, nunca ocurrió. Pero ahora científicos británicos indican que ese temor no es infundado, porque han confirmado que durante los últimos cuarenta años, el cielo, la capa atmosférica más cercana a nosotros, ha descendido ocho kilómetros, a causa de las emisiones de gases de invernadero. Es decir, a los peligros de las bombas, el terrorismo, los ciclones, terremotos e inundaciones, se suma otro que puede ser aún más grave para la Humanidad.

Nada bueno augura el cada vez mayor calentamiento global y el daño hecho a la atmósfera por la contracción de su capa inferior, debido a la emisión excesiva de gases de invernadero. Están en peligro los disfrutes humanos del cielo azul, las lluvias limpias, la contemplación del parpadear de las estrellas. Y todo por el afán de lucro desmedido de las corporaciones internacionales, de aquellos que saquean a los pueblos y los obligan a aumentar el peligro de contaminación en aras de no morir de hambre.

Hoy, algunas Organizaciones No Gubernamentales de Asia Meridional han creado un frente contra las naciones industrializadas, con el fin de tratar este tema en la Convención Mundial sobre el Clima, que acaba de terminar en Buenos Aires.

TAMBIEN SUBE EL MAR

Pero también el mar sube para cubrir la faz de la tierra y, en este contexto las naciones insulares del Pacífico pidieron que el mundo tome acciones inmediatas de protección ambiental antes de que sus territorios resulten irreversiblemente dañados.

Delegados de catorce estados insulares del Pacífico describieron dramáticamente la erosión de sus costas, el aumento de salinidad de las tierras, que envenena los cultivos, y la eventual desaparición de sus territorios por la subida del nivel del mar.

Delegados de Kiritabi advirtieron que una pequeña isla de su archipiélago ha desaparecido bajo el mar y que otras pueden sufrir el mismo destino.

En ese sentido señalaron que se requiere una acción inmediata de la comunidad internacional y, fundamentalmente, de los países industrializados, para revertir los cambios climáticos, porque "esta es una cuestión de vida o muerte".

Pero en Buenos Aires fracasó virtualmente la forma de poner en marcha el Protocolo de Kioto (Japón), que obliga a las naciones industrializadas a reducir las emisiones de seis gases causantes del efecto invernadero y el consecuente calentamiento de la Tierra, como el dióxido de carbono, en al menos un 5,2% entre los años 2008 y 2012.

Esos gases influyen en la aparición de adversos efectos climáticos, como el fenómeno de El Niño, que provocó trágicas inundaciones en América Latina, o en el resurgimiento del cólera y el dengue, según se afirmó en la reunión de Buenos Aires.

El problema es que los países ricos hicieron caso omiso del Protocolo de Kioto, e incluso abrieron brecha entre los subdesarrollados, como lo ha sido lograr que algunos gobiernos, como el argentino, se comprometan a reducir sus gases contaminantes, sin la reciprocidad de los poderosos.

Lo cierto es que el mayor emisor de gases, Estados Unidos, sigue sin un compromiso serio al respecto, en tanto que la pequeña Fiji, por citar un ejemplo, ya perdió la tercera parte de sus cosechas por el descalabro ecológico. Fiji es uno de los pocos países que ha ratificado el Protocolo de Kioto.

"Se sabe que los riesgos pueden aumentar en el futuro y para entonces puede que sea demasiado tarde y el daño sea irreversible", dijo el experto Stephen Schneider, de la Universidad de California.

Pero, como expuso EFE, muchos países en desarrollo son renuentes a asumir promesas formales, incluso si son voluntarias, que supongan establecer un límite máximo a sus emisiones, porque, lógicamente, son las naciones industrializadas las que deben asumir primero el compromiso por ser las mayores contaminadoras.