CULTURALES

Punto de escucha

Por qué calla la guitarra


Pedro de la Hoz

La música en Cuba (CMBF, Radio Musical Nacional, sábado, 7:00 p.m.) no es un mero espacio para la difusión de la actualidad sonora insular, lo cual ya es de bastante mérito, sino también, por iniciativa de su director, el compositor Juan Piñera, introduce temas a debate y aborda aristas polémicas en este quehacer. La última emisión trató, precisamente, de uno de esos tópicos a los que se le da una y otra vueltas sin que se avizore una solución definitiva: el respaldo de la industria fonográfica a la escuela cubana de guitarra.

Piñera expuso el reclamo a propósito de la audición de un disco compacto promocional del guitarrista alemán Johannes Tonio Kreusch, quien prestigió el último Concurso y Festival Internacional de Guitarra de La Habana, con el estreno de la suite concertante Tres imágenes cubanas, de Tulio Peramo. En su disco, Kreusch, aventajado discípulo del norteamericano Elliot Fisk y del cubano Joaquín Clerch en el Mozarteum, de Salzburgo, registró con elevado profesionalismo y fina sensibilidad la Sonata, del argentino Alberto Ginastera (oportunidad que tuvo el público cubano de entrar en contacto con una obra maestra de la guitarrística latinoamericana), una suite de Johann Sebastián Bach y el singular Paisaje cubano con campanas, de Leo Brouwer.

Al comentar la audición, Piñera echó de menos, y con razones fundadas, la falta de proyectos semejantes para los talentos cubanos en el instrumento y lanzó la incógnita al aire. Se sabe que nuestra escuela de guitarra goza de fama mundial, pero también se sabe que la industria fonográfica (tanto los sellos del país como los extranjeros que se han radicado aquí o explotan lo que se ha dado en llamar "gran reserva mundial de la música"), mayoritariamente orientada al boom de la música popular bailable, apenas ha reparado en esos talentos: en la década del 90 solo han circulado discos de Aldo Rodríguez, Rey Guerra y el Dúo Confluencia, sin una debida proyección promocional ni una verdadera estrategia de mercado, aun cuando sus calidades han sido ampliamente reconocidas por la crítica y el público que ha podido hacerse de dichos fonogramas.

Peor aun ha sido y es el destino de maestros como Jesús Ortega, Joaquín Clerch (en Cuba nunca grabó discos), Martin Pedreira, Jorge Luis Zamora y los jóvenes premiados en las últimas ediciones del Concurso Internacional. Desde hace años, Ñico Rojas no tiene un disco y se han silenciado las grabaciones históricas de Leo Brouwer. Y, que conste, hay mercado interno y externo: este año, en una sola semana, John Williams vendió 50 000 copias del Concierto de Toronto, de Brouwer, a quien por cierto le envió un mensaje lamentando haber demorado tanto en aprender y grabar uno de los grandes conciertos de este siglo.

La situación de disco no es más que la cara visible de la inadecuada jerarquización de la guitarra en nuestros medios. Salvo CMBF y, ocasionalmente Radio Enciclopedia, la radio cubana no difunde a nuestros guitarristas, Televisión Cubana no hace mucho tampoco. Alguna vez, en tiempos inmemoriales, hubo un programa sobre la guitarra, que organizaba Jesús Ortega. El instrumento queda para bien tarde en la noche del domingo, cuando ¡Bravo! consigue un espacio para ella.

De la escuela cubana de guitarra, de sus intérpretes, de los compositores que a ella han dedicado sus mejores empeños (Harold Gramatges, Carlos Fariñas, Leo Brouwer, entre otros), nos acordamos en tiempos de Festival. Entre un evento y otro, el vacío imperdonable.


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