 Paraguay
No hay peor astilla...

El nuevo presidente paraguayo Raúl Cubas Grau.
NIDIA DIAZ
SI DE ALGO está seguro Raúl Cubas Grau, es de que no hay peor
astilla que la del mismo palo, por eso cuando hoy reciba la banda presidencial y el
bastón de mando poco del monolítico Partido Colorado queda en pie a pesar de la
abrumadora victoria que le franqueó las puertas del poder.
El flamante Presidente del Paraguay asume la jefatura del país en
medio de una de las más grandes divisiones internas del coloradismo en su historia de
más de 50 años al frente de los destinos de la nación.
Tras un virulento proceso electoral en el que no sólo intervinieron
factores de índole interna sino presiones del gobierno de los Estados Unidos, el triunfo
colorado en mayo último fue obviamente, pírrico.
El centro del debate y de los conflictos fue el general (r) Lino
Oviedo al que la cúpula partidista subestimó hasta que en los comicios internos del
Partido de gobierno arrasó frente a la candidatura del propio presidente de la
organización, Luis María Argaña, quien no soportó verse nuevamente apartado de las
aspiraciones presidenciales como sucedió en 1992 en beneficio de Juan Carlos Wasmosy.
Argaña, presidente del Partido y líder de una de las corrientes
internas, estimulado por el rechazo de Washington a Oviedo y por la decisión del
mandatario Wasmosy de cerrarle el paso al controvertido militar, desarrolló su propia
guerra contra el oviedismo.
Ni siquiera el encarcelamiento y condena del otrora Jefe del
Ejército, consiguió sacarlo del juego político. Su compañero de fórmula, Raúl Cubas
Grau, por ley electoral ocupó su lugar y, con el arrastre de aquel entre las masas
coloradas, logró la victoria en una contienda en la que la oposición obtuvo el 42% de
los votos.
Hoy, al asumir la presidencia del Paraguay, Cubas Grau hereda una
difícil situación. Su vicepresidente, Luis María Argaña, no le perdona su lealtad a
Oviedo y dirige contra él toda suerte de dudas y campañas. Mientras, el poder
legislativo le será mayoritariamente adverso, toda vez que la oposición, en minoría, se
alió con los representantes de las corrientes que liderean dentro del Partido, Argaña y
Wasmosy, dispuestos a hacerle su gestión imposible.
La posición antineoliberal de Cubas Grau unida a su decisión de
reivindicar la inocencia de Oviedo, quien en su criterio fue víctima de un proceso
judicial militar amañado e ilegal, son razones suficientes para que también desde
Washington no sea bienvenido.
Visto desde afuera, tanto tirios como troyanos quedaron maltrechos
luego del virulento proceso electoral.
El oficialismo está dividido y, por tanto, podría carecer de
fuerzas suficientes para resolver con aspiraciones de éxito los acuciantes problemas que
tiene hoy el país como son, entre otros, la corrupción administrativa, el incremento de
la delincuencia y la crisis económica galopante.
Por su parte, la oposición vio desvanecerse tras la derrota su
alianza electoral y aún resiste el pase de cuentas de aquella parte del electorado que
confió en ella.
No podía ganar, y ese fue quizás su talón de Aquiles, con una
oposición complaciente, con una oposición que solo tomó distancia de los graves
problemas del país sin criticar dura y abiertamente sus causas.
No podía ganar con un programa que incluso apuntaba a la
privatización de los entes públicos, hija pródiga del neoliberalismo.
No podía ganar, en fin, con paños tibios frente a un Partido que
como el Colorado ha marcado para bien o para mal los destinos paraguayos en los últimos
cincuenta años.
Cuando, tras su investidura hoy comience a correr el tiempo de Cubas
Grau muchos serán los escollos que tendrá que sortear. Quizás su propia condición de
no haber sido un hombre con una historia política dentro del coloradismo, podría
ayudarlo a encontrar, sin herencias pasadas, su propio camino. |