Aval para los mercados

Alta calidad y flexibilidad
en la industria pesquera

Está en condiciones de satisfacer las más exigentes demandas. Y lo está haciendo. Decenas de millones de dólares anuales por sus ventas

Emilio del Barrio Menéndez

La rama industrial del Ministerio de la Pesca está hoy en condiciones de satisfacer, en cuanto a calidad y surtido, la demanda del más exigente de los mercados en el mundo. Y lo está haciendo.

El concepto de que se produce para vender y solo para eso, como nunca antes prima en la mente de los industriales de la Pesca, por lo tanto guía su acción cotidiana al punto que hoy por hoy procesa contra contratos firmes de compra.

En estos momentos, las plantas, después de un proceso de modernización y adecuación realizado algún tiempo atrás, no son solo capaces de asimilar todo lo que los hombres de mar puedan tributarle, sino de elaborar productos de alta calidad acordes con los hábitos alimentarios más diversos, sobre todo en los rubros de langosta, camarón y filetes de pescado.

Tal posibilidad, inversiones aparte, tiene como fundamento la creatividad, experiencia y calificación de especialistas y obreros, el riguroso control de la calidad en todas las partes de los procesos y del producto final, así como de la flexibilidad conferida a las instalaciones a partir del rediseño de la organización fabril.

Todos estos elementos combinados, dar la imprescindible respuesta a las recientes innovaciones en las medidas de control de calidad de los productos pesqueros introducidas por los principales importadores del mundo, lo cual constituye un desafío permanente para los exportadores, especialmente de los países subdesarrollados.

Muchos en otros países no han podido responder el reto y han perdido mercados por no cumplir con los requerimientos, por ejemplo los establecidos por la Comunidad Europea, lo cual repercute en aumento del desempleo y en reducciones de ingresos de divisas por varios cientos de millones de dólares.

Hay que tener en cuenta que los productos pesqueros, según la FAO, representan el rubro alimentario de exportación más importante para los países en vías de desarrollo; precede, con mucho, al café, los plátanos y al té.

En nuestro país estas exportaciones proporcionan anualmente varias decenas de millones de dólares -se emplean en la compra de otros tipos de alimentos y medicinas para la población-, provenientes de ventas que no se han visto limitadas por ninguna reglamentación exógena.

Previsión, rigor y constante vigilancia por la calidad y las condiciones higiénico-sanitarias, franquean el acceso a los más exigentes mercados, elementos a los cuales hay que agregar otros relacionados con la eficiencia industrial y económica, factores importantes para favorecer la competitividad.

Paralelamente a esas especificidades, hay que sumar el trabajo de coordinación entre comercializadores, pescadores, industriales-transportistas-portuarios y navieros para elaborar y situar en sus destinos las mercancías justo en el tiempo pactado. No hay que olvidar que se produce contra mercancía vendida.

Esta modalidad tiene sus ventajas: asegura la realización mercantil de las producciones, permite la certeza del cobro rápido -el dinero también tiene valor en el tiempo-, e incrementa el prestigio del exportador que es capaz de producir a la orden y en tiempo. Esto también repercute en la competitividad.

El prestigio de nuestras exportaciones pesqueras, su calidad y la flexibilidad industrial de producir surtidos contra pedidos, ha permitido enfrentar con la apertura de nuevos mercados, la reducción en la demanda asiática, debido a la crisis financiera en esa región, y el cambio de hábitos alimentarios en los países importadores. Por eso, los ingresos se han preservado.

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