Aniversario 50 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos

Sueños y esperanzas, pero...

LINO ORAMAS

TODOS LOS seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.

No era posible cinco décadas atrás, cuando fue proclamada "como ideal común por el que todos los pueblos y naciones deben esforzarse" que la Declaración Universal de los Derechos Humanos fuera más allá en el primero de sus 30 artículos.

Sería mucho pedir que entonces incorporara los derechos del individuo en su propia dimensión social como parte de su articulado.

Bastaba en aquel momento su reconocido carácter de ser fruto del pensamiento más progresista de la época signada por el horror del holocausto tras la Segunda Guerra Mundial, pero cuando todavía casi dos tercios de la humanidad vivía bajo el yugo colonial o neocolonial.

La descolonización y el fin del apartheid en Sudáfrica forman parte, no obstante, de los mayores logros de los últimos 50 años.

Lo anterior no niega que aquel documento adoptado el 10 de diciembre de 1948 haya sido un arma para la lucha contra injusticias y desigualdades, en manos de legítimos defensores de los derechos de los pueblos.

Toda persona tiene derecho a la educación. La educación debe ser gratuita, al menos en lo concerniente a la instrucción elemental y fundamental. La instrucción elemental será obligatoria. La instrucción técnica y profesional habrá de ser generalizada; el acceso a los estudios superiores será igual para todos, en función de los méritos respectivos, manifiesta el artículo 26 de la Declaración.

A las puertas del nuevo milenio, sin embargo, la sexta parte de la humanidad -unos mil millones de personas- carecen de los conocimientos necesarios para leer o firmar con su nombre y mucho menos para manejar una computadora o comprender un simple formulario, según acaba de divulgar el informe Estado Mundial de la Infancia 1999, de la UNICEF.

Debido a tal situación -precisa- ese número de seres humanos vivirán, como ocurre hoy día, en una pobreza más desesperada y en un peor estado de salud que quienes pueden realizar aquellas tareas, y su número es cada vez mayor.

El sueño de una educación para todos los niños -amplía el estudio- sería una realidad si se invirtieran 7 000 millones de dólares más cada año durante el próximo decenio, mientras que la comunidad internacional, con ese reto pendiente, es capaz de sufragar gastos para la defensa por 718 000 millones de dólares al año.

Son sólo acontecimientos dentro de una catástrofe mucho mayor.

Pero es que no hay tema importante en la ONU que no tenga relación con el conflicto Norte-Sur o con el de la polarización de la riqueza.

El asunto visto con este prisma no es totalmente nuevo; cuando hace sólo unos días la Tercera Comisión Principal de la Asamblea General de la ONU, dedicada a los asuntos sociales, humanitarios y culturales, cerró sus debates, su colofón fue la aprobación por 109 votos a favor, el único en contra de Estados Unidos y 40 abstenciones -casi todas de países desarrollados y ex socialistas- de una resolución sobre el derecho al desarrollo, presentada por Sudáfrica, en nombre del Movimiento de Países No Alineados y China.

Dicho documento mantiene la defensa de esa prerrogativa como parte integrante e indivisible de todos los mecanismos de derechos humanos de la ONU, incluyendo la Declaración Universal y la Declaración y el Programa de Acción de la Conferencia Mundial de Viena en 1993, y denuncia la creciente extrema pobreza, la crisis financiera actual y el problema de la deuda externa como causas y factores que condicionan y mantienen el subdesarrollo, con lo cual se inhibe el disfrute pleno y efectivo de los derechos humanos y hace frágiles a la democracia y la participación popular.

Siendo uno de los más nobles y universales, "el tema de los derechos humanos -como expresa una declaración de la Asamblea Nacional del Poder Popular con motivo de esta celebración- se ha convertido en un instrumento de manipulación y de geopolítica, que en vez de mejorar la convivencia del género humano se esgrime como pretexto para legalizar el derecho arbitrario de un grupo de países a imponer sus valores y patrones sobre el resto de la comunidad internacional".

Estados Unidos no solo se inmiscuyó de modo soez en nuestras luchas por la independencia el pasado siglo, intervino e impuso la Enmienda Platt, para posteriormente apropiarse de cuanto pudo en la pseudorrepública, y ha atentado luego contra la Revolución por todas las vías posibles, incluyendo el apoyo a supuestos defensores de los derechos humanos.

Cuando la propia Conferencia de Viena hace un lustro pidió a todos los estados "que se abstengan de adoptar medidas unilaterales contrarias al Derecho Internacional y a la Carta de las Naciones Unidas...", Cuba continúa sometida a una guerra económica, comercial y financiera que viola masiva y sistemáticamente los derechos humanos de su pueblo, también otros países son duramente afectados con medidas de aquel carácter.

Mientras, la Revolución Cubana considera vital la importancia de todos los derechos humanos en la batalla por salvar a la humanidad en esta era global; sus aportes en la Comisión de Derechos Humanos, en Ginebra, le han valido a Cuba el reconocimiento de ésta, donde nuestro país cumplirá su tercer mandato consecutivo desde 1989.

El texto de nuestro Parlamento es elocuente:

"Su obra en favor de la salud pública, la educación, el empleo, la seguridad social, la cultura, el deporte, la vivienda, la protección a los niños, madres y ancianos, la lucha contra la discriminación por razones del color de la piel, sexo o religión, el respeto a la integridad física y moral de cada ciudadano, el combate intransigente contra vicios y corrupciones, el sistema democrático y electoral que facilita la participación de todos los ciudadanos en las decisiones y ejercicio de la vida política, económica, social y cultural, en fin, el combate por la dignidad plena del hombre junto con la solidaridad y el apoyo a otros pueblos, incluido el envío de médicos, maestros, constructores, científicos, son algunas de las contribuciones de nuestro pequeño país a la promoción y protección de los derechos humanos de todos los cubanos y de los países del Tercer Mundo".

Globalización neoliberal y unipolaridad atentan hoy contra aquella Declaración Universal de los Derechos Humanos, una aproximación al mundo que el hombre o la mujer, el niño o el anciano quisieran, pero que no satisface los reclamos de esta época. Vista como meta es descartar la posibilidad de enriquecerla que la propia vida ofrece, fosilizar una herramienta que la humanidad tiene el derecho a beneficiarse de ella.