—¿Cómo se pueden explicar desde la historia los procesos de
integración que están ocurriendo actualmente en América Latina y el
Caribe?
—En el 2015 se cumplen 200 años de que Bolívar escribiera la
Carta de Jamaica, probablemente de los textos más tempranos donde se
alude dentro de la historia de América Latina a la unidad, de lo que
entonces Bolívar llamaba América Meridional. En realidad la primera
personalidad latinoamericana que acarició el ideal de la unión fue
Francisco de Miranda, tam-bién un venezolano, precursor de la lucha
por la independencia. A fines del siglo XVIII concibió no solo la
emancipación de las colonias españolas sino que vislumbró la
posibilidad de agruparlas, que el proceso emancipador no condujera a
una disipación de las colonias, sino a la agrupación en una sola
nación, e incluso inventó un nombre para esa nación: Colombia. Ahí
está el nacimiento de la idea que hoy tenemos de la unidad
latinoamericana. Ahí están los padres fundadores.
"Venezuela fue de cierto modo donde se concibió ese proyecto, y
200 años después, otro venezolano, Hugo Chávez, es quien recupera la
idea con una fuerza como nunca antes había tenido en la historia. Ni
Miranda ni Bolívar eran excepciones, sino que en la lucha por la
independencia de España a principios del siglo XIX, la idea de la
unión de las antiguas colonias españolas era compartida por las
principales figuras de la lucha emancipadora".
—Pero esa unidad no se concretó...
—La idea de la integración, que había alcanzado con la lucha
emancipadora su punto culminante, fue perdiendo fuerza después de la
muerte de Bolívar. Desde entonces solo tuvo algunos momentos en que
por de-terminadas razones fue recuperada. Por ejemplo, a lo largo
del siglo XIX, cuando los países latinoamericanos sufrían una
agresión externa, como la guerra de Estados Unidos contra México en
1847 o las aventuras de William Walker por Centroamérica. Cuando
alguno de esos acontecimientos tenía lugar, reverdecía la idea de la
integración, se hablaba de recuperar el legado de Bolívar, en forma
yo diría defensiva.
"Después, a finales del siglo XIX, cuando Estados Unidos comienza
a convertirse en una gran potencia imperialista, y utilizan como
parte de su política exterior expansionista la idea de la unidad
Panamericana, a la que José Martí se opuso y desnudó desde fechas
muy tempranas, ese intento de recuperar la idea bolivariana de la
integración se fue desvaneciendo todavía más. ¿Quiénes lo
mantuvieron? Los intelectuales, las fuerzas de izquierda, que desde
fines del siglo XIX y hasta años relativamente recientes,
consiguieron mantener en el imaginario la idea de la unión".
"Algunos gobernantes en determinados momentos la propiciaron,
pero fueron como chispazos a lo largo del siglo XX. Es conocida la
frase de Juan Domingo Perón, de que el siglo XXI nos encontrará
unidos o dominados. Él trató de crear una organización
precursora de lo que hoy es el Mercosur, con Brasil y Chile, pero no
prosperó. Después de la Segunda Guerra Mundial hubo intentos, muchos
auspiciados por la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y
el Caribe), con ideas desarrollistas, de agrupar países
latinoamericanos a través de tratados comerciales.
"Ahora la idea ha crecido, y la prueba son las diferentes
organizaciones que están tratando de impulsar la integración
regional: CARICOM, MERCOSUR, UNASUR, ALBA. Pero sin dudas el punto
culminante de todas estas organizaciones y el de mayor desafío es la
CELAC, porque es la primera vez que una organización agrupa a todos
los países al sur del Río Bravo, incluyendo a los del Caribe".
—¿Por qué ha fructificado ahora una idea que en 200 años no
fue posible?
—Nunca como ahora ha cobrado tanta fuerza la idea de la unidad,
solo es comparable con los tiempos de Bolívar. Para mí la clave de
este éxito está en los gobiernos de izquierda en América Latina, el
cambio de época del que ha hablado el presidente de Ecuador, Rafael
Correa.
"Pero no solo esos gobiernos. Esos han sido el impulso, sobre
todo Chávez y lo que ha significado la Revolución Bolivariana para
este cambio en la correlación de fuerzas en América Latina. A eso se
sumaron los nuevos gobiernos progresistas que llegaron al poder; eso
fue un segundo impulso.
"Por otro lado, la realidad actual es distinta. Se acaba de
demostrar en estos días con los acontecimientos en Panamá, cómo un
gobierno enfrentado a una antigua metrópoli, a una potencia europea
como es España por el problema de la construcción del Canal,
requiere del apoyo de los demás países de América Latina, y qué
mejor escenario para encontrar ese respaldo que en la CELAC. ¿Dónde
lo va a encontrar, en las Cumbres Iberoamericanas? No, si su
conflicto precisamente es con una nación europea. O sea, que hasta
los propios gobiernos de derecha encuentran una razón, en este mundo
que cada día se va haciendo más multipolar, para pertenecer a esa
alianza. Una alianza que reconoce la necesidad de respetar las
distintas opiniones".
—A su juicio, ¿cuáles son los principales retos que tiene la
CELAC?
—Los mismos retos que tienen los gobiernos progresistas en
América Latina. Su sostenimiento depende de que mantengan y se-pan
articular el apoyo y la movilización del pueblo, lo mismo que
necesita la unidad latinoamericana. Estos procesos se simbolizan en
figuras, como Rafael Correa, Evo Morales, Nicolás Maduro, Daniel
Ortega; pero tienen que trascender las personalidades, y que también
la integración tenga una amplia base popular, y eso lleva su tiempo.
—¿Cree que estos procesos de integración regional son
irreversibles?
—Nada es irreversible en la vida, pero nada tampoco vuelve al
mismo punto. Los cambios que están teniendo lugar indican que este
es un camino que ya va a ser difícil que tenga un retroceso.