¿Izquierdas o derechas? ¿Justicia social o perpetuación de los ciclos de la pobreza? ¿Esperanza o resignación? Miradas documentales de urgencia, mas no exentas de agudeza artística. En las pantallas del 44 Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana no faltan aproximaciones a las acuciantes realidades de nuestras tierras en trance.
¿A qué persona honesta y sensible no le dolió el asesinato de la ambientalista hondureña Berta Cáceres, el 3 de marzo de 2016, por oponerse pacíficamente a la construcción de una represa que afectaba sensiblemente la economía y el modo de vida de la comunidad lenca?
Berta soy yo, de la realizadora Katia Lara, no solo desata el nudo de la intriga criminal que terminó con la existencia de Cáceres, sino que aporta razones para que hechos como aquel no se repitan. Los espectadores que asistan a la presentación especial del documental, el jueves 14, en la sala Charles Chaplin, podrán conocer mejor los fundamentos de la lucha liderada por la activista.
Katia Lara se había propuesto documentar la batalla por la preservación del territorio lenca ancestral. En vísperas del asesinato de Berta, la productora y realizadora habló con ella, y quedaron en avanzar al día siguiente en la grabación, jornada en la que tendría lugar un encuentro ritual entre lencas y garífunas. El filme, obviamente, cambió de tono, ritmo e intención, y tras vencer innumerables obstáculos de producción, llegó a las pantallas en agosto de 2022. No hay margen a la duda en la exposición de la trama corrupta entre la empresa constructora, el poder judicial y el gobierno de Juan Orlando Hernández.
Del reporte de la inmediatez al razonamiento de las circunstancias que desembocaron en el derrocamiento de Evo Morales, en noviembre de 2019, y la represión criminal de los golpistas, y la emergencia de una legítima resistencia popular, transita el documental Bolivia insumisa, del periodista australiano de origen ruso, Denis Rogatyuk, programado para el viernes 15, a las 3:00 p.m., en el Yara.
Mucho más ambicioso por su registro, y sin lugar a duda incitador de reflexiones que tienen que ver con la palpitante actualidad de un país que todos los días ocupa titulares noticiosos, por la recurrencia de masacres, la persistencia de la violencia y la fragilidad de las negociaciones a favor de la paz, Petro (viernes 15, 10:00 a.m., 23 y 12) seguramente ofrecerá a los espectadores cubanos mucha tela por donde cortar.
Sean Mattison conoció a Gustavo Petro en 2007, en casa de un amigo común en Washington. El documentalista estadounidense entonces viajó a Colombia, tras la huella de violaciones a los derechos humanos perpetradas por militares y paramilitares en los campos de la nación sudamericana, registradas por Petro. Este aún no era la figura política de amplia convocatoria nacional. Para Mattison, se trataba de un prometedor líder, con un pasado en la guerrilla y deseos de servir. Cuando se postuló para la Presidencia, el realizador recordó los antiguos encuentros y siguió de cerca la campaña electoral y las expectativas de cambio advertidas por sectores sociales preteridos y golpeados por una violencia de larga data, tales los casos de los pueblos originarios y los afrodescendientes.
«En la película no está mi opinión personal, traté de ser objetivo, de reflejar lo que estaba pasando en un país tan complejo y crítico», declaró Mattison, al estrenar el documental en octubre pasado en Morelia, México. Su mayor esperanza es que el documental funcione como un recordatorio de los peligros que se ciernen sobre la Colombia de Petro y Francia Márquez, pues la ultraderecha no olvida ni claudica.
Del pulso entre fuerzas emancipatorias y retardatarias, y la conexión de estas últimas con el talante neocolonial de las políticas de Estados Unidos hacia América Latina, trata otro material filoso en las pantallas del festival: Utopía tropical, del brasileño Joao Amorim (en cartel el viernes 15 a las 12:30 p.m., en 23 y 12). Dialogan en el filme Noam Chomsky, el prestigioso intelectual estadounidense, reconocido por sus posiciones contrahegemónicas, y el brasileño Celso Amorim, exministro de Relaciones Exteriores y actual jefe de asesores del presidente Lula, quienes repasan un siglo de manipulaciones e insidiosas intervenciones del capital en los procesos políticos y sociales de América Latina, convencidos ambos de que, inacabada y muchas veces frustrada, la utopía, es decir, la vindicación de las causas populares en los países de la región, más temprano que tarde será cierta.








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