Con el anuncio de que Estados Unidos se dispone a gravar las importaciones de acero y aluminio, la administración de Donald Trump pudo haber lanzado la primera bomba de una guerra comercial con resultados impredecibles.
Tras un intenso debate entre su equipo de gobierno –se reportó que algunos de los principales asesores estaban totalmente en desacuerdo con la medida–, el Presidente señaló la semana pasada que el nuevo arancel para el acero será del 25 % y 10 % para el aluminio.
Estados Unidos es uno de los principales compradores de esas materias primas en el mundo. El año pasado, de acuerdo con Reuters, adquirió cerca de 36 millones de toneladas de acero de un centenar de países.
Trump intentó justificar la medida con las preocupaciones de que el estado actual de la industria siderúrgica en el país constituía una amenaza para la seguridad nacional, frente a actores emergentes como China.
Sin embargo, Canadá y Corea del Sur, dos fuertes aliados de Washington, encabezan la lista de suministradores y es posible que salgan igual de afectados. Brasil y México, entretanto, son los países latinoamericanos que sufrirían mayores daños.
Si bien nunca dejó de subvencionar sectores estratégicos como la agricultura y la industria militar, Estados Unidos estuvo durante las últimas décadas entre los principales defensores del libre comercio.
La retórica proteccionista, sin embargo, entró a la Casa Blanca de la mano de Trump y su «Estados Unidos primero». Aunque muchos creyeron que sus discursos estaban más dirigidos a ganar electores que ha reconfigurar la política económica que mantienen republicanos y demócratas desde la II Guerra Mundial, los anuncios recientes demuestran que el mandatario está dispuesto a tomar medidas concretas.
El auge de potencias rivales como China y Rusia y lo que el presidente Trump llama «comercio injusto» con su país, por parte de naciones aliadas, parecen haber convencido a algunos en Washington de la necesidad de cambiar las reglas del juego.

Sin embargo, los expertos coinciden en que no será nada fácil para el mandatario moverse en el enmarañado sistema del comercio internacional sin exponerse a una guerra.
Jean-Claude Juncker, el presidente de la Comisión Europea, describió el plan arancelario como «una intervención flagrante para proteger a la industria interna estadounidense», y dijo que el bloque europeo tomará represalias si Trump cumple su palabra.
Canadá, la mayor fuente de importaciones de acero y aluminio para Estados Unidos, también declaró que aplicará «medidas en respuesta» para defender sus intereses.
China, que supuestamente es el foco de las preocupaciones de Trump, también cuenta con varios hilos de los que tirar para poner en jaque a los mercados estadounidenses.
«Las guerras comerciales son buenas y fáciles de ganar», dijo Trump en la red social Twitter el fin de semana último, confirmando los peores temores de los analistas.
Pero el lunes lanzó un nuevo balón de ensayo que podría explicar su política temeraria. El Presidente dijo que estaba dispuesto a revalorar los aranceles si se «mejora» el Tratado de Comercio de América del Norte (TLCAN) con México y Canadá.
Aunque el Presidente justifique sus acciones como resultado del enfrentamiento geopolítico con el gigante asiático, la movida podría estar más dirigida a lograr beneficios económicos de sus vecinos, en momentos en que se renegocia un acuerdo comercial que cumple las tres décadas y que Washington critica por haber creado desbalances comerciales en sus arcas.
En cualquier caso, de llegar a aplicarse, los cambios impactarán de inmediato en el precio del acero y el aluminio en territorio norteamericano, lo cual es bueno para los productores nacionales, pero dañino para el resto de la industria que los utiliza para fabricar desde aviones y carros hasta celulares y electrodomésticos.
La última vez que Washington aplicó una medida similar fue en el 2002, durante el gobierno de George W. Bush, y se calcula que costó 200 000 puestos de trabajo. Este mandatario republicano dio marcha atrás menos de dos años después.
El pensamiento económico preponderante en Estados Unidos desde 1945 ha sido contrario a las acciones proteccionistas. Los especialistas apuntan que la guerra comercial del periodo de entreguerras fue una de las causas del agravamiento de la crisis económica de los años 30 del siglo pasado y aconsejan no volver a cometer el mismo error.

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emilio Fernández lobeiras dijo:
1
7 de marzo de 2018
02:56:07
Jose R Oro dijo:
2
7 de marzo de 2018
11:08:27
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