Hace algunos años, junto con unos 200 colaboradores cubanos, formé parte de la Misión Cultura Corazón Adentro, en el estado de Anzoátegui, en Venezuela. Como la tarea se llevaría a cabo en barrios y comunidades apartados del país, se nos asignaron ciertos recursos de uso personal: sábanas, colchones, ventiladores…
Dos años después, al concluir la Misión, casi todos los ventiladores se habían roto o funcionaban mal, pero el mío estaba intacto, eficiente como el primer día. ¿Qué marcó la diferencia?; un simple detalle: con el primer sueldo compré un bote de aceite multiuso, conocido como tres en uno, y periódicamente le di mantenimiento al equipo. Fue un pequeño gasto que generó una gran ganancia.
De este asunto me acordaba ayer, en la cola del pan, cuando un amigo empezó a quejarse del apagón. En medio de su berrinche dijo: ¡A quién se le ocurre dar mantenimiento a las plantas en medio de este déficit! Como es natural, a esa hora, yo no iba a explicarle la importancia del mantenimiento industrial, no parecía oportuno; entonces decidí escribir este artículo.
Por alguna razón, quizá sicológica, muchos no entienden que violar la periodicidad de los mantenimientos equivale a tener comida para hoy y hambruna para mañana. Es como si el agricultor decidiera comerse los granos guardados para semilla.
Al mantenimiento industrial debemos considerarlo un gran productor: solo que no lo hace en el momento de su intervención, sino de forma indirecta, sin protagonismo; sin duda es el más modesto y silencioso de los fabricantes.
Básicamente, existen dos tipos de mantenimientos industriales: el correctivo y el productivo planificado. El primero es la forma básica en la que se corrigen defectos observados; el segundo es más sofisticado, y persigue la fiabilidad de los equipos, a partir de intervenciones programadas.
Debo decir que la queja en la cola del pan, la que motivó este artículo, no es solo propia de personas sin formación industrial. He conocido empresas en las cuales consideran que el mantenimiento es algo secundario y prescindible. Predomina el criterio de reparar solo cuando ocurra la avería.
Figúrese, lo que con un mantenimiento de pocas horas se resuelve, quizá luego se convierte en varios días de parada. Y no solo esto: puede que el equipo solo necesitase de un buen engrase; quién sabe si hasta de recambiar apenas unos sellos y bujes. Pero, al no intervenirse a tiempo, seguramente el gasto de recursos será mucho mayor.
Es importante entender que el mantenimiento industrial no es un gasto, sino una inversión que genera grandes beneficios. Con este se evitan o se disminuyen pérdidas por paradas, se ahorran recursos, y se aumentan la calidad, la eficiencia productiva, y la vida útil de los equipos.
También impide que surjan daños irreparables en las instalaciones industriales, y, además, se previenen y evitan accidentes laborales. Por ejemplo, he llegado a industrias en las que hay aceite regado en el piso, o salideros de agua cerca de equipos eléctricos, lo cual puede ser muy peligroso.
En fin, cuando vuelva a coincidir con mi amigo, tal vez le comente estas cosas; mas, por lo pronto, mi preocupación con él es otra: que no considere importante darles mantenimiento a su bicicleta, o a la lavadora y a los ventiladores de su casa.
Puede que entonces, llegado un momento, no le haga tanta falta la corriente, en tanto sus equipos, por falta de previsión, ya pasaron a mejor vida.
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