
Cuando George Stephenson estaba inventando la locomotora, de inmediato surgieron críticas. Está loco, no se da cuenta: las ruedas van a patinar en el mismo sitio sin avance... Cuando probó que funcionaba, tampoco hubo paz: ¡Pero si no existe infraestructura para darle utilidad práctica a ese invento! ¡Esas velocidades provocarán epidemias!
Pudiera pensarse que exagero o que esto era reflejo del natural escepticismo humano ante lo nuevo; pero no: la mayoría de esas opiniones provenían de «expertos». Por ejemplo, un estudio del Real Colegio Bávaro de Medicina decía que quien viajara en tren sufriría una probable conmoción cerebral, y quienes desde el costado de las vías contemplaran el paso de un tren, se desmayarían a causa del mareo.
Eran intentos de estorbar el desarrollo de ese medio de transporte, y para ello usaban prejuicios y temores como arma. A la hora de ubicar sospechosos de un hecho oculto, suele formularse una pregunta propia del derecho romano: ¿cui prodest?, ¿quién se beneficia? En este caso, los principales sospechosos serían los operadores de diligencias que, de pronto, veían amenazados sus negocios.
Semejantes tretas pueden parecer ridículas, pero es un fenómeno que se repite en cualquier época o país. Por ejemplo, acá lo tenemos ahora con el tema de la bancarización. Ciertamente, los métodos se han refinado; pero persiguen igual propósito: generar temor, incertidumbre.
Al margen de legítimas inquietudes y dudas, ciertos medios afirman que Cuba no cuenta con infraestructura para avanzar en ese proceso. ¿Es esto así? En realidad, la principal infraestructura existe. Haciendo una analogía con lo sucedido a Stephenson, pudiéramos decir que tenemos la «línea del ferrocarril». O sea, los servidores nacionales, las conexiones de fibra óptica, un sistema que no depende de operadores externos y un 83 % de las zonas habitadas con cobertura de telefonía móvil.
También tenemos las «locomotoras». O sea, tarjetas electrónicas, cuentas bancarias, pasarelas de pago. ¿Dónde está el principal problema?; en las «estaciones». No todos los sujetos a la Resolución 111/2023 del Banco Central de Cuba garantizan a sus clientes el acceso y uso de los canales electrónicos de pago para la adquisición de bienes y la prestación de servicios. Es responsabilidad de esos actores económicos crear las condiciones necesarias.
Supuestos expertos también han dicho que con la bancarización y, sobre todo, con el anunciado estímulo del 6 % de descuento a quienes paguen bienes mediante pasarelas, aumentarán la inflación, pues así se inyecta más circulante sin respaldo. Esto no es así. Tal decisión se ha tomado para estimular un menor uso del efectivo, y se sustenta en una relación costo-beneficio que genera importantes ahorros.
El efectivo trae aparejado un alto nivel de ineficiencia para la economía, dado su alto costo por las medidas de seguridad que precisa. Los billetes se imprimen en papeles especiales, a los que es necesario dotar de marcas de agua y otros mecanismos de seguridad. Luego hay que transportarlos, manipularlos, custodiarlos, todo lo cual significa gastos de combustible, energía, salarios, equipos, instalaciones.
Otros «expertos» han dicho que la bancarización es un freno para la economía pues, entre otros asuntos, aumentará la comisión de delitos. Esto es un claro disparate. Con el dinero electrónico se agilizan los pagos, y es una de las opciones más seguras para evitar robos, corrupción y evasión de impuestos. Una economía en la cual la mayoría del dinero está en efectivo, es una economía menos organizada. Una economía para desarrollarse necesita un sistema financiero moderno.
¿Quién se beneficia tratando de generar temores sobre este proceso? ¿Cui prodest? Pudiéramos contestar con otras preguntas: ¿Quién ha intentado sabotear siempre cada acción que nuestro país emprende para su desarrollo? ¿Quién difama de nuestras brigadas médicas, hoteles, vacunas, la relación comercial con países amigos…? ¿Y quién, para esto, financia un entramado de medios y voceros? Los hechos son conocidos, no hay que decir quien los genera. Facta, non verba (hechos, no palabras), diría un antiguo jurista romano.
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Francisco Álvarez yero dijo:
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1 de septiembre de 2023
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Carlos dijo:
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