ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
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Foto: Ariel Cecilio Lemus

 Mas el fruto maduro de la sabiduría /no es el que milagroso en huerto ajeno alcanzas, / sino aquel que en dolor del propio vivir nace. / Aunque un día sabrás que nunca nada sabes.

En esos versos del poema Yuan Pei Fu despide a su discípulo, del poeta cubano Regino Pedroso (1896-1983), están la calma del pueblo chino, su conocimiento de la vida y la tenacidad que han impresionado siempre a los cubanos.

Que con ese texto, y todo el libro del que forma parte –El ciruelo de Yuan Pei Fu (1955)– su autor haya alcanzado uno de los hitos de la poesía cubana del siglo XX, demuestra el interés, la admiración y el influjo del acervo chino en la Isla para ese entonces; un proceso con raíces históricas y sociales que se remontaban al siglo anterior y que llega hasta hoy con igual fuerza.

Aunque silenciosas, tal como corresponde a la naturaleza china, las huellas de las costumbres y tradiciones de la nación asiática son inobjetables dentro de ese gran ajiaco que es la cultura cubana. Transculturadas, han pervivido con inusitada fuerza, y junto a lo aborigen, africano y español, contribuyeron a la forja de la nacionalidad.

Entrada al populoso barrio chino de La Habana. Foto: Archivo de Granma

EL LARGO VIAJE

Eran poco más de 200, casi todos jóvenes, con una edad promedio de 21 años, y muy pobres. Llegaron el 3 de junio de 1847 al puerto de La Habana en el bergantín Oquendo, desde la actual provincia de Guangdong.

A pesar de que España buscaba obra de mano barata, y de que los contratos por los que trabajaban en plantaciones azucareras, vegas de tabaco, cafetales, minas y fábricas eran tan despiadados que los sumían en la esclavitud por ocho años o más, la llegada de culíes no se detuvo, y Cuba se convirtió en el primer país de América Latina en recibir un flujo migratorio masivo desde China.

A partir de 1860 se produjo otra oleada de inmigrantes chinos, esta vez procedentes de California, adonde habían llegado por la «fiebre del oro». Huían de los ataques racistas, pero gozaban de mejor situación económica.

Luego de que se aboliera la esclavitud en territorio cubano, en 1886, los chinos asumieron labores relacionadas con la agricultura, y pequeños negocios, como fondas, lavanderías y talleres.

Las primeras décadas posteriores a su ingreso a Cuba no se caracterizaron solo por una cruda explotación, que les causó enfermedades y los llevó a altas tasas de suicidio, sino también por el arrojo con el que se sumaron a la causa independentista. Gonzalo de Quesada, un profundo conocedor de las guerras por la independencia, aseguró: «No hubo un chino-cubano desertor. No hubo un chino-cubano traidor».

Durante la primera mitad del siglo XX siguieron arribando a Cuba, y su población alcanzó un tamaño considerable. El barrio chino habanero –que existe aún– llegó a ser la zona más significativa de su asentamiento, y uno de los más importantes del mundo.

No es casual que, habiendo compartido penurias y lucha junto a los nacionales, los elementos que más hayan quedado en la cultura del país sean los asociados a la vida cotidiana.

ARTE Y ENIGMA

A la par que creció el barrio chino lo hicieron las actividades culturales: el teatro tradicional, la ópera, y celebraciones de diverso signo.
Según la musicóloga María Teresa Linares Savio, la primera mención del teatro chino data de 1873, y fue un teatro de títeres de madera; la segunda, dos años después, correspondió a la compañía Sun Yen, que introdujo el tipo de ópera de Cantón.

«La ópera china tradicional propició la introducción en Cuba de los elementos del arte milenario de China a través de sus danzas, la música y los elementos dramáticos de novelas, historias y viejas leyendas».

No solo aparecieron más compañías, teatros, cine-teatros y restoranes chinos, sino también programas de radio que difundieron su música. La fuerza mayor estuvo en las ciudades de La Habana, Santiago de Cuba y Cienfuegos.

La Danza del León, explica la especialista, que se había representado en público por primera vez en 1930 con motivos de las fiestas del Año Lunar, se incorporó a los carnavales habaneros hasta 1950.

Todo ello dio origen a una integración natural de lo chino en el arte popular y académico. Por ejemplo, la corneta china se sumó al conjunto instrumental de las comparsas santiagueras y la cajita china se empleó como instrumento en la música folclórica-popular.

También se hizo tendencia en los carnavales usar el tema chino como manifestación de lo exótico; apareció como personaje en el teatro vernáculo; y en la música, entre otros, de Ernesto Lecuona (Ahí viene el chino) y Amadeo Roldán (Bajo la pagoda y Campanitas chinas).

Las artes plásticas han sido, asimismo, fuertemente influidas por la raíz china: valga citar solamente dos figuras cumbre para Cuba: Wifredo Lam y Flora Fong.

Yosvanis Fornaris, arqueólogo cubano y director del Museo Nacional de Artes Decorativas de La Habana, afirmó a la agencia de noticias Xinhua, que es posible establecer las primeras evidencias del vínculo comercial directo entre chinos y cubanos en el siglo XIX, a través de piezas de porcelana china, algunas expresamente encargadas por familias de la más alta aristocracia cubana de la época.

Ese gusto por la estética china, llevada al plano artesanal, perviviría por muchísimos años en los hogares del país.

En las letras, el impacto es igual de verificable. En su libro El rastro chino en la literatura cubana, Rogelio Rodríguez Coronel alude a textos como Carmela, El mercader chino y El carbonero, de Ramón Meza; Los chinos, cuento de Alfonso Hernández Catá; El chino, pieza teatral de Carlos Felipe; El caso Baldomero, de Virgilio Piñera; y La cola de la serpiente, de Leonardo Padura. De igual forma, analiza la obra de Julián del Casal, José Lezama Lima y Severo Sarduy.

Margarita Mateo Palmer, en una reseña sobre el volumen citado, hace referencia a la tradición en nuestra literatura –popularizada por la serie radial Chang Li Po de Félix B. Caignet, de 1936, y el primer largometraje cubano con sonido, La serpiente roja (1937)– de asociar el misterio, el rastreo, la búsqueda de soluciones a los enigmas con la cultura china, vinculada con el paciente y parsimonioso detective asiático.

El pórtico de entrada al barrio, inaugurado en 1999, fue financiado por el gobierno de la República Popular China con materiales traídos de ese país. Recibe el nombre de «El Pórtico de la Amistad». Foto: José Manuel Correa

SALVADO POR EL MÉDICO CHINO

La cultura, entendida en su amplio sentido, es decir, en todos esos acumulados que rebasan lo artístico y literario y hacen y definen un pueblo, tiene en Cuba un significativo componente chino.

En nuestro refranero, la frase «no lo salva ni el médico chino» posee sustrato histórico. En el artículo Las influencias y huellas de la cultura china en Cuba: 1847-1959, de Chunyi Lei, se explica que el médico chino que alcanzó máxima fama en la Isla fue Cham Bom Biá, cuyo verdadero nombre era Chang Pon Piang.

Su destreza, sumada a la de otros chinos que ejercieron sobre todo la medicina tradicional, incluso en tiempo de epidemias, con un conocimiento profundo de la flora de su país de origen y de la cubana, caló en el imaginario colectivo.

También se hicieron populares medicamentos que se podían adquirir en las farmacias chinas, como la célebre pomadita china o bálsamo de tigre.

En el campo de la religión, la divinidad china San Fan Con, –en China, Guan Gon– penetró en la santería cubana, asociada a Changó, y sincretizó con Santa Bárbara de la religión católica. Otros símbolos y creencias que se han propagado hasta nuestros días son «el horóscopo chino, los ciclos y elementos (fuego, tierra, metal, agua y madera), junto a su vinculación con el feng shui»; y las celebraciones con motivo del Nuevo Año Lunar.

La charada, juego de azar –que fue especialmente practicado, sobre todo entre las capas pobres–, y sus números, aún se inscriben dentro del saber popular. Otros divertimentos han ganado preferencia en la Isla, como el mahjong; y el dominó, el juego de mesa más gustado aquí. En cuanto a los deportes, el wushu fue el primer arte marcial practicado en Cuba.

El arte culinario es quizá uno de los que más presencia china acusa: desde la preferencia por el arroz, las verduras y el lechón asado, hasta las salsas agridulces, la salsa de soja, las maripositas chinas y el arroz frito (creado en San Francisco por inmigrantes chinos).

Desde que China y Cuba establecieran relaciones diplomáticas el 28 de septiembre de 1960, múltiples convenios culturales han contribuido a fortalecer los vínculos entre ambas naciones.

Entidades como la Casa de Artes y Tradiciones Chinas, el Instituto Confucio y la Escuela Cubana de Wushu contribuyen al regreso constante a una fuente siempre viva; tal como le pide Yuan Pei Fu a su discípulo:

Anda, anda ya, hijo mío. / Levanta, vive, sueña, niega, afirma, destruye./ Y cuando de tus fiebres adiós, fe, ni amor queden, / al ciruelo regresa. // Aquí estaré esperándote, debajo de sus ramas, /en la sombra sin sombra del camino más largo…

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fabriciano rodriguez dijo:

1

23 de octubre de 2024

18:49:10


YEILIN, LINDO HERMOSO ARTICULO, HABLA MUY BIEN DE UD Y LA CULTURA DE LOS PERIODISTAS CUBANO LE ESCRIBE UN VIEJO QUE EN SUS PRIMEROS AÑOS DE VIDA FUE NOMBRaDO COMO EL CHINITO NO POR SUS RAICES ASIATICAS SINO POR MIS PEQUEÑOS OJOS QUE NADA TIENEN QUE VER CON LOS CHINOS Y SI CON LA DESCENDENCIA DE ALGUNOS ESPAÑOLES DE OJOS CHIQUITOS PERO BUENO Y QUIEN ES CONOCIDO APODO DEL CHINO DESDE NIÑO, RAUL MIRA SUS FOTOS, ASI LO LLAMAMOS CON CARIÑO Y ACABO DE VER SU FOTO MAS JOVEN QUE YO A PEAR DE SER MAYOR GRACIAS