ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
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Pierre de Gaulle, nieto del expresidente francés Charles de Gaulle, declaró en una entrevista para la Asociación Diálogo Franco-Ruso, publicada recientemente, que EE. UU. hace sufrir a los europeos al alimentar el conflicto en Ucrania e imponer sanciones económicas planificadas con antelación.

«Me rebelo y protesto contra esta deshonestidad intelectual en la crisis de Ucrania, porque los desencadenantes de la guerra son los estadounidenses, (...) la otan», acentuó De Gaulle, refiriéndose a las declaraciones de la excanciller alemana Angela Merkel, quien admitió que los Acuerdos de Minsk fueron «un intento para dar tiempo a Ucrania» y reforzar a Kiev en el sentido militar.

Según el nieto del líder de la resistencia francesa durante la Segunda Guerra Mundial, con este enfoque Merkel hizo «todo lo posible para que la otan armara a Ucrania, para sentar las bases de este conflicto», una situación «grave», porque hay «millones de personas que están sufriendo».

«EE. UU. lamentablemente continúa con esta escalada militar, en la que el pueblo ucraniano es el primero en sufrir, pero también el europeo», subrayó. 

Nada de esto puede ser comprensible si no acudimos a la memoria histórica para entender la verdadera esencia y no quedarnos con el efecto de lo que está ocurriendo.

El final de la Segunda Guerra Mundial dio la posibilidad a EE. UU. de modelar el sistema internacional de relaciones. Su objetivo era frenar toda la influencia del socialismo soviético.

Su aliado fue la Europa de posguerra, que también temía las ideas que sus clases explotadas pudieran adquirir, por eso la alineación con los estadounidenses. Una Europa fortalecida por sí misma ha sido eje cardinal en la configuración de su política, la creación de la otan contribuía a ese objetivo.

El general Charles De Gaulle, profundamente nacionalista y defensor de la soberanía, puso en crisis a EE. UU. al solicitar el cambio en oro de determinada cantidad de dólares que circulaban en Francia.

Luego Richard Nixon, presidente estadounidense, se vería obligado, por la crisis del capitalismo de los años 70, a desconocer la equivalencia del dólar con el oro, imprimiendo papel moneda sin respaldo.

Más allá del cambio trascendental de pasar de Comunidad Europea a Unión, Europa mantiene su respaldo ideológico a las posiciones imperialistas de continuar explotando las riquezas del mundo, lo que explica sus posiciones inconsecuentes en las cumbres del cambio climático o de defensa de la biodiversidad; además de su participación en la desintegración de Yugoslavia, en 1999, con el objetivo de hacer desaparecer lo que pudiera quedar de socialismo después del derrumbe.

En medio de la actual crisis del sistema imperialista, Europa apostó, como proceso de salida, al  enfrentamiento de Ucrania con Rusia.

Ya desde 1996, el grupo de presión Proyecto para el nuevo siglo americano, planteaba que, para asegurar las responsabilidades globales, se hacía necesario incrementar los gastos de defensa y el fortalecimiento de las fuerzas armadas, a fin de «desafiar a las fuerzas hostiles, a sus intereses y valores».

Este es el basamento de la política exterior estadounidense, sea demócrata o republicana, según la cual deben debilitar a potencias como China y Rusia, o peligraría su hegemonía mundial.

La guerra en Ucrania va por ese camino, y Europa asume los costos de esta, anulando la corriente que defiende el europeísmo y alejándose, aceleradamente, de la carrera hegemónica global.

Sin haber concluido la confrontación se puede decir que, contrariamente, el proceso de sanciones ha consolidado las posiciones rusas en las regiones o países que se vieron afectados por las consecuencias del conflicto en el comercio internacional.

Otro resultado puede ser la debilidad manifiesta de la OTAN, que ha quedado sin suficientes reservas por el envío de armas a Ucrania, lo que ha hecho que planteen la necesidad de un rearme para insistir en el intento de contender a Rusia.

Por otro lado, la inflación, el descenso de los principales indicadores económicos y la acumulación de problemas sociales acrecentados por la pandemia, reflejan un cuadro bastante incierto.

Habría que incluir que la pérdida de liderazgo de Alemania y Francia, impulsoras de políticas independientes, dejan en una interrogante la soberanía e independencia de la región, justo cuando el panorama internacional resulta en extremo cambiante y complejo, cuyo desarrollo es difícil de prevenir.

En tal contexto, las fuerzas que representan el poder propician, como salida a la agudización de los problemas derivados de las ideas del revanchismo, reclamar territorios que poseían antes de la Segunda Guerra Mundial, algo que va calando en las masas alienadas y explotadas, que favorece el resurgir de ideas fascistas, así como el ascenso al poder de gobiernos de derecha.

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