
Triunfó el Sí en el referendo del Código de las Familias porque hay mucho amor para dar en este país, para hacer futuro, que es decir Patria. Triunfaron Cuba y sus familias, y también los que, democráticamente, en uso de sus derechos y puntos de vistas, votaron No.
Para ellos serán, de la misma forma que para los del Sí, la protección, la inclusión y los afectos de este cuerpo legal.
¿Por qué nació un Código como este en un proceso en Revolución? ¿Por qué alumbra desde el socialismo?
Antes de que irrumpiera en la historia de la humanidad el culto mundo helénico, y de que luego fuera salvajemente destruido –como casi medio mundo–, por el imperio romano, existieron varias formas de organizaciones para la reproducción y la producción. Predominaba la relación basada en los lazos sanguíneos de línea materna. Las mujeres, enaltecidas por su posibilidad de engendrar vida, y el misterio que esto encerraba para los seres humanos, ocupaban un lugar privilegiado en las sociedades primitivas.
Pero se perfeccionaron las técnicas agrícolas, la fundición de metales y otros adelantos que aumentaron la productividad del trabajo, y también salió a la luz la relación entre el coito y la reproducción, lo que dio al varón un valor mayor.
Federico Engels dijo, al valorar aquel giro, que «así quedaron abolidos la filiación femenina y el derecho hereditario materno, sustituyéndolos la filiación masculina y el derecho hereditario paterno. El derrocamiento del derecho materno fue la gran derrota histórica del sexo femenino en todo el mundo (…) la mujer se vio degradada, convertida en la servidora, en la esclava de la lujuria del hombre y en un simple instrumento de reproducción».
Esas palabras del inseparable compañero de Carlos Marx se conectan hoy con la necesidad social del Código de las Familias, que las cubanas y cubanos hicieron suyo luego de un ágora participativa inédita en el mundo, después de 25 versiones, de una amplia consulta popular que determinó los cambios en el texto, y de llevarse a referendo. O sea, no fue decidido en un hemiciclo parlamentario, sino por los hombres y las mujeres destinatarios de este.
Si analizamos el término familia, encontramos que viene del latín, y se refiere a un «conjunto de esclavos»
porque ella, entre los romanos, remitía a la esposa, los hijos y los esclavos que poseía un ciudadano. Como ese grupo era objeto de propiedad del padre, él tenía derecho de vida y muerte sobre la familia (patria potestad), y la cedía en herencia, a través de un testamento, a sus hijos.
Por eso la mujer quedó como fuente de riqueza, porque era la que permitía aumentar la cantidad de hijos de una familia; es decir, la cantidad de fuerza de trabajo disponible para incrementar aún más las riquezas del propietario. El capitalismo heredó el patriarcado, y este, aunque los modos de producción fueron cambiando, se ha expresado hasta nuestros días.
A diferencia del Código de las Familias que Cuba aprobó, esas sociedades, fundadas y dependientes de la explotación del trabajo asalariado, reprimen la sexualidad que no está ligada estrictamente con la función reproductiva. Por eso son homofóbicas, porque no les interesan los sentimientos ni los derechos del ser humano, no quieren saber nada de la comunidad lgtibq+; no les da negocio; tampoco les reporta ganancias la autonomía progresiva, porque pierden el control de lo que sería el dominio sobre las familias.
El modelo de capitalismo neoliberal acusa tales postulados de intentar querer destruir a la familia. Pero es ese mismo sistema el que, al propio tiempo que la glorifica, la hunde, tanto que hasta llega a dejar sin trabajo a una mujer cuando queda embarazada.
Por eso este Código nace de un proceso en Revolución, del socialismo, porque, al decir del Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, «plantea la igualdad plena entre mujeres y hombres, el desarrollo pleno de los derechos sexuales y reproductivos; protege tanto la maternidad como la paternidad; promueve el desarrollo responsable; garantiza la igualdad filiatoria, el respeto al libre derecho de la personalidad, de la intimidad, al proyecto de vida personal y familiar que se escoja, y reconoce el cuidado como derecho. Creo que esa es otra categoría que llevamos a un nivel superlativo con este Código».
Dotar a la nación de una Ley que promueve el amor nos hace más fuertes para seguir enfrentando a los odiadores, que quisieron montar una tendencia negativa hacia ella, pero fracasaron una vez más; continuar venciendo un bloqueo recrudecido, ya no solo genocida, sino también inmoral; y proseguir avanzando en el modelo económico-social que construimos, pues tendremos una sociedad más justa.
Cuando el General de Ejército Raúl Castro Ruz asumió la Presidencia de los consejos de Estado y de Ministros, el 24 de febrero de 2013, dijo: «A mí no me eligieron Presidente para restaurar el capitalismo en Cuba ni para entregar la Revolución. Fui elegido para defender, mantener y continuar perfeccionando el socialismo, no para destruirlo». Aquellas palabras se materializan hoy en el Código de las Familias, como evolución de nuestro sistema, porque al tener base en la sabia del pueblo y en el pensamiento de Fidel, contribuye a robustecer el socialismo.
Al refrendar la norma, Díaz-Canel afirmó que llegar a ese momento resultaba, precisamente, un homenaje a Fidel, a Raúl y a Vilma Espín, fundadores y defensores intransigentes de la esencia humanista de la Revolución, esa en la que germinó, tomó cuerpo y se hizo Ley el Código de las Familias.
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