ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Julio Romero es hoy uno de los más ilustrados entrenadores de pitcheo en Cuba; de los que debiera tener más protagonismo en la preparación de los equipos nacionales. Foto: Ibrahim Sánchez Carrillo

Si no lo hubiera dicho delante de tantos conocidos, cualquiera le hubiera creído. Realmente pudo sentarse encima de una montaña de dinero, porque fue un pelotero irrepetible, y es un cotizado entrenador.

Su trono, desde el que actuaba cual soberano indiscutible, lo asentó en la lomita de lanzar. En ella dictó bandos de cátedra de pitcheo tan eruditos, que hasta los rivales y la afición del equipo contrario no podían hacer otra cosa que admirarlo.

Uno de los rasgos de Julio Romero es su capacidad de llegar a la gente, de persuadir, no solo a los bates, sino a quien, ofuscado, no encuentra descifrar los lanzamientos de la vida.

«Soy millonario porque vivo en un país de honor».

Esa es su principal cualidad. Con ella ganó 148 juegos de pelota, los bateadores le compilaron para un anémico 214 de average, ponchó a 1 678 y solo regaló 727 boletos, en 2 174 entradas y dos tercios. Si sacamos la cuenta, no llegó a tres bases por juego de nueve entradas, en cambio, retiró por la vía de los strikes a más de 11 por desafío. Su recta, que sobrepasaba cómodamente las 95 millas; la slider a 85, y un abanico de curvas, embelesaron a cuanto scout de la Major League Basseball lo vio. Estuvo por 12 años como uno de los principales lanzadores del equipo Cuba.

«Realmente no nací millonario, fui haciéndome. Lo primero que toqué al salir del vientre de mi madre fueron las manos de una experta comadrona, porque para uno del campo, y negrito, no había ginecólogo ni hospital, el 9 de enero de 1950, en la rural Bahía Honda. Nací en la cama de mis padres, después iba a la escuela descalzo, con mi único pantalón, de saco de harina; y la barriga llena de parásitos».

Volvió a decirle a sus compañeros –como él, ya retirados del deporte activo, junto a quienes celebraba el aniversario 25 de la Comisión Nacional de Atención a Atletas–, que él era millonario. Soy ingeniero civil, topógrafo y licenciado en Cultura Física, y hago la misma cola que todos, como el mismo pan, compro lo que me toca y amo la pelota».

Miró alrededor, a otros acaudalados, y les dijo «Soy millonario, porque soy revolucionario». A lo mejor un joven lanzador no entiende hoy a Julio; él lo sabe, porque ve a diario cómo, en las redes sociales, satanizan todo lo que se parezca a lo que hemos construido. «Tenemos que asaltar esas redes con la verdad, y fuera de ella ponernos a trabajar duro, hay que decirle a nuestra gente que a Cuba la dio a conocer en el mundo el deporte, un joven como el que hoy se viste de Industriales, de Vegueros o de Avispa, y eso le molesta a quienes nos atacan y nos injurian con una sarta de mentiras. Los irrita, siempre les ha dolido lo que somos, o lo que hemos sido capaces de ser y de hacer, frente a todo su poderío».

Cuando él era uno de esos muchachos de hoy, de la modesta y al propio tiempo rica pelota cubana, ponchó a Barry Bonds y a Mark McGwire, dos que fueron

grandes ligas. El primero, el que más jonrones ha pegado en ese beisbol, con 762, y el otro, con 583, en el puesto 11.

Millonario o no, Julio es rico, y está dispuesto a seguir enriqueciéndonos, con sus conocimientos, porque como dijo su compañero de equipo y eximio analista beisbolero, Juan Antonio Martínez de Osaba y Goenaga, él «abraza la pelota desde una condición culta». Él es uno de los imprescindibles.

COMENTAR
  • Mostrar respeto a los criterios en sus comentarios.

  • No ofender, ni usar frases vulgares y/o palabras obscenas.

  • Nos reservaremos el derecho de moderar aquellos comentarios que no cumplan con las reglas de uso.

Emilio dijo:

1

26 de febrero de 2025

11:36:03


Magnífico atleta. Ejemplo dentro y fuera del terreno, humilde y sobre todo muy respetuoso.