ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

Varias veces le escuche la anécdota del día en que fue profesor del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, quien le pidió, en 1985, tras la Copa intercontinental, que le enseñara el agarre de uno de sus envíos que se movía muchísimo. «Él buscó una pelota, y yo le mostré cómo se hacía».

Si la elegancia fuera la principal virtud sobre la lomita del diamante beisbolero, él hubiera ganador el Gran Premio. Aunque le sobraban atributos para cualquier galardón, sus elásticos movimientos dibujaban una danza encima del montículo que hipnotizaba a los bates rivales.

Ver lanzar a Jorge Luis Valdés era un espectáculo. Bautizado por su mamá, para siempre, como Tati, él le regaló ese privilegio a Cuba, a Matanzas y a su Jovellanos natal, inagotable cuna de eximios peloteros. Allí, en el municipio, como debe ser, el propio director del Inder de entonces, Víctor Secada, lo captó para la Escuela de Iniciación Deportiva Escolar.

Desde ese instante hasta hoy, cuando lamentamos su despedida física, a sus 63 años, Tati vivía en su pueblo, en los estadios, en las casas, en los centros de trabajo. Se ganó el cariño de los matanceros y los de todo el país, porque fue casi invencible.

A partir de 1977, año en el que apareció en la tabla de lanzar de las series nacionales, enfundado en la casaca de Citricultores, se vio su calidad, justo en el primer partido, frente Orientales, en Las Tunas.

En 20 campañas ganó 234 juegos, proeza que la afición resumió en el epíteto el Zurdo de oro. Esa cantidad de éxitos solo ha sido superada por la torre pinareña, Pedro Luis Lazo, con 257.

Con el equipo Cuba se estrenó en los Juegos Centroamericanos de 1982, en La Habana, y fue prácticamente imbatible, con 30 victorias y un solo revés; logró un juego de cero jits cero carreras, en los Panamericanos de 1991, contra Canadá, lid en la que blanqueó a Estados Unidos.

Campeón olímpico, cuatro veces del orbe, cinco en copas intercontinentales, tres coronas panamericanas, y la misma cantidad en los Centroamericanos y del Caribe, se inscriben en una excelsa obra.

Jamás olvidó el cero jit cero carreras que le tiró a Villa Clara, el 31 de enero de 1984, ante una de las ofensiva más temidas y versátiles de la pelota cubana. «Cuando terminé, fue cuando más nervioso me puse; no sabía qué iba a hacer».

Sí, era un fumador empedernido, se pasó en tragos, y le hizo daño; pero su nobleza sin igual lo distinguía, con su sempiterna sonrisa. Con ella nos quedamos.

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