ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Ulicer Aguilera mejoró su marca personal hasta 62,51 metros en París-2024. Foto: Calixto N. Llanes

Ulicer Aguilera Cruz une la suerte de su vida a la de sus lanzamientos. Primero lo intentó en el beisbol, cuando alternaba el desempeño desde la lomita con la segunda base, mientras ejercía como trabajador social en su municipio de Banes, en Holguín.

A los 21 años lo invitaron a un evento de paratletismo. Le prestaron, en una Secundaria Básica, su primera jabalina, y la envió a más de 34 metros. En pistas de tierra y estadios de pelota, con implementos carentes de los rasgos idóneos, entrenó ocho años con Félix Campañá Veloz.

«Lo considero mi padre, me preparó de forma integral; a él debo toda mi trayectoria, aunque después me acogió, en el equipo Cuba, Xiomara Rivero, sucedida por Ramón González, y también les agradezco».

Desde 2015 estampaba marcas internacionales, pero debutó en el Abierto Nacional de Barranquilla, en 2018, con oro y récord continental en su prueba, más un título y un segundo lugar en los relevos 4x100 y 4x400 m, méritos para el reconocimiento como mejor paratleta del país en ese periodo anual.

«Miriam Ferrer me preguntó si me atrevía a correr, porque le faltaba una posta y esa justa brindaba cupos para los Panamericanos de Lima-2019. Acepté, me sentí cómodo, y logramos el objetivo, aunque los organizadores excluyeron ambas carreras.

«Yo creía que tenía el puesto seguro en la jabalina, pero no. Lo alcancé un mes antes, con la plata y el disparo líder del área en el Grand Prix de Bydgoszcz, Polonia. Mi actuación dorada y mi nuevo registro regional de 59,12 m en Lima son mis recuerdos más lindos. Luego me sorprendió el cuarto escaño en el Mundial de Dubái, y comprendí que podía brillar al más alto nivel».

Como jabalina en vuelo, el crecimiento de Ulicer pronto padeció una caída en el césped del coronavirus: el contagio de sus compañeros impuso siete aislamientos y retrasó la partida a una base previa a los Paralímpicos de Tokio, en 2021, en los que superó dos veces su tope y estuvo cerca de las preseas.

Coronó 2023 con dos lauros monumentales, primero en el Mundial de París. «Antes estuve dos semanas con hipertensión, bajé nueve kilogramos, pero me sobrepuse y alcancé bronce, a diez centímetros de mi récord personal. Todavía no lo creo.

«Para Santiago-2023 recibí una excelente preparación, con ajustes, a fin de aumentar la fuerza y la velocidad de la carrera, a partir de una disminución de los pasos». Allí se hizo campeón, aunque estaba muy excitado, «pero cuando quebré los 60 metros confirmé mis posibilidades de medalla en París-2024».

Después una lesión en la espalda, lo disminuyó en pos de subir al podio mundial de Kobe, en el propio 2024, aunque volvió a superar los 60 metros.

«En la ciudad española de Pamplona, gozamos de todas las comodidades, a fin de alistarnos para los Juegos de París. Logré allí más de 61 m, aunque en prácticas raramente me aproximo a mi estado óptimo».

Sin embargo, «a ocho días de mi final paralímpica, mientras saltaba en un cajón, apoyé mal el pie izquierdo y me rompí el solio. Pasé tres jornadas en silla de ruedas; en la cuarta levanté pesas y en la quinta le insistí al profe competir de alguna manera. Ideamos cómo lanzar de lado e incrementamos la cantidad de pasos, en busca de más impulso, aunque fue complicado adquirir la coordinación, pero salió bien.

«El médico Eduardo y el fisioterapeuta Jorgito estuvieron pendientes cada minuto: aplicaron mucho hielo, exigieron reposo, me buscaban hasta la comida para no moverme. Mi compromiso de batirme en el Stade de France me ayudó a recuperarme».

«Durante la prueba siempre me mantuve concentrado, incluso cuando me desplazaron de las medallas. Según me confesó el español Héctor Cabrera, le arrebaté el bronce porque, al contrario de él, nunca me desesperé. Cumplí la promesa de convertir París en mi faro: como Ciudad Luz, me iluminó para alcanzar mis mejores resultados».

Ulicer valora a Guillermo Varona como un hermano y a Ramón González como padre de ambos; los suma a su familia, su mayor motivación. Lo colmó de felicidad el título de Hijo Ilustre de Banes y sueña una escuela de paratletismo para reunir el talento de su provincia.

Con su jabalina apunta a Los Ángeles-2028, aunque a sus 35 años el objetivo aparece en el estadio de su vida tras la neblina de la incertidumbre. Apodado «el poeta», ya grabó su nombre con los trazos de sus disparos y forjó su otro apodo: un verdadero «gallito de pelea».

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