ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Lorenzo Pérez alcanzó una medalla de oro, una de plata y dos de bronce, en su paso por la natación de los Juegos Paralímpicos. Foto: Calixto N. Llanes

La mayoría solo conoce playa Las Coloradas por el desembarco del yate Granma, pero sus olas también acunaron el nacimiento de otra leyenda, Lorenzo Pérez Escalona, el único nadador cubano titulado en piscinas paralímpicas y mundialistas.

Inmerso en la recuperación del huracán Dennis en su municipio, Niquero, el desplome de una pared le impidió caminar desde el 24 de agosto de 2005; aunque, por su voluntad, anduvo unos meses más.

Cuando lo trasladaban a una institución de salud, tras el accidente, aquel joven estudiante de Contabilidad y Finanzas, convertido recientemente en padre, sintió grandes deseos de vivir. Lo motivaron su fe en el altísimo, su fortaleza de espíritu, el respaldo de su familia y amigos, y los ejemplos observados en el Hospital Julio Díaz.

«A propuesta de Andrés Labrada, el metodólogo del deporte para discapacitados de mi territorio, en 2006 comencé a practicar en el mar, ubicado a 44 metros de mi casa, con la guía del atleta Hernán Tamayo Piñón. 

«Debuté en torneos oficiales en 2008, en el Ateneo de Matanzas, una instalación de curso largo que me pareció un océano. Allí detonó mi carrera, y empecé a soñar cuando terminé segundo en 50 y 100 metros del estilo libre, muy cerca del monarca panamericano en Río-2007, Rafael Castillo.

«Desde 2009 conquisté varias veces la primacía nacional, pero continuaba al margen del equipo Cuba. Dos años después, tras la cita de Holguín, me alejé tres meses de mi actividad, pero cambié de planes cuando me contactó el entrenador Ernesto Garrido.

«Nos convocó a los Juegos Escolares para aprovechar el cronometraje electrónico, en busca de marcas mínimas, pero fallé en mi intento. Conformaron la preselección para los Panamericanos de Guadalajara, y Dieter Morales, de Villa Clara, volvió a su hogar y me abrió una brecha.

«Me integré a la élite del país el 6 de agosto de 2011, con una adaptación muy violenta. Incumplía todas las sesiones de trabajo y al principio dije: «no aguanto», escondía la cabeza en el agua para llorar, pero nunca me rendí.

«Viajé a la ciudad mexicana sin registro de inscripción y me lancé en finales por tiempo, divididas en heat. Siempre salía en el primero, obligado a esperar por los demás, pero gané las tres distancias (incluidos los 400 libre). Entendí que me hallaba en otro nivel».

Lorenzo conserva un almanaque confeccionado en 2012 –cuando estaba enfocado en Londres–, como recuerdo de su etapa más exigente. También estampó, en la puerta de su habitación, una frase de Fidel sobre el buen deportista –aquel determinado a perseguir sus metas–, y lo inspiraba tras el cansancio de cada fecha.

«Durante una base en Escocia, una lesión arrastrada desde Guadalajara creció en uno de mis hombros y me mantuvo inactivo una semana. Los médicos sugirieron retirarme, pero realizamos una preparación directa a competencia y le pedí al profe: «confía, me encuentro en las mejores manos, en las de dios y en las tuyas».

«Logré el crono más veloz en la eliminatoria de 50 metros, y en la final igualé la plata de Garrido de hacía dos décadas. El hectómetro lucía imposible por el dolor, la segunda mitad transcurrió como una odisea, pero resistí y coroné el esfuerzo con el escalón más bajo del podio.

«Aunque nos sabíamos listos para un buen registro en esa distancia, nos sorprendió el récord del orbe en Toronto-2015, con 1:04.60 minutos. Llegué muy fatigado, con la visión nublada; cuando distinguí al profe con dos manos en la cara pensé en una descalificación, pero miré la pizarra, vi los fuegos artificiales y me enteré de mi hazaña.

«En Río-2016 traicioné la planificación en los 50, y concluí cuarto; alcancé la de bronce en 400, con mucho desgaste, y me quedaban los 100, quizá mi última oportunidad de título ante las incertidumbres del futuro. Conseguí ese sueño con récord paralímpico.

«Valoré el retiro, pero me faltaba el Mundial. El siguiente año, mientras entrenaba en México, experimenté el terremoto del 19 de septiembre; sin embargo, ratificaron la sede y triunfé en los 100, con plata en la prueba más rápida.

«Para Lima-2019 me encontraba en una gran forma, pero pasé 16 días detenido por dengue. Aun así, me impuse en 400 y secundé a los líderes de los otros dos eventos. Hacia Tokio-2020, el coronavirus me provocó anomalías cardiológicas, perdí peso y solo avancé en los 400. Me enfoqué en ellos rumbo a París, luego de un bronce en los 100 metros, en los Panamericanos de Santiago-2023, pero me despedí sin el cierre soñado».

Insatisfecho todavía, con muchas ilusiones por delante, Lorenzo Pérez prepara su tránsito a los lanzamientos del atletismo, y su pueblo seguirá atento a sus nuevas batallas. Pero ya cumplió una promesa planteada cuando ni siquiera ostentaba el cetro nacional: «yo voy a ser la leyenda de las piscinas cubanas». 

COMENTAR
  • Mostrar respeto a los criterios en sus comentarios.

  • No ofender, ni usar frases vulgares y/o palabras obscenas.

  • Nos reservaremos el derecho de moderar aquellos comentarios que no cumplan con las reglas de uso.