ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Rieldis Ortega Barrios es también protagonista de la hazaña olímpica del paratenis de mesa. Foto: Radio Rebelde

Caía la tarde cuando visité el Hotel Copacabana como un soldado con la misión de recopilar la mayor cantidad de entrevistas a referentes del deporte paralímpico provenientes de distintos lugares del país, y reunidos en La Habana para el séptimo Congreso de la Asociación Cubana de Limitados Físico-Motores (Aclifim).

Apenas crucé la puerta, escuché sobre la rotura de los elevadores, y la necesidad de trasladar a los delegados a otra instalación. Las circunstancias destrozaron mis planes y sembraron la disyuntiva: me quedo o me marcho.

Para romper la incertidumbre de la espera, prendí el micrófono ante el entrenador Rieldis Ortega Barrios, mientras su atleta, Yunier Fernández, primer campeón cubano del tenis de mesa, en París 2024, recibía múltiples muestras de admiración.

«Comencé en este deporte en Guanajay, en Artemisa, y participé en eventos nacionales desde la categoría 13-14 años hasta los juveniles. En la Sub 21 gané oro y bronce en dobles y tercer puesto por equipos.

«Tras el Servicio Militar y la licenciatura en Cultura Física, debuté como entrenador en mi área, sin especialidad ni cursos de capacitación, pero la experiencia de la vida constituye la mejor carrera para superarte.

«Me integré con competidores en situación de discapacidad en la antigua demarcación de La Habana y, tras la división político-administrativa, seguí con Yunier Fernández, el único artemiseño, mi amigo desde la escuela. Le agradezco a mi antecesor, Pedro Quintana, por confiarme la continuidad de ese trabajo. Empezamos en 2004 y en 2005 ganamos el primer título nacional.

«Nuestra vida transcurre como la de cualquier familia, lo hacemos todo juntos cuando estamos en concentración. Mi orgullo reside en ser quien está a su lado para ayudarlo».

En ese momento me encontraba muy lejos de imaginar una oportunidad de convertirme en testigo privilegiado de esa infinita vocación de amor. Pero llegó el aviso de un inminente viaje al Hotel Meliá Cohiba y, sin dudarlo, me sumé a esa íntima aventura.

Detuve la grabación más de una hora mientras Rieldis contribuía a cargar hacia el ómnibus a las personas impedidas de subir por sus pies. A pesar de los inconvenientes por la demora, me atravesó un convencimiento: estas vivencias engrandecerán la entrevista. Ya en nuestro destino, mientras aguardamos en la recepción, reanudamos el diálogo.

«En los partidos me invade una sensación muy grande. Intento calmarme, pero por mis venas corre la sangre del cubano. Fui atleta, me veo junto a Yunier en la mesa y disfruto y me duele cada tanto.

«Cuando perdimos en cuartos de final en Tokio-2020, lloramos de tristeza y nos propusimos llorar de nuevo, pero de alegría. Nos creamos el sueño de coronar en París nuestro mayor objetivo, y aquí está.

«Nos faltaba competencia y la posibilidad de contar con la triada médica completa desde el inicio. Gracias al Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación (Inder), tuvimos bases en Colombia y España y eventos en Eslovenia y Tailandia. Además, se integró una compañera excepcional, la sicóloga Anel Ruiz Medero, quien dotó a Yunier de paciencia, sin quitarle el ímpetu.

«Solemos entrenar las mañas en las que él obtiene ventajas. Este año nos enfocamos en unirlas con un juego más activo. En la final de París, contra el británico Robert Davies, el plan se basó en ataques fuertes, servicios de velocidad encima del cuerpo y mantener el intercambio.

«Mi familia es mi motor impulsor, me transmite la esperanza y la confianza de lograr nuestras metas. Mis dos mayores tesoros, mis hijos José Dariel y Josué Darien, quieren a Yunier como su tío y lo siguen.

«Cuando estaba en la base de Pamplona perdí a mi tío y todavía lo siento, y Yunier lo sufrió conmigo. Hablamos por última vez en Tailandia, y me aseguró que este era el año de nosotros. Se convirtió en una inspiración para los dos y cumplimos: le llevé la presea y la puse sobre su bóveda».

Al terminar el diálogo, abordé a su pupilo en medio de una cena, a la que acudí sin invitación, pero, por suerte, nadie lo advirtió. Con la tarea realizada me dispuse a salir, pero necesitaría un canoista para remar calle arriba debido a las penetraciones del mar en el cercano Malecón, provocadas por el huracán Milton.

Aislado, sin registro en el hotel y urgido de una cama para pasar la noche, llamé a Rieldis y me abrió su habitación. A la mañana siguiente, una empleada, lista en mano, me impidió colarme en el desayuno, pero el entrenador practicó una de sus tácticas y, resolvió ese punto.

El trabajo periodístico cedió a una convivencia en la cual las palabras fueron escenas y las lecciones vitales; mientras, nos preparábamos para otra jornada inolvidable en la fecha de clausura del Congreso del Aclifim.         

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