
Después de 22 series nacionales en las que lanzó en más de 400 partidos, varias incursiones en el equipo Cuba, y hasta un juego de cero jits cero carreras, Bladimir Baños siente que ha llegado el momento de decir adiós.
Cuenta que los entrenadores le dicen que aún podría continuar un par de años, pero prefiere no correr el riesgo de perder facultades y dejar una mala imagen en la afición.
Dueño de un control admirable y una recta que pasaba de las 90 millas, el derecho de El Guayabo, una zona muy humilde de Pinar del Río, comenzó en el beisbol con nueve años, y antes de tomarse en serio su carrera como pitcher, había jugado en la tercera base y el campo corto.
Baños recuerda que no fue hasta los juveniles cuando se decidió a ser lanzador, y que su llegada al equipo pinareño de mayores, junto a hombres de la talla de Omar Linares y Pedro Luis Lazo, significó hacer realidad un sueño.
Transitó por lo que se conoce como «la pirámide», y siendo muy joven tuvo la posibilidad de vestir la camiseta de la selección nacional. La primera vez fue en 2006, con 23 años, y confiesa que lo considera la experiencia más importante de su vida.
Además de Pinar del Río, jugó como refuerzo con Ciego de Ávila y Las Tunas, y en la lix Serie Nacional (2019-2020) militó en Industriales. Por aquel entonces, recuerda que atravesaba por un mal momento en la provincia, y que el mentor Rey Vicente Anglada le abrió las puertas de la selección de la capital.
De aquella experiencia guarda gratos recuerdos. «Marcó mi carrera deportiva, porque con Industriales logré volver al equipo nacional y representar a nuestro país en el Premier 12».
En Pinar del Río, sin embargo, hubo quienes lo criticaron por esta decisión. «Todos saben de la gran rivalidad entre Pinar e Industriales, y al verme jugando con ellos, algunas personas decían que había traicionado la camiseta».
Pero advierte que eso jamás pasó. «Nunca he dejado de sentir por mi provincia. Lo que sucede es que estaba transitando por una situación complicada y los Industriales me recibieron con los brazos abiertos».
En diciembre de 2010, protagonizó una hazaña que pocos pitchers han conseguido: en el estadio de San Juan y Martínez, lanzó un partido sin carreras ni jits. «Fue muy emocionante, pues lo hice contra Matanzas, que en ese momento metía miedo, y en un terreno de un municipio, que es más corto».
Para ser un buen lanzador hay que tener disciplina y voluntad. A sus 41 años, explica que el secreto para permanecer tanto tiempo en el alto rendimiento está en proponérselo en serio, y trabajar muy duro para mantener la forma física. Pero «jamás lo habría logrado sin el apoyo incondicional de mi familia».
De todos los rivales en series nacionales, cuenta que fue Sancti Spíritus el que más difícil se le hacía. «El bateador más temible, Frederich Cepeda, es un pelotero que no se va con bolas malas».
Asegura sentirse satisfecho con su carrera y todas las alegrías vividas en estos 22 años, desde el título de campeón nacional con Pinar del Río hasta el privilegio de haber jugado en un Clásico Mundial.
Más que por sus 152 victorias, sus 1 220 ponches o su actuación en partidos cruciales en Cuba y en el exterior, le gustaría ser recordado como alguien que siempre sudó la camiseta en cada salida al terreno.

















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Guido linares Joffre dijo:
1
17 de octubre de 2024
15:16:17
Yangel Rodriguez dijo:
2
17 de octubre de 2024
23:24:48
Ernesto Moreno García dijo:
3
18 de octubre de 2024
21:56:01
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