«No me arrepiento de haber dejado mi carrera individual. Lo mejor que me ha pasado es correr junto a Omara, pienso que estaba destinado para mí. Me siento súper contento y orgulloso de contribuir a sus logros, y si volviera a practicar deportes, lo haría con ella».
Yuniol Kindelán parece «condenado» al segundo plano de la fama –aunque esa palabra nunca le robó el sueño–, pero nadie podrá borrar cada letra de su nombre en la mayor historia de triunfos del deporte paralímpico cubano, con dimensión legendaria en todo el mundo.
Aquel niño intranquilo conoció el atletismo por unas pruebas en su escuela primaria Concepción Arenal, de La Habana Vieja, e incursionó en los 400 metros, en el equipo nacional juvenil y de mayores. La falta de progresión en sus marcas le cerró ese camino, pero encontró su verdadero carril cuando la ya estelar corredora Omara Durand sufrió un agravamiento de su debilidad visual y necesitaba un guía.
–¿Cómo llegó la propuesta capaz de cambiar tu vida?
–Miriam Ferrer –la entrenadora de Omara– y yo nos llevábamos bien. Un día me hizo esta propuesta y la vi como un reto más, bien difícil por su novedad para mí, pero me gustan los retos.
–¿Miriam te contó qué cualidades apreció en ti para entregarte esa responsabilidad?
–Confesó que siempre, a pesar de la juventud, me vio responsable, disciplinado, dedicado al entrenamiento. Esta excelente entrenadora no se equivocó, los resultados ilustran todo cuanto conseguimos.
–¿Cuánto les tomó entenderse en la pista y qué importancia poseen los vínculos humanos entre corredor y guía, más allá del deporte?
–Nos costó trabajo la coordinación, sobre todo en la arrancada, no salía de ninguna manera, pero, sin saber cómo, una vez la logramos y, a partir de ese día, ya no tuvimos que ensayarla nunca más. Nos ayudó la condición de derecha de ella y la mía de zurdo.
«En cuanto a la relación, aunque nunca nos habíamos hablado, cuando empezamos a trabajar desarrollamos una conexión, en la cual descubrimos lo mucho que teníamos en común, y cosechamos una amistad, a tal punto de que hoy somos hermanos».
–Para varias personas, ustedes se desempeñaban mejor en 400 metros. ¿Cuánto pudo influir tu pasado individual en esa distancia?
–Mucho, ese evento… no te voy a decir que me encantaba porque no le agrada a nadie, duele mucho, pero era el que mejor dominaba, y pude enseñarle a Omara. Ella prefería los 200, a mí también me gustaba, pero sentía mayor comodidad en el más largo.
–¿Cómo aprendiste a correr las otras distancias?
–Cuando actuaba de modo individual, competía en 400 metros y en ocasiones en 200, pero nunca incursioné en cien. Mi arrancada era pésima, pero Miriam me ayudó a pulir ese momento de la partida con ejercicios, pesas, saltos. Mis cien metros se los debo a Miriam.
«Aun así, me ponían nervioso, porque otros dúos reaccionaban súper bien, y nos creaba aquella dudita de que nos salieran un poco por delante, y nos obligaran a esforzarnos para alcanzarlos».
–¿Qué importancia posee la voz del guía?
–Es muy importante en las carreras contar con alguien que te dice: ¡Dale, lo estás haciendo bien!, y te corrige aspectos técnicos. Según Omara, eso le daba tranquilidad. En las pruebas cortas le repasaba elementos de la técnica, y en los 400 metros le brindaba ánimos para encontrar la relajación, porque se hallaba más tensa».
–A un año de trabajar juntos, llegaron tres oros y récords mundiales en los Paralímpicos de Río. ¿Tu certamen preferido?
–Antes participamos en el Mundial de Doha y, si mal no recuerdo, implantamos cuatro récords mundiales. Entonces, en Río… todo atleta quiere intervenir en unos Juegos. He celebrado cada una de mis medallas, pero esa devino mi primera experiencia como campeón en citas múltiples, y siempre la tendré presente».
–¿Cómo vivieron la carrera de despedida en París?
–De forma sentimental. Calentábamos y hablábamos poco, porque si nos referíamos a la competición nos habríamos sentido mal. En el túnel para salir a la pista nos abrazamos y dijimos: «Esta es la última, vamos a hacerla bien». Al finalizar, nos volvimos a abrazar, ella me aguantó, lloró y le expresé: «Ya, terminamos, felicidades y vida nueva. Vinimos por tres y cerramos por todo lo alto».
–Tras guiar a la mejor de la historia, ¿para qué comenzar de cero?
–Los dos podíamos seguir, pero nos aquejan problemas de salud que dificultarían la práctica deportiva. Yo, últimamente, estoy igual, antes casi nunca sufría lesiones, y en los últimos tiempos me persiguen. Llega el instante cuando el cuerpo te pide parar. También le debo tiempo a la familia, a mi hijo, Mateo Kindelán.
«Además, no me veo como guía de otra persona ni pienso poder superar con alguien más lo que conquisté con Omara. Debíamos terminar como empezamos: juntos».

















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Jose dijo:
1
27 de septiembre de 2024
07:19:00
Abel dijo:
2
28 de septiembre de 2024
15:28:25
HAMILTON RAMÍREZ SÁNCHEZ dijo:
3
30 de septiembre de 2024
07:31:16
Osiris Barberia Elejalde dijo:
4
30 de septiembre de 2024
08:06:25
Osiris Barberia Elejalde dijo:
5
30 de septiembre de 2024
08:07:53
Caridad Lafferte Sardiñas dijo:
6
30 de septiembre de 2024
22:50:42
Idalmis Méndez Neyra dijo:
7
3 de octubre de 2024
20:11:48
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