Imagino la mueca del paria neoyorkino en la noche del pasado día 12, cuando el avión de Air France abrió la escotilla en la pista de la terminal aérea José Martí, y apareció lúcida la bandera cubana en manos de Mijaín y Erislandy; albor naciente al pie del lustre imborrable. Esa carga simbólica no la soporta un frustrado.
Absorto en su autocontemplación, y engreído más que el Narciso de la antigua leyenda griega, el paria de marras, al que prefiero llamar «señorito resentimiento», otra vez estornuda vilezas contra la tierra que fue su cuna y ahora es blanco de su veneno.
La frustración le pasa factura, el arribismo acabó amputándole hasta el sentido común, y desde su apostasía apuesta de nuevo a la frágil probabilidad de tomarle el pelo al planeta.
Resentimiento ahora dice que Mijaín López es el «último fulgor del movimiento deportivo cubano». Creer que el mundo morderá el anzuelo de una caricatura prosaica no pasa de un tosco desprecio a la capacidad humana de discernir.
En el protagonista de la leyenda cubana rematada en París, el resentido presagia el deceso de un movimiento deportivo exitoso y el prólogo de una era «en desgracia». Ignora nombres como los de Héctor Milián y Raúl Cascaret –por solo citar dos-, luminarias mundiales que un día colocaron sus zapatillas de gladiadores sobre el colchón, y su adiós no extinguió la «llama» de venideros triunfos.
Le recomiendo que averigüe cuántos titulares olímpicos regresaron de París sin revalidar su corona, que le añada los intentos fallidos de monarcas del orbe de llegar al podio; que agregue a los recordistas mundiales y a otros a los que en disímiles disciplinas les auguraban medallas y no pudieron ganarlas.
Todo eso rebasa los 30 pronósticos no cumplidos. Entre ellos hay tres –solo tres cubanos–, suficientes para el espectáculo detractor que el señorito ensaya, tal cual lo hace con los de la Isla que representaron a otras banderas, como si en eso fuéramos excepción.
El émulo de Narciso aprieta el obturador de «la negritud antillana», en alusión a tres de aquellos atletas; sospecho que incuba algún hongo de supremacía racista.
Ignoro si sabe que Armand Duplantis, el fenomenal pertiguista sueco retador de las nubes, nació y creció en EE. UU. y que, como él, muchos otros atletas no cubanos compiten con nacionalidad adoptada, representando sobre todo al país estadounidense y a potencias europeas que usan sus riquezas para succionar talentos.
Pero, si de Cuba es la procedencia, hay que darle cataclísmica dimensión al asunto; para eso hay dineros y tipos como el sujeto de marras, dispuestos a ganárselos a costa de serviles indignidades.
Para los vulgares que, en ataque de frustración, usaron impúdicos adjetivos contra Mijaín, el señorito resentimiento los llamó «envilecidos», y por fin coincidimos en algo. Pero para disimular su dolor por la gloria de Cuba y de Mijaín, trata de darles cariz de pueblo a los «tres gatos» autores de la insolencia. Es la cúspide del cinismo, un ultraje al pueblo verdadero, ese que con orgullo venera al dios de la lucha greco.
Fácil no ha de haber sido para el personaje permanecer a la caza de al menos una expresión de desánimo en Julio César, Arlen, Idalys, Leyanis, para formar su alharaca; ¡15 días en vigilia sin encontrar lo que deseaba! Compadezco su decepción.
Lo imagino asustado por la altivez de los que bajaban de la aeronave en La Habana, «materia prima» no apta para alimentar su panfleto.
Acaso nació de ese malogro algún miedo; el paria neoyorkino temió que lo echaran del «círculo de plata (money)» en el que se reconoce, a prueba de delatora sinceridad. Tal vez alarmada se activó su voz interior (la de la frustración).
De haber sido así, esa voz amplificó lo «mezquino y muy poco elegante» que lleva en sus entrañas.
El pasado 12 de agosto la mezquindad no lo dejó ver sobre la noche iluminada de Cuba, a la Isla que orgullosa venía de París, para besar a la patria.
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Juan dijo:
1
22 de agosto de 2024
23:07:12
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