El regreso de los Juegos y la locomotora humana

Tras 12 años de ausencia, por la Segunda Guerra Mundial, Londres acogió el regreso de los Juegos Olímpicos. Sin embargo, la decimocuarta edición estuvo marcada por esa conflagración, tanto que la maltrecha economía de posguerra hizo que fuera bautizada como los Juegos de la austeridad.

La capital británica pasaba por un proceso de reconstrucción para sanar el impacto de los bombardeos alemanes, que costaron la vida a más de 30 000 londinenses. La población carecía de bienes básicos, por lo que muchos de sus habitantes rechazaban la celebración.

No se construyó ninguna instalación olímpica nueva, se utilizaron las que existían. El estadio de Wembley, el mismo que acogió este mes la final de la Champions League, lleno de adelantos técnicos, fue adaptado a fin de ser el recinto olímpico, con una pista de ceniza para el atletismo.

Más de diez años sin Juegos derivó en que muchos atletas dejaran atrás sus mejores años de rendimiento, y otros fallecieron durante la guerra. Ese fue un alto costo para Londres-1948 en el orden deportivo, pues el número de marcas fue muy bajo con relación a otras citas.

Aun así, la neerlandesa Fanny Blankers-Koen, conocida como el rayo holandés, ganó cuatro títulos en el atletismo; Alice Coachman fue la primera mujer afroamericana en lograr una medalla de oro, y el máximo medallista fue el gimnasta finés Veikko Huhtanen, con cinco preseas, tres de ellas de oro.

También tuvieron sus primeras veces los trabajadores voluntarios, tradición que se ha mantenido hasta hoy; tampoco antes las competencias de natación se habían celebrado en albercas techadas, como en Londres, en el Empire Pool, actual Wembley Arena.

Pero tuvieron una última vez. Allí terminaron las competiciones artísticas, recompensadas con medallas, introducidas en Estocolmo-1912, en escultura, pintura, música, literatura y arquitectura. El Comité Olímpico Internacional (COI) cuestionó su permanencia porque el número de participantes ya había bajado en Berlín-1936.

Muy diferentes fueron los Juegos de 1952. La edición xv, en Helsinki, encontró a una Finlandia que sí tenía, a diferencia de otras naciones afectadas por la guerra, una buena situación económica. Cuatro años más dieron oportunidad a que los deportistas tuvieran una mejor preparación, y eso arrojó que esta convocatoria pasara a la historia como la de más récords olímpicos y mundiales. Solo en el atletismo se superaron 20 marcas bajo los cinco aros, y seis del orbe. Tales registros no fueron superados hasta Beijing-2008.

De tres de esas plusmarcas fue autor el checo Emil Zátopek, al ganar un triplete, aún inédito, en 5 000 y 10 000 metros, y en maratón. Su hazaña le valió para ser apodado como la Locomotora humana, y su felicidad en la capital finesa se coronó con el premio dorado de su esposa, Dana Zátopková, en el lanzamiento de la jabalina.

Zátopek fue de los primeros técnicos del campo socialista que ayudó al desarrollo del atletismo cubano, y a él, acompañado de dos sabios, Enrique Figuerola y Lázaro Betancourt, le debemos el descubrimiento de la gacela oriental, Miguelina Cobián. La santiaguera fue medallista de plata en México-1968, en el relevo de 4x100.

De mucha emoción resultó el encendido del pebetero por Paavo Nurmi, ganador de 12 medallas olímpicas (9 de oro), entre 1920 y 1928. Su llegada sorprendió a Sigfrid Edström, presidente del COI. En 1932, la Asociación Internacional de Atletismo, presidida entonces por Edström, impidió que Nurmi compitiera en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles, alegando que era un atleta profesional por aceptar dinero para viajar a esa urbe. Veinte años después, el presidente finés, Urho Kekkonen convenció a Nurmi para que participara en el acto.

Sí, hubo novedades. Por primera vez, las pruebas de equitación permitieron jinetes que no eran oficiales militares, incluyendo a las mujeres; y por primera y única vez, Luxemburgo apareció en lo más alto del podio, con Josy Barthel, vencedor en los 1 500 metros.