Una de las pruebas más desafiantes del atletismo es la carrera de maratón, establecida en 42 kilómetros y 195 metros. Solo el maratonista es capaz de comprender el reto de economizar sus fuerzas, de sostenerse estable sicológicamente, para que el tedio o la repetición del movimiento no haga aparecer la fatiga; de crear sus propias reservas, a fin de cubrir la inmensidad de la ruta, que es el único requisito en pos de la gloria.
¿Cómo surgió? ¿Cuándo? ¿Por qué es una distancia que no responde a un número cerrado, es decir, 10, 20, 30 o 40?
No me cansaré de decir que la historia del movimiento olímpico es apasionante, y esta, la de los fondistas, es conmovedora.
Es una competencia presente desde los I Juegos Olímpicos de la era moderna, en Atenas-1896, que se convirtió en un homenaje al antiguo mundo griego, aun cuando en los Juegos de entonces no haya traza alguna de una lid como esa.
Una versión cuenta que, en Atenas, las mujeres esperaban saber si sus maridos salían victoriosos o derrotados por los persas, en la batalla en la llanura de Maratón; pues estos habían jurado que, al derrotar a los griegos, saquearían la ciudad y sacrificarían a sus niñas. Ante esa posibilidad, los guerreros decidieron que, si sus mujeres no recibían señales de triunfo en 24 horas, ellas mismas les quitaran la vida a sus hijos y se suicidaran.
Ganaron, pero les llevó mucho más tiempo, por lo que el general Milcíades el Joven envió a un mensajero hasta la urbe ateniense, para evitar que ellas cumplieran con lo pactado. Filípides tomó tanto empeño, después de la dura batalla, que recorrió la distancia de algo más de 35 kilómetros y, al llegar, exclamó: ¡«vik »! (victoria, en griego antiguo), y murió en el acto.
Heródoto dice otra cosa. El historiador afirmó que Filípides fue enviado a Esparta, para pedir ayuda militar y repeler la invasión persa, que avanzaba hacia la llanura de Maratón. Según él, corrió desde Atenas hasta suelo espartano, durante dos días, sobre 240 kilómetros.
El COI tomó la primera versión, y fijó la distancia en 40 kilómetros. Antes, el escritor griego, Plutarco, en su ensayo A la gloria de Atenas, le atribuye la carrera a un heraldo llamado Thersippus o Eukles, no Filípides. Luciano, un siglo después, se la adjudica a Filípides. Otras consideraciones dicen que este tal vez no corrió de Maratón a Atenas, pero como un buen miembro del ejército ateniense, de soldados fuertes y buenos corredores, seguramente sí hizo la ruta desde la hoy capital helena hasta Esparta.
Como quiera que sea, los I Juegos Olímpicos de Atenas-1896 rindieron tributo a tanta épica, e incluyeron, y hasta hoy se ha mantenido en el programa, la carrera de maratón. Entonces, un vendedor de agua, Spiridon Louis, tendió un puente con sus antepasados. Entró triunfante a la meta, después de dos días en oración y ayuno. Hizo delirar a sus compatriotas con el único triunfo de Grecia en el atletismo de esos Juegos.
En aquella primera cita, el húngaro Alfréd Hajós ganó los cien y 1 200 metros de la natación, en el mar, y según él, lo hizo tan rápido porque quiso salvar su vida del oleaje y de la fría temperatura del agua. El estadounidense James Connolly fue el primer campeón de la nueva historia, al ganar el triple salto, y el alemán Carl Schuhmann, el pionero de los multimedallistas, con cuatro lauros, dos en gimnasia y la misma cantidad en lucha.
Pero nada tuvo el simbolismo del éxito de Louis. El cubanísimo profesor de la Universidad del Deporte cubano, Eduardo Bustillo, nos recuerda que en 1908 la carrera asumió su actual distancia, para que el rey Eduardo VII y la reina Alexandra pudieran ver, fácilmente, la línea de meta desde el palco real, en los Juegos Olímpicos de ese año, en Londres. Por eso se agregaron 2 195 metros más.

















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Leidys Escalante Candeaux dijo:
1
24 de abril de 2024
17:12:10
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