ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

Kid Chocolate continúa marcando una referencia boxística. Foto: Archivo de Granma

Contó el cronista Elio Menéndez, quien era como el libro sagrado del boxeo cubano, que una tarde Eligio Sardiñas, en la cantina de San Rafael y Hospital, en La Habana, repartía entre los muchachos hasta la última moneda que llevaba en el bolsillo. Uno de los admiradores del púgil le dijo: «¡Caramba, campeón, si hubiera ahorrado algo, hoy no estaría en la miseria!».

Recordó el periodista que Kid Chocolate miró al intempestivo interlocutor de arriba abajo, como si le clavaran un gancho en el hígado. «¿De dónde sacas tú que yo estoy en la miseria? Apréndete bien esto, y que no se te olvide jamás. Muchos de los que se llaman ricos hicieron su fortuna a costa del dolor y del llanto ajeno. Yo, que no amasé fortunas con el sufrimiento de nadie, sino con mi esfuerzo y mi sudor, me sentí dichoso proporcionando felicidad a los demás. Esa es la diferencia entre un rico pobre y un pobre rico. Los que juegan en la primera novena, toman pastillas para dormir. Yo, que con mi dinero repartí alegrías, me siento millonario y duermo a pierna suelta, porque todavía disfruto del más grande de todos los tesoros: el calor de mi gente. Quien te diga que Chocolate vive en la miseria, dile que es mentira, que, aun sin un centavo, Chocolate sigue siendo rico».

Las palabras de Sardiñas, Chocolate para el pueblo de Cuba, son la mejor respuesta a aquellos que dicen que murió en la pobreza, el 8 de agosto de 1988, hace hoy 35 años. Cuando partió físicamente era entrenador y seguía recordando lo que más le gustaba, bajar del ring sin que lo despeinaran, como si nada hubiera pasado, para después irse con una linda muchacha. Sí, también tenía una ganada fama de Don Juan.

Fue un genio del pugilismo, con golpeo exacto, endiablada velocidad de piernas y manos, y sentido exacto de la esquiva. Así, en 297 pleitos en toda su carrera –profesional o no–, solo perdió diez y empató otras tantas, y estableció el récord de ganar 169 peleas consecutivas, además de noquear a 44 adversarios.

Fue campeón en 1931 y 1932. Llegó a ostentar, simultáneamente, las fajas mundiales del boxeo rentado en los ligeros juniors (1931) y de los gallos (1932). Por eso tenía razón cuando decía: «El boxeo soy yo».

Tan grande leyenda conquistó los azares de la historia, como para no dejarlo morir. Debutó en agosto de 1928 y 60 años después, en otro agosto, pasó a la eternidad, tras un largo padecimiento de sífilis. Por esas coincidencias de la vida él, como otro grande de las 12 cuerdas en la Mayor de las Antillas, Teófilo Stevenson, perdió solo dos veces con un mismo rival. Chocolate ante el italiano Tony Canzoneri, y el gigante de Puerto Padre ante el soviético Igor Vitsoski.

En aquel estreno en Estados Unidos, en una base aérea de Nueva York, los supremacistas le gritaban a su ídolo «acaba con ese negrito». Sin embargo, tras su primera incursión en la élite boxística, la prensa tituló: «Cuidado, de Cuba ha llegado una Nube Negra, le llaman Kid Chocolate».

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