Ciencia e innovación en el soporte de las futuras medallas

En 2022 el movimiento deportivo cubano enfrentó una alta exigencia competitiva, aun cuando en su calendario no aparecieron los más tradicionales eventos multideportivos. Sin embargo, sí se encargó de preparar al que, en materia atlética, es el almanaque más importante.

¿Por qué 2023 es vital? Es un año preolímpico, que como todos los que tienen esa característica, delinea las aspiraciones de cada nación y cada deportista en la escena de más rango: los Juegos Olímpicos. Pero este posee otras peculiaridades. Por los estragos de la pandemia de la covid-19, la cita precedente de Tokio se celebró en 2021, recortando lo que se conoce como olimpiada, periodo entre unos Juegos y otros, a tres años; y tendrá, también, en un mismo ciclo anual, los Centroamericanos y del Caribe, en San Salvador, y los Panamericanos, en Santiago de Chile.

A esas dos cotas hay que sumar los exigentes sistemas de clasificación de cara a la cita bajo los cinco aros, que en 2024 será acogida por París. Son certámenes que recorrerán 2023 y que

cohabitarán con algunos que restan para alcanzar las cuotas a las justas salvadoreña y chilena, previstas en junio y noviembre, respectivamente. Además, se incluyen los campeonatos mundiales y otros eventos de nivel.

Hoy, a diferencia de épocas pasadas, los procesos de puesta en forma óptima no son tan dilatados, precisamente por la proliferación de disímiles torneos. Por ejemplo, en un deporte tan seguido como el fútbol, sus

largas temporadas coinciden con copa de campeones, clasificaciones mundialistas, supercopas de países o lides regionales, en un mismo periodo de tiempo. También les pasa a campañas extensas, como la de nuestro beisbol, que requieren ajustes de ese estado de excelencia.

Para responder a esos retos han variado los métodos de lograr o mantener la forma deportiva, los cuales incluyen un alto componente de los adelantos científicos en la preparación del deportista, exigiendo de los entrenadores un rigor mucho mayor en su actualización y en la creatividad. Han de ser capaces de que sus pupilos, además de saltar más alto, correr más rápido o ser más fuertes, interpreten cabalmente las variables competitivas y de la forma deportiva. Es decir, cuándo tácticamente es mejor un recurso, qué elementos técnicos ponderar en determinado momento y cuáles son sus ventajas sicológicas; por los cambios de reglamento, que son muy frecuentes, dominar teóricamente su deporte y, junto con todo eso, sostener físicamente los rigores que les demandan el adversario y el amplio calendario.

Ahora se trabaja con mayor

intensidad y menos volumen de carga. Algunos llaman a este modelo, prepararse o entrenar al mismo tiempo que se compite. Pero si el binomio atleta-entrenador no cubre esos requerimientos, el éxito no tocará a sus puertas, y lo que podría entrar por ellas serían las muchas lesiones que hoy tenemos en el deporte de alta competición a nivel mundial, por la gran exigencia. En otras palabras, ciencia e innovación pasan a ser soportes imprescindibles de las futuras medallas.

El año 2022 ilustra cuánto empeño competitivo demandó. Y si se pone la mirada en 2023, la concurrencia a cinco eventos multideportivos da la medida de que los números, cuando hagamos un balance similar, serán duplicados. El reto es gigantesco, pero la motivación es aún mayor. Es decir, desde que cerramos Tokio-2020 (en 2021), el deporte comenzó una de sus más intensas carreras, con un solo objetivo: que Cuba llegue erguida y triunfante a la meta.