Artemisa.-Cuando en el año 2006, Ángel María Suárez decidió convertir el pequeño terreno de Ceiba del Agua en un estadio de verdad, mucha gente le dijo que había acabado con el fútbol en aquel lugar.
El paso de un buldócer, con el propósito de comenzar a acondicionar el suelo, no solo había barrido el antiguo campo de cítricos cercano a la escuela Grandes Alamedas –convertido desde hacía tiempo en basurero–, sino también el área con dos porterías, en la cual los niños y jóvenes de la comunidad se inician en el deporte más universal.
Ángel confiesa que durante dos años hubo que trasladar los entrenamientos a los jardines de la escuela, y que fue preciso trabajar muy duro.Pero con el apoyo de muchos amigos e instituciones que aportaron arados, motoniveladoras, camiones y largas jornadas de esfuerzo, aquel espacio se convertiría en un hermoso terreno oficial.
«Un campesino que se dedicaba a aplanar los campos para la siembra, también nos ayudó, y poco a poco fuimos transformando las cosas en lo que es hoy esta instalación», dice.
A nuestras espaldas, el equipo de Artemisa disputaba las últimas jornadas del Torneo Clausura de la Liga Cubana de Fútbol, ante una afición que disfruta a grada repleta del espectáculo deportivo.
Desde 2019, por sus excelentes condiciones, el estadio Grandes Alamedas –como fuera bautizado ocho años atrás–, ha devenido cuartel general de las selecciones artemiseñas de mayores.
«Nosotros habíamos estado mucho tiempo pidiendo que nos concedieran, al menos, un partido por año del equipo provincial. Con eso hubiéramos estado contentos. Hasta que por fin se dio la oportunidad, y no de un partido, sino de la temporada completa de Artemisa como local».
Detrás de este resultado del que vive orgulloso, Ángel Suárez advierte que hay un trabajo arduo y paciente, para sacar primero carretillas de troncos, escombros, vidrios, piedras, y luego ir conformando el césped, arrancando las malas hierbas y los arbustos que retoñaban constantemente.
«Fueron semanas y semanas en eso», rememora este destacado entrenador, quien durante 41 años se ha dedicado al desarrollo del fútbol en territorio artemiseño, y ha llegado a ser el preparador físico del equipo nacional femenino.
Cuenta que además de acoger las competencias provinciales y nacionales de todas las categorías, el terreno de Grandes Alamedas atiende una matrícula de alrededor de 200 alumnos.
«Cuando no hay competencia, regamos las porterías que tenemos y eso nos permite trabajar, al mismo tiempo, con las diferentes edades», explica Ángel María Suárez, y asegura que a la instalación no solo llegan niños y jóvenes de Ceiba del Agua, Pueblo Nuevo y otros sitios del municipio de Caimito, sino también de territorios vecinos.
Además de ayudar a descubrir talentos y a elevar los resultados deportivos de la provincia, el proyecto que comanda ha tenido un impacto social.
«Para la comunidad ha significado algo muy grande. Más allá de que seamos sede de eventos provinciales y nacionales, y de incorporar una gran cantidad de niñas y niños, esto se ha convertido en un espacio de formación de valores, de trabajo educativo y de recreación de la población».
Aunque sin duda ha sido el alma de esta experiencia, Ángel Suárez asegura que «un solo palo no hace monte», y que en el éxito está la dedicación del colectivo de entrenadores, de los obreros de mantenimiento y de la propia comunidad.
La cerca de marpacífico que bordea el campo, por ejemplo, se hizo con la ayuda de los niños, quienes trajeron miles de bolsas vacías de yogur, contribuyeron a llenarlas de tierra y a cultivar las plantas.
A 16 años de que, tras el primer pase de buldócer, algunos le dijeran que había acabado con el fútbol en la zona, confiesa que la realidad ha superado sus expectativas.
«Creo que hemos sobrepasado lo que un día imaginamos que podíamos lograr. Todo esto es como un sueño que se hizo realidad».
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Armando Correa Perez. dijo:
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28 de diciembre de 2022
07:36:59
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