¿Hasta dónde serán capaces de llegar estos seres humanos?, se preguntaba la joven colega Iris de la Cruz Saborit, al reseñar la última jornada del recién finalizado Mundial de atletismo, coronado por tres asombrosas cotas del orbe. Aquella interrogante abrió otra: ¿Existe un límite para esas plusmarcas?
En el programa del adiós, la nigeriana Tobi Amusan, en los cien metros con vallas, pasó los obstáculos a más de 32 km/h desde el metro 30 hasta la meta, para un vertiginoso 12,12 segundos. Antes, la estadounidense Sydney McLaughlin le dio una bofetada al récord mundial de los 400 metros con vallas, en su poder; hizo esa vuelta al óvalo en 50,68 segundos. Un abordaje del analista Ismael Pérez, de Runners World, apunta: «corrió la primera curva en 12,26; en la contrarrecta a 31 km/h, nadie bajó de 12 segundos. Ella sí. Hasta los 300 metros nadie bajó de 13 segundos. Ella sí. En la recta final, cuando aprieta la fatiga, nadie corrió en menos de 14. Ella sí. En la final de 400 metros lisos, que se celebró minutos antes, con este tiempo habría sido séptima».
El otro récord es de un hombre que parece un dios, pues mira al atletismo desde el cielo. Armand Duplantis llevó el tope del planeta hasta los seis metros y 21 centímetros en el salto con garrocha.
Pero, entonces: ¿Hay o no límites humanos para estas proezas?
Un estudio del Instituto Francés del Deporte concluyó en 2008 que los récords mundiales tocarán techo en 2060. Después de analizar más de 3 000 marcas en los últimos cien años, notaron que los atletas aprovechaban el 75 % de su potencial en 1896, mientras que en 2008 ya habían alcanzado cerca del 99 %. No obstante, de acuerdo con otro estudio coreano, de Yu Sang Chang y Seung Jin Baek, publicado en el International Journal of Applied Management Science, estos límites llegarán mucho antes: en diez años.
Desde el punto de vista médico, existen unos límites infranqueables, que residen en la estructura ósea y la fuerza muscular. Los huesos se pueden romper si caen de una cierta altura; los músculos pueden aumentar de volumen y fuerza, pero los tendones, que no varían, difícilmente pueden aguantar más allá de un cierto límite, apunta el analista deportivo Piergiorgio M. Sandri.
Sebastián Coe, mítico atleta de medio fondo y hoy presidente de World Athletics, cree que no estamos «ni siquiera cerca de los límites», mientras Todd Schroeder, profesor de la Southern California University, explica que el ser humano, cuando entra en juego su supervivencia, es capaz de romper barreras. «Es como si su cuerpo almacenara una reserva de energía para situaciones anómalas. El hombre parece no ser consciente de este potencial».
Sandri citó en su investigación a Carlos Alberto Cordente, profesor de la Facultad de Ciencias de la Actividad Física y el Deporte de la Universidad Politécnica de Madrid, quien cree que la mera existencia del límite hace que este se pueda superar. «Los límites que existen son relativos al tiempo y la generación en los que uno vive». Ejemplifica así: «Si Usain Bolt hubiera nacido cuando el récord de los cien metros estaba en 10,3 segundos, seguro que no habría logrado correr 9,58. Si él ha podido hacer ese tiempo es porque, antes, otros corrieron en 10,0; 9,95; 9,92…, y rompieron barreras que parecían inalcanzables». Él cree que el afán de superación del atleta sitúa el listón cada vez más alto.
Piero Galilea es médico en el Centro de Alto Rendimiento en Sant Cugat del Vallès (Barcelona). «No tenemos certeza absoluta de dónde está el límite. Es indudable que hay un tope. Una parte está escrita en los genes, la otra se puede entrenar. Pero nos estamos acercando cada vez más», y agregó que la genética trata de dar respuestas: «Existen unos genes que regulan las prestaciones. En 2005 algunas investigaciones aseguraban que había 170 elementos genéticos con influencia deportiva. Hoy se sabe que hay 250», indicó. Es sabido que la genética se hereda. Así, si los incas habían desarrollado un sistema de correos con atletas que corrían kilómetros para llevar mensajes, no hay que descartar que entre los andinos quede algún rasgo de ese lejano potencial.
En la final del Mundial de Berlín, en agosto de 2009, Usain Bolt asombró a todo el planeta al detener el cronómetro en 9,58 segundos. El profesor de Estadística de la Universidad de Tilburg (Países Bajos), John Einmahl, realizó un experimento científico, publicado en 2011, para calcular el tiempo máximo en el que podría correr un humano los cien metros planos. Llegó a la conclusión de que era en 9,51 segundos. Su colega de Stanford, Mark Denny, mediante un modelo matemático, predijo el máximo de la carrera en 9,48 segundos.
Los chilenos José Irarrázaval y Cristóbal Benavides también se adentraron en esta enigmática aventura, y apuntaron que, «desde el punto de vista científico, la discusión es muy interesante. Un cálculo entretenido es la velocidad máxima alcanzada. Para los Juegos de Beijing (2008), Bolt registró 44 km/h, mientras que Carl Lewis en el Mundial de Atletismo de Tokio (1991) lo hizo a 43,37 km/h. No es mucha la diferencia en casi 20 años, pero si uno quisiera seguir mejorando el récord, se debe resolver el roce y la turbulencia que se produce durante la carrera».
Al parecer, según estos estudiosos, los récords están para romperse. Por lo pronto, ayer, 27 de julio, se cumplieron 29 años de la cota mundial de altura, de nuestro Javier Sotomayor: 2,45 metros.


















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JEGC dijo:
1
28 de julio de 2022
20:37:59
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