El Grand Slam de judo, en París, dentro del concierto de estos eventos, es para el profesor Julio Alderete el más fuerte de todos. Sobre la discreta actuación de los cubanos en el recién concluido certamen conversamos, desde la Ciudad Luz, con el avezado jefe de entrenadores del equipo masculino.
«Nosotros vinimos, esencialmente, a reiniciar nuestra preparación, ya que después del regreso a los entrenamientos de los atletas, el 4 de enero, tuvimos tres semanas de cuarentena por la COVID-19. En varios momentos se interrumpió el trabajo, incluso, dos judocas no pudieron viajar acá por dar positivos en sus pcr, y deben incorporarse aquí esta semana», precisó.
Es decir, la presencia en un torneo tan fuerte no tenía como objetivo una alta cota competitiva, «sino que los más jóvenes comenzaran a pulsar el alto nivel y así evaluar sus respuestas, tanto en el orden técnico-táctico como en el volitivo, pues se enfrentaban a lo más selecto del planeta», argumentó Alderete.
También, dijo, no tuvieron tiempo para el descanso. «Llegamos el viernes, directo al pesaje, al control de los judoguis y a la acreditación; y ya el sábado había que competir bien temprano. Pero hasta ese hándicap forma parte de la preparación; un atleta de combate tiene que estar listo ante cualquier circunstancia, porque estas son muy cambiantes», puntualizó.
Por eso, sostuvo, «no hay motivos para sentirnos defraudados, les habíamos dicho a los muchachos a lo que venían y qué perseguimos con esta gira, que tiene de base de entrenamiento a Francia, desde donde partiremos a otros eventos como el de París, en busca de labrar el camino para llegar en la mejor forma posible a la primera exigencia competitiva del año: el Campeonato Panamericano de Lima, en abril.
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