Su historia en la pelota pasa por haber integrado el equipo Industriales. Con casi dos metros de estatura, zurdo y supersónica velocidad, era todo un talento, pero la dejó, no la abandonó y mucho menos la traicionó. «Creo que tengo un récord, ponché dos veces en un partido a Urbano González, quien como mucho abanicaba cinco veces en una temporada. Aún ni me lo creo».
Los bateadores dicen que él tiraba durísimo. «Es verdad, un día, en el Latinoamericano, lancé una recta tan, pero tan mala, que la incrusté en la cámara de Nilo Hernández, y el juego estuvo sin televisión como tres innings».
EL MEJOR LANZAMIENTO
Al Sur de la capital hay una pintoresca barriada con aires de ciudad, porque el corazón y la voluntad de su gente se empeñaron en convertir aquel monte, de caminos irregulares y de precarias viviendas, casi sin servicio alguno, en un oasis para sus pobladores.
«Porque la otredad lo conquistó desde niño y porque para él no hay imposibles, Gerardo Hernández Rodríguez fue electo delegado del Poder Popular hace más de 40 años, y luego presidente del consejo popular. Sin embargo, si alguien llega allí procurándolo por ese nombre, no lo encontrará, le dirán que no conocen al tal Gerardo. Para su barrio, y para toda Cuba, él es, simplemente, Pupy.
Presentó, en 1984, a las autoridades del municipio de Arroyo Naranjo –donde está enclavado el sitio–, un proyecto basado en la organización y participación del pueblo. Poco a poco, se incorporaron los lugareños al trabajo de hacer sus propias casas, las panaderías, los consultorios del médico y la enfermera de la familia, una tienda, parques infantiles, centros recreativos, escuela y la urbanización de La Coronilla, como era conocida esa zona.
Les pidieron hacer un consultorio en el municipio de Diez de Octubre y cumplieron. Luego, en Managua, levantaron otros 24. En sus predios, para los viales y otras labores, les hacía falta un equipo pesado: un buldócer. Muy cerca de donde dejaban el sudor, en pos de transformación, una empresa constructora plantaba una carretera, y ellos la buscaban todas las noches y la regresaban antes de las seis de mañana.
El Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz siguió la iniciativa, allí, con ellos, incluso le pidió a Pupy que el día de la inauguración lo dejara tumbar la última casucha. Para eso tenía que contar con el buldócer. Volvió a solicitar el equipo y todos se congratularon por lo logrado, porque en Cuba su sistema social presupone la comunión de objetivos y él, diputado a la Asamblea Nacional, desde su primera legislatura, cree incondicionalmente en el socialismo. «No es feo, no es cheo, no es aburrido, pues presupone participar y demanda de unidad. Sin ella y sin participación, no camina, en lenguaje beisbolero, no saca out».
Cuando el 5 de septiembre de 1987 Fidel vio el barrio tan bonito, tras echar abajo ese último reducto, les dijo a Pupy y a los vecinos: «El único lenguaje que conoce la Revolución es el de los hechos». Eso fue lo que hizo aquella gente.
El delegado pretendía un nombre épico para la barriada y le sugirió al Comandante que aquello había sido una batalla, pero este, leyéndole el pensamiento, se anticipó, y valoró con él que no debía llamarse Batalla de las Guásimas, pues qué les dirían a los camagüeyanos, guardianes en su tierra de aquel sitio, bautizado así por el combate que libró allí el Generalísimo Máximo Gómez con su tropa mambisa. «Mejor le ponemos Las Guásimas», y así fue. En una de las sesiones de la Asamblea Nacional, Fidel dijo: «Pupy es un olímpico del deporte y un olímpico del Poder Popular».
LA PELOTA LA LLEVO EN EL CORAZÓN
Pudo vestir el uniforme del equipo Cuba, pero lanzó sus mejores juegos en la comunidad. Hoy ve la continuidad de esa obra en los barrios, «porque es la misma Revolución, no es otra, y eso le molesta al enemigo insensible, sí, pues no concibe al pueblo en el poder y mucho menos empoderado en sus propias decisiones. Me siento orgulloso al ver a Díaz-Canel hacer lo mismo que el Comandante en Jefe».
Entonces, volvió a lanzar. «Claro que extraño la pelota, la llevo en el corazón, hasta tengo un equipito de softbol de veteranos, con muy buenos jugadores: Rodolfo Puente, Rey Vicente Anglada, Pedro Medina, y otros que pasaron por series nacionales. En el dugout mío no se llega tarde, ni hay relajito. Pero fue con el ejemplo de Fidel y de Raúl que yo empecé a dar strike, porque yo era bolón y pico, el control me lo dieron ellos y el Poder Popular, que es la Revolución misma».
La pelota también necesita de la unidad de sus individualidades, afirma el diputado. «Tanto es así, que en mi desarrollo han incidido directamente dos hombres que vieron esa cualidad. Esteban Lazo, presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, y Armando Acosta, comprendían la importancia del béisbol para desarrollar el trabajo colectivo. Los dos jugaban primera base y, para que pudieran alinear, cada uno ocupaba esa posición en novenas diferentes en los juegos que organizábamos».
Siente, como si él mismo perdiera el partido, cada revés. «Debemos cultivar el amor por la camiseta desde temprano. Si los niños y los jóvenes no juegan en el barrio, por su escuela, si no competimos en la base, demora más en brotar ese sentimiento. Hoy hay terrenos vacíos, porque los muchachos no van para regarlos con sus jugadas. En Cuba, donde se juega pelota, no sale yerba».

















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