Tres medallas, una de oro y dos de bronce; dos marcas personales y presencia en cinco finales, con igual cantidad de atletas, es una loable y eficaz actuación. Así cerró su presentación Cuba en el campeonato mundial juvenil Sub-20 de atletismo, en Nairobi, donde los bisoños deportistas emularon con los encumbrados olímpicos que hace unas semanas nos hicieron vivir grandes emociones.
Juan Carley Vázquez Gómez, ganador del título en impulsión de la bala, además de coronarse, mostró que cuando se está bien preparado, basta un disparo. Su triunfo se produjo en el último intento para escalar a lo más alto del podio, con lo cual exhibió su nivel competitivo, pues en esa postrera salida se necesita que todos los componentes de la forma deportiva se expresen a su máxima potencia.
Él estuvo centrado sicológica, teórica, técnica, táctica y físicamente en pos de que la pesada esférica viajara hacia el sitial de honor. Si le hubiera fallado uno solo de ellos jamás alcanzaría los 19,73 metros de la victoria.
Aunque la jabalinista Yiselena Ballar quedó alejada de sus mejores registros sobre los 60 metros, se mantuvo lidiando todo el tiempo en pos de una presea, que era su perspectiva precompetencia, y logró un bronce de mucha valía para hacernos pensar en el regreso de la jabalina a los planos estelares en los que la pusieron las campeonas olímpicas María Caridad Colón y Osleidys Menéndez, o su propia entrenadora, Xiomara Rivero, reina de la prueba en la primera convocatoria mundialista juvenil, en 1986.
Lo de Shainer Rengifo Montoya sacudió a todos los seguidores del atletismo, no solo por su metal bronceado en los cien metros, el único premio de un velocista en la historia de estas lides, sino que él ubicó a Cuba en los cintillos noticiosos del deporte rey, como lo habían hecho Silvio Leonard, autor, al igual que Roberto Skyers, del mejor tiempo de la Mayor de las Antillas, con 9,98; el subtitular olímpico Enrique Figuerola, Leandro Peñalver, Osvaldo Lara, Roberto Simón, o la posta de relevo, plata bajo los cinco aros, de Hermes Ramírez, Pablo Montes, Juan Morales y Figuerola.
Pero lo más meritorio fue la manera en que lo hizo. Alcanzó ubicarse en la final de la justa más rápida del atletismo, mejorando sus cronos cada vez que salió a la pista, hasta conseguir en su principal competición su mejor registro personal: 10,28. Algo similar ocurrió en los 200, al exigirse, en pos de entrar en la disputa de las medallas, tanto que paró los relojes en su cota más alta de su joven aval: 20,58. Esa manifestación es sinónimo de buena planificación del objetivo competitivo y de combatividad a flor de piel.
Ronald Mencía tuvo una buena fase clasificatoria, pero en la final cedió mucho en cuanto a metros y no pudo acercarse a un podio que rebasó sus mejores envíos de por vida. Daylis Cooper, en 800 metros, fue la única que no estuvo en finales, pues en las preliminares resultó descalificada por invasión de carriles.
¿Cómo podemos leer estos resultados en cuanto a proyección? Lo primero es felicitar a los atletas y a sus entrenadores, luego habría que proponerse crecer en la asistencia a esas lides, pues son vitales de cara al desarrollo competitivo y a la responsabilidad con un resultado; y tercero, continuar, paso a paso, sin saltar etapas, para que no se frustre la motivación y llegue al momento cumbre con el mismo ímpetu de cuando ganó una medalla juvenil. No hay que olvidar que la carrera empieza ahora.
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Wilfredo Jesús Blanco. dijo:
1
23 de agosto de 2021
10:22:03
Lazaro dijo:
2
24 de agosto de 2021
03:33:43
Lazaro dijo:
3
24 de agosto de 2021
03:46:42
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