ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Mark McGwire. Foto: AP

Sucedió varios días atrás cuando se desarrollaba en el estadio West Palm Beach, de la Florida, un juego entre Venezuela y Colombia, correspondiente al torneo preolímpico de béisbol. El mentor de la selección cafetera le pidió al árbitro principal que revisara el guante del serpentinero venezolano, alegando que estaba utilizando una sustancia para añadirle a la pelota.

Ante el asombro de muchos resultó que el acusador tenía razón. El lanzador fue expulsado del partido y el guante incautado pasó a ser examinado con mayor detenimiento al término del choque.

Parecería un suceso casual si no fuera porque, a los pocos días, la prensa deportiva estadounidense comenzó a publicar comentarios acerca del extraño fenómeno que estaba ocurriendo en las grandes ligas de béisbol por el descenso apreciable en la ofensiva, con mayor cantidad de ponches y menor número de jonrones por partido.

De acuerdo con los informes de prensa, los pitchers estaban utilizando sustancias adhesivas, entre ellas Spaider Tack, un producto pegajoso que se comercializa en tiendas online, además de la resina de pino, mezclas de loción solar, vaselina u otros abrasivos, y algo que se utilizó en la década de los años 20' del siglo pasado: la saliva.

De lo que se trata es de aumentar la velocidad de giro de la pelota cuando sale de la mano del lanzador, medida en revoluciones por minuto (RPM). Así, el mejor lanzador de los Yankees de Nueva York, Gerrit Cole, aumentó en su recta de cuatro costuras de 2,164 rpm a 2,379, y después a 2,530 en la temporada 2017-2019, pero cuando recientemente se le preguntó si había estado utilizando alguna sustancia para lograr ese aumento, el estelar derecho neoyorquino respondió a los reporteros con evasivas: no dijo ni sí, ni no.

Esto se ha generalizado en la pelota de grandes ligas a tal punto que ya se están tomando medidas. El pasado lunes 21 de junio todos los lanzadores fueron objeto de estrictas revisiones que comprendieron la visera de la gorra, el guante, los cinturones, incluyendo las hebillas, y se anunció que serían castigados (posiblemente con multas a sus salarios) los que fueran hallados culpables.

Sammy Sosa. Foto: Getty Images

ROBO DE SEÑALES

Pero esto de utilizar trampas no es nuevo en esos torneos. En las temporadas de 2017 y 2018, dos equipos, los Astros de Houston y los Media Rojas de Boston resultaron sancionados por el comisionado de béisbol, Rob Manfred, por utilizar la tecnología para robar señas del receptor contrario y enviarlas a sus bateadores.

Emplearon cámaras de video colocadas en el jardín central y enfocadas hacia el receptor rival, lo cual permitía enviarlas rápidamente al dogout para que los bateadores supieran qué tipo de lanzamiento les harían.

Durante la década de los 90 se dio el fenómeno de la ingestión de anabólicos para aumentar la masa muscular y la fuerza, lo que se hizo evidente en la famosa lucha por el liderato de jonrones entre Mark McGwire, de Los Cardenales de San Luis, y el dominicano Sammy Sosa, ganada por el primero. No hubo castigo, pero ni McGwire ni Sosa han podido ingresar al salón de la fama al que tienen derecho por sus extraordinarios rendimientos.

La historia de los tramposos en el béisbol es interminable, y engrosará más si no se le pone freno.

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