ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Foto: Tomada de Internet

En solo dos semanas la Copa América de fútbol pasó de celebrarse por primera vez en dos sedes conjuntas, a tener lugar en el país con los peores indicadores sanitarios por la pandemia de coronavirus en Sudamérica.

El evento de selecciones más antiguo del mundo debía realizarse entre el 13 de junio y el 10 de julio en Colombia y Argentina, pero el estallido social que sacude a la nación cafetera desde abril, llevó a la Conmebol a retirarle la sede.

Aunque el ministro de Deportes colombiano, Ernesto Lucena, reconoció a la pandemia como la causa del aplazamiento, la situación social inclinó la balanza para que, finalmente, la Copa no se realizara allí.

Ante la incertidumbre de si Argentina quedaría como única anfitriona o se escogería otro escenario, Alberto Fernández, presidente de ese país, había declarado a Radio 10 que «si cumplen todos los protocolos, estamos dispuestos a ver la posibilidad de organizarlo solos».

Sin embargo, ante un nuevo confinamiento decretado en Buenos Aires, y el desacuerdo del alcalde de la ciudad con que se jugase en los estadios bonaerenses, la Conmebol anunció que Argentina ya no sería la sede y que Brasil acogería la Copa.

En medio del revuelo mediático que supuso la medida, y no por ello inesperada, el mandatario brasileño Jair Bolsonaro defendió la celebración de la lid, alegando que «la decisión no estaba en discusión y que el torneo no representa un riesgo para la salud. (…)», dijo la bbc.

Brasil es el segundo país del mundo, y primero de América Latina, con más muertes acumuladas por la covid-19, y a su Presidente le siguen anotando goles.

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