ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Fangio dijo que si lo habían retenido, que, si era por una buena causa, entonces él estaba de acuerdo. Foto: Archivo de Granma

Siempre que recuerda aquellos días, Manuel Núñez León viaja en el tiempo. La voz se le agita y sus manos se mueven nerviosas, igual que aquella noche de 1958, en que sacó su ametralladora en el lobby del hotel Lincoln, para paralizar a los agentes de seguridad, a los periodistas y a los mejores pilotos de automovilismo de la época: «¡Levanten las manos! ¡El que se mueva, se muere!».

Eran alrededor de las 9:00 p.m. del 23 de febrero, y el secuestro de Juan Manuel Fangio, el gran campeón argentino de Fórmula 1, estaba en marcha. Habían tratado de hacerlo en Tropicana, en el Hotel Nacional incluso, en el malecón habanero, durante los entrenamientos, pero en esos sitios no hallaron las condiciones para cumplir con la exigencia del Movimiento 26 de Julio: A Fangio no le podía pasar nada.

Manuel recuerda que un año antes, en febrero de 1957, dos grupos de la organización revolucionaria lo habían intentado, sin éxito, durante la primera edición del Gran Premio de Cuba, organizado por la dictadura de Fulgencio Batista para tratar de dar la imagen de un país en calma. Con tal precedente, en la segunda versión del evento, la tarea recaería en otros dos colectivos, y uno de ellos estaba comandado por Manuel.

Las horas pasaban y la carrera, fijada para el 24 de febrero –fecha elegida por el tirano, evocando el reinicio de las guerras de independencia–, se acercaba. «Tratamos por todos los medios, pero no habíamos podido», rememora el veterano combatiente que pronto cumplirá 93 años. Ante el peligro de no concretar la acción, Faustino Pérez, jefe del Movimiento 26 de Julio en La Habana, les envió un mensaje: «O lo hacen ustedes esta noche, o lo hago yo».

Cuenta que sobre las 8:00 p.m. llegaron a un barcito ubicado en el mismo hotel Lincoln. «Un momento antes de entrar, el compañero encargado de abordar a Fangio me pidió que le cambiara su pistola por la mía, que era más chiquita y más liviana. Mi misión era cubrirlo, con una ametralladora Thompson que llevaba debajo del saco, porque aquello estaba rodeado de policías».

Mientras un integrante del comando encañona al campeón, y le pide que lo acompañe, Manolo rastrilló el arma, y con su voz atronadora advirtió a los presentes que no se movieran. La operación se realizó sin un solo disparo.

El comando revolucionario salió en tres automóviles. En el primero, el astro argentino, en el segundo, iba Manuel. «A varias cuadras de allí, un carro nos chocó y apareció una perseguidora. Me bajé, recogí la pistola del chofer y les dije a los otros dos compañeros que caminaran con disimulo. Nos montamos en el tercer auto, que venía detrás, y pasamos por el lado del accidente sin ningún problema. Al final, el carro en el que habíamos participado en el asalto, fue conducido a la estación de policía junto al que nos colisionó, y les dijeron a los choferes que se pusieran de acuerdo entre ellos».

Fangio fue llevado a una casa del Vedado, pero en ella estaba también un miembro del Movimiento, herido en unas pruebas para fabricar un lanzallamas, así que se le trasladó hacia una vivienda en Nuevo Vedado. Manuel recuerda que Faustino Pérez conversó con él largo rato, le ofreció disculpas y le explicó detalladamente las razones del secuestro, y asegura que Fangio comprendió.

«En ningún momento hizo resistencia y nos trató con respeto. Todo el tiempo se comportó como uno más dentro de la casa», confiesa Manuel. Por la televisión, el campeón siguió la carrera y el terrible accidente ocurrido en ella, en el que murieron seis personas y más de 30 resultaron heridas. Mientras, la noticia del secuestro acaparaba la atención de la opinión pública mundial sobre el proceso revolucionario que la tiranía intentaba ocultar. La Operación Fangio, sin embargo, no había concluido.

Lo que hasta ese momento podía calificarse como una jugada maestra, de pronto corría el riesgo de convertirse en lo contrario. «Si no llega a ser por las medidas que se tomaron, el desenlace pudo ser terrible, porque la policía quiso eliminarlo para echarnos la culpa», narra Manuel. 

Con el mismo rigor con el que se planeó el secuestro, el Movimiento 26 de Julio organizó la liberación del campeón, que finalmente se concretó en casa de un funcionario de la embajada argentina. «Fangio volvió a Cuba varias veces y cada vez que lo hacía, nos reuníamos. Era un hombre agradable, muy simpático. Nos llamaba «mis hermanos los secuestradores o mis amigos los secuestradores. Incluso, nos decía que nada lo había hecho tan famoso, y eso que era cinco veces campeón mundial».

Cuentan que Fangio evitó darle a la policía alguna pista de sus captores y que llegó a decirle a quienes lo habían retenido, que, si era por una buena causa, entonces él estaba de acuerdo.

Aunque el secuestro le impidió defender el título, terminaría conquistando algo mucho más valioso para los cubanos. El poeta Jesús Orta Ruiz, lo resumió de manera inigualable en sus versos: «...Mi pueblo triste/ su protesta montó sobre tu gloria;/ y así la gran carrera que no hiciste/ en la pista, la hiciste en nuestra historia».

En 1958 miembros del Movimiento Revolucionario 26 de Julio secuestran en La Habana al campeón mundial de automovilismo Juan Manuel Fangio. Foto: Archivo
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