Como mismo dijo Alejandro Valdés que nunca había practicado otro deporte diferente a la lucha, el librista asegura que le entrará con la manga al codo a los Juegos Olímpicos de Tokio, en busca de una medalla.
Vía internet, desde la base de entrenamiento en Sancti Spíritus, el gladiador capitalino insistió en que, a sus 31 años, mantiene los atributos necesarios para disputar un sitio destacado en la venidera cita nipona.
–¿Por qué esa certeza acerca de su futuro en Japón?
–En toda la carrera he experimentado cambios que no me han permitido una adaptación rápida a ellos. En Río de Janeiro-2016 comenzaba a estabilizar los rendimientos en los 65 kg, una categoría donde existe gran rivalidad internacional, pero allí terminé séptimo. Hoy, después de ganar medallas en dos de los tres últimos mundiales y ser titular centrocaribeño y panamericano, inspiro respeto entre los adversarios de otros países, tengo más confianza en mí, por eso voy a Tokio a combatir por llegar al podio de premiaciones.
–¿Cuáles serán sus armas para esa batalla?
–Cuento con variadas técnicas, para aplicarlas, solo depende de las características del rival de turno y de las exigencias que plantee sobre el colchón. Entre mis favoritas están las empleadas en las distancias media y alta, desde la posición de pie, y las «viradas» con giro en tierra, conocidas también como desbalances.
–¿Cómo define a este deporte?
–Es una disciplina en extremo estratégica y táctica. Un hombre debe solucionar la mayor cantidad de dificultades que le cree el oponente, basado esencialmente en su inteligencia.
–¿Qué condición suya ha visto disminuida por la pandemia?
–La fuerza ha sido la más afectada, porque para mantenerla es preciso enfrentar a adversarios en el colchón pues, trabajar con las pesas en el gimnasio o realizar ejercicios generales, no resuelve la mencionada falta ni la resistencia. El profesor Julio Mendieta diseñó un entrenamiento en microciclos para que avancemos en la recuperación, aquí en tierra espirituana.
–En su carrera deportiva, ¿cuál es el éxito más apreciado?
–La medalla de bronce en el Campeonato Mundial de París-2017 marcó un gran momento. Ese triunfo me llenó de ilusiones, sentí el aliento de todos en el equipo, incluyendo a mi padre (otrora reconocido medallista internacional), quien estuvo allí. En aquel entonces me dije: ¡lo logré! Ese día fui muy feliz, porque era la primera medalla en una competencia de altísimo nivel.
–Sus amigos lo llaman por el sobrenombre de «Calabaza»…
–A mi padre, Enrique Valdés, dos veces subcampeón mundial en los 62 kg y en cinco ocasiones titular de Cuba en la década de los años 80 al 90 del siglo pasado, lo llamaban cariñosamente así. Cuando llegué a la lucha, desde niño, empecé siendo «Calabacita», y con el paso del tiempo he continuado como heredero del sobrenombre de alguien que aportó éxitos a este deporte.

















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