Sarah Hirshland, directora general del Comité Olímpico y Paralímpico de Estados Unidos, anunció ayer en Colorado Springs la creación de un grupo, lidereado por atletas, para «acompañar la lucha contra la violencia y la segregación racial».
Tenía que acontecer el asesinato de George Floyd para que la entidad rectora del deporte en EE.UU. intente ahora paliar la actual situación que vive el país, exacerbada por el propio Donald Trump, desde su llegada a la presidencia en enero de 2017, con sus recriminaciones a los deportistas negros, sin reparar en que le han aportado incontables glorias a la nación.
Quiero recordar, a la sazón del pronunciamiento de la señora Hirshland, que ni siquiera ha pasado un año desde que ella misma les enviara una carta de amonestación a la martillista Gwen Berry, y a su compañero esgrimista Race Imboden, ganadores de medallas de oro en los Juegos Panamericanos de
Lima-2019, censurándolos porque la primera alzó su brazo en señal de protesta, en tanto el segundo se arrodilló en el podio de premiaciones, por igual motivo.
La amonestación contenía también la advertencia de que no se permitirían gestos, como los criticados, en los Juegos Olímpicos de Tokio. Dicen que más vale tarde que nunca, pero es indiscutible que la presión social, las manifestaciones y otros problemas que acusa hoy la sociedad estadounidense, como la pandemia y el alto índice de desempleo, están en la base de este súbito cambio que propone la cúpula del Comité Olímpico y Paralímpico de la nación del Norte. ¡Ojalá sea verdadero el interés por rebasar centurias de oprobios!
Este miércoles, al referirse a los atletas negros en Estados Unidos, a Hirshland no le quedó una alternativa diferente a esta: «durante décadas hablaron de igualdad y unidad y sacrificaron su momento en el podio para pedir un cambio. Nosotros no escuchamos y fallamos en tolerar el racismo y la desigualdad. Merecen más».
El propio Trump ha avivado las fricciones con deportistas que, incluso, siendo campeones, no han aceptado la invitación para visitar la Casa Blanca. El pelotero puertorriqueño Carlos Beltrán estuvo entre quienes se negaron a concurrir, porque se sentía decepcionado ante la pobre ayuda de la actual administración a la recuperación de su país tras los huracanes Irma y María.
Jugadores de baloncesto, de fútbol americano, de béisbol, se cuentan por decenas los incómodos con el mandatario, que no han tenido recato al expresar en público su rechazo a las acciones del magnate-presidente.
En la última jornada del funeral de George Floyd, en la ciudad donde creció, Houston, le rindieron honores, entre muchos otros pobladores, los integrantes del equipo de fútbol americano Texans, de la NFL. También lo hizo el excampeón mundial de boxeo Floyd Mayweather, quien corrió con los gastos de las honras fúnebres.
En las palabras pronunciadas ante el féretro por el reverendo Al Sharpton, activista de los derechos humanos, criticó el racismo y les habló a quienes, tras la presión de Trump, dejaron a Colin Kaepernik fuera de la NFL por hincar su rodilla en la tierra. «No se disculpen. Denle un trabajo a Kaepernik. No vengan con disculpas vacías».
Hay muchas injusticias que reparar. ¡Ojalá sea verdad la anunciada disposición del Comité Olímpico de Estados Unidos de acompañar la lucha contra la violencia y la segregación racial de la que habla Hirshland!

COMENTAR
Responder comentario