ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Aunque no tuvo mucha participación con el club italiano Ravena, Roamy Alonso considera haber adquirido importantes experiencias. Foto: Norceca

Matanzas-A sus 22 años de edad está considerado como uno de los más talentosos voleibolistas cubanos. Es hijo único y lleva tatuado en el hombro izquierdo al más temido de los felinos. Quizá por ello, de un tiempo a la fecha lo apodan el León blanco.

Pero se trata de un joven tranquilo, solo fogoso en la cancha de juego. Es sereno y habla en voz baja. A escasa distancia, llama la atención su elevada estatura, dos metros con tres centímetros. 

Roamy Alonso acaba de tener su primera experiencia en la Liga Italiana. Y aunque las cosas no le fueron como él presentía, está contento con el resultado.   

Luego de cumplir la etapa de aislamiento, tras su llegada de Italia, se encuentra en casa, con su familia, en el barrio de Pueblo Nuevo, en su ciudad natal.

–¿Cómo te ha ido en estos días de recogimiento?

Súperbien, estuve en compañía de Roberlandy Simón. La atención del personal médico y de los demás trabajadores en el hotel El Ligerito, en la Habana Vieja, fue excelente.

–Tu contrato con el Ravenna italiano parecía demasiado exigente para un joven sin fogueo. ¿Cuál es tu opinión?

En esa Liga todos los equipos son de alta calidad, aunque el Ravenna no está entre los cuatro grandes. Quizá hubiera sido más productiva, como paso previo, una pasantía a otro nivel, pero no me arrepiento.

«Me sentí un poco agobiado al principio, y luego lamenté un esguince de tobillo, cuando había participado en un par de partidos como regular. Eso, a la postre, limitó mi labor y el rendimiento. No tuve la temporada soñada, pero aprendí muchas cosas; jugar en Italia fue siempre un sueño. Son motivos para sentirme feliz.

«Fui, esencialmente, un hombre de cambio, sin la acción en la cancha que hubiera deseado. Ahora bien, cada entrenamiento fue un aprendizaje, la exigencia es alta. Te dan mucha información en provecho del equipo y de tu rendimiento, y eso es básico».

–En cada escenario el público es diferente, ¿cómo te asimilaron los parciales del equipo?

La afición de allí ama el voleibol y es sumamente respetuosa. En el Ravenna éramos cinco extranjeros, y en la sala donde jugábamos situaban las banderas de esos países, incluida la de Cuba, por la que los aficionados mostraban su admiración de forma evidente. 

–¿Notas algún cambio favorable en tu desempeño?

Creo haber mejorado en algunos aspectos, sobre todo en el bloqueo, con una mejor lectura del contrario, así como en el ataque y en la forma de realizar el servicio, ahora con una mayor variedad y precisión.

–¿A tu juicio, en qué debe mejorar el voleibol cubano?

Además de perfeccionar las condiciones materiales de los jugadores, creo que lo esencial es la información, algo que ayuda al atleta a buscar el punto frágil del rival y a sacar provecho de sus debilidades.

–¿Te alegra la noticia de un posible contrato con el club francés Chaumont para la próxima temporada?

Muchísimo, es la ocasión de poder ganarme la titularidad, de desarrollarme.

–Estar lejos de casa produce a veces un poco de añoranza, ¿qué pasó contigo?

Estuve en Italia unos ocho meses y empecé a extrañar a Cuba desde el primer día, desde la llegada. Estoy muy agradecido de la acogida y la atención allá, pero me ilusionaba la idea de reunirme de nuevo con mi mamá, mi abuela, mis amigos y la gente del barrio. 

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