
Jacob Riley finalizó en segundo lugar en la carrera de maratón de la lid clasificatoria en Estados Unidos para los Juegos Olímpicos, posición que lo inscribió en Tokio-2020. Y estará allí, pero en 2021, pues la Covid-19 empujó la cita deportiva hacia el próximo año.
Él dijo que tiene la esperanza de que después de vencer a la pandemia, «seamos mejores seres humanos». Pero su anhelo corre el peligro de ahogarse, como le está pasando al mundo y a su país, convertido ya en el epicentro de la enfermedad.
Según un reporte desde Washington para el periódico elespañol.com, el Presidente de la nación donde vive Riley, con el pomposo título de la primera economía mundial, afirmó: «Nuestro país no está hecho para permanecer cerrado. No quiero que la cura sea peor que el problema», y no se cansa de repetir que cada año mueren 36 000 estadounidenses por la gripe común, y miles más en accidentes de tráfico, «sin que por esto se cierre la economía ni las carreteras de EE. UU.».
El magnate presidente ha puesto, por delante de la vida de los seres humanos, a la economía, como si a esta la fueran a mover los marcianos. Hasta republicanos, citados por The Washington Post, como el senador Joni Ernst, de Iowa, y la representante Liz Cheney, de Wyoming, expresaron que «no habrá una economía que funcione normalmente si nuestros hospitales están colapsados y miles de estadounidenses de todas las edades, incluyendo nuestros médicos y enfermeras, mueren porque no hemos hecho lo necesario para detener el virus».
Claro que Riley tiene razón, necesitamos mejores seres humanos, y a los cubanos, su deseo nos recuerda la frase de Fidel: «Un mundo mejor es posible». El 26 de mayo de 2003, en la Facultad de Derecho de Buenos Aires, parecía, como siempre, otear el futuro, el día de hoy, al enfatizar: «Cuando se haya alcanzado un mundo mejor, que es posible, tenemos que seguir repitiendo: Un mundo mejor es posible, y volver a repetir después: Un mundo mejor es posible».
En ese planeta la vida, el más sagrado de los derechos, se respeta; en ese universo ninguna riqueza vale más que el ser humano, pues él es quien las crea; el amor al prójimo es su esencia, porque las personas son tratadas y tratan a las demás como seres humanos. En ese mundo la salud no es un negocio, es un servicio. La verdad es que en ese mundo la covid-19 duraría lo que el clásico merengue en la puerta de una escuela.
La dolencia, causante de más de 30 000 muertes, no entiende de ideologías, ni de arcas llenas, y pone al descubierto la fragilidad de las políticas de gobierno en su función social: la de proteger a sus nacionales. Es sobre ella que crea, incluso en las estructuras de las más poderosas economías, lo que los profesionales de la salud llaman un letal fallo multiorgánico, que termina por hacerlas colapsar y acabar con la vida de miles de personas.
Al cierre de este 29 de marzo, según la Organización Mundial de la Salud, de los 29 957 decesos ocasionados por el nuevo coronavirus, 15 517 se produjeron, ¿saben dónde?: en los países que integran el selecto G-7. Es decir, en aquellos Estados cuyo peso político y militar es considerado relevante a escala global, y que representan a los siete principales poderes económicos más avanzados. En solo cuatro de ellos, Italia, Francia, Estados Unidos y Reino Unido, hasta ese día, recaía el 50 % del luto mundial.
Como Riley, tiene razón el director de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, al decir que «la solidaridad es hoy la salvación contra la pandemia». No es momento de diferencias ideológicas, es hora de preservar la humanidad, el mundo ha de unirse en esa causa. Nada es más importante que la vida, y ante ella a un médico, y los de Cuba lo saben bien, no ha de importarle si el paciente es de izquierda o de derecha, si es capitalista o socialista, o si se quedó en la época feudal; él solo debe preguntar: ¿Qué le duele?
Si desde Estados Unidos hasta el país de más modestas riquezas, los gobiernos se consagraran a la salud de las mujeres y los hombres, tendríamos economías más sólidas, ese «mundo mejor posible» sería una realidad, y el maratonista Riley llegaría a la meta para que lo premien los mejores seres humanos.
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Ana Margarita Alemán dijo:
1
31 de marzo de 2020
15:33:56
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