ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Junco afirma que nunca se tomó un pelotazo como algo personal. Foto: Víctor Arencibia

Matanzas.–Si cada vez que en un juego de pelota un lanzador propina un bolazo, por descuido o a propósito, fuera razón para la riña en el terreno, no valdría la pena ir a un estadio y mucho menos ver el partido por televisión.

Días atrás las redes sociales se inundaron con videos de algunas de las trifulcas más enconadas entre equipos de las Grandes Ligas estadounidenses. Simuladamente, tenían el propósito de restarle importancia a la injustificable reyerta ocurrida en fecha reciente entre los conjuntos de Industriales y Holguín, que terminó con la sanción a sus protagonistas.

A propósito del tema conversamos con el slugger Lázaro Junco, el primer pelotero cubano en arribar a los 400 cuadrangulares en Series Nacionales y probablemente uno de los más golpeados por lanzamientos.

El recio toletero admitió que en su carrera le propinaron unos cien pelotazos, ocho o diez por campaña, pero «nunca me lo tomé como algo personal contra el pitcher», afirma.

–Los bateadores insisten en que los serpentineros dan pelotazos deliberadamente. ¿Cuál es su parecer?

–Es algo curioso, porque hoy los lanzadores trabajan muy poco en la zona interior. En mi época «cerraban» a los bateadores de fuerza y eran muchos más los golpeados, algunos intencionales, pero no la mayoría. Tirar pegado es la defensa del monticulista, pero hoy si a los bateadores les pegan un poco la bola, o los rozan, quieren fajarse. ¿Te imaginas que los pitchers decidieran pelearse cada vez que les conectan un jonrón?

Lázaro Junco recordó la anécdota de lo ocurrido en un partido entre Citricultores y Villa Clara.

«Yo había conectado doble, triple y jonrón y, por supuesto, pensaba en completar la escalera. Entonces trajeron a Isidro Pérez de relevo y me dio un pelotazo en la cabeza. El médico me indicó reposo, pero un día después lo volvieron a traer de relevo y pedí que me sacaran de emergente. Le disparé un jonrón y así tuve mi desquite deportivo. Nunca nos distanciamos por aquel incidente».

–Para usted, ¿qué es la «guapería» en la pelota?

–Es la entrega en el terreno, jugar al tope, no aflojar independientemente de como esté el marcador, deslizarse en las bases y nunca darse por vencido. Lo demás, no es pelota. Mira, pese a ser un bateador de fuerza, yo robé más de cien bases en series nacionales.

Junco fue un jonronero natural. Siente no haber jugado cuatro o cinco campañas más para extender su registro de cuadrangulares y lamenta las muy pocas oportunidades que tuvo de integrar la selección Cuba. En 18 series nacionales fue líder de jonrones en 11 ocasiones y siete en carreras impulsadas.

«No tuve mucha suerte para hacer el Cuba», dice. En los últimos años condujo con muy buenos resultados a la categoría 15-16 años, y en la actual temporada es entrenador de bateo de los Cocodrilos de Matanzas.

Recuerda muchos de sus jonrones dentro y fuera de Cuba, sobre todo el primero que le conectó al santiaguero Orlando Figueredo, en el estadio Victoria de Girón.

-¿Y el último?

–Fue hace unos días, en Limonar, durante un juego amistoso entre veteranos del pueblo y un equipo de Cárdenas. La boté por el jardín izquierdo, como en mis buenos tiempos. ¡Y no me dieron ningún pelotazo!  

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