A lo largo de nuestra historia la mujer cubana ha estampado contundentes ejemplos de coraje, tenacidad, superación y dignidad en las esferas más variables dentro de la sociedad. El deporte ha sido y es un espacio en el cual las damas ponen en alto los valores de esta tierra y, en los recientes Juegos Panamericanos Lima 2019, ellas se encargaron de escribir bellas páginas.
Quiso el destino que las primeras diademas de la delegación cubana la aportaran dos jóvenes: Laina Pérez y Sheyla González, quienes ganaron las medallas de oro y bronce, respectivamente, en la pistola de aire a diez metros. Ambas tiradoras señalaron el camino de los representantes de la Mayor de las Antillas en el medallero Panamericano.
Si segmentamos la cantidad de preseas alcanzadas por Cuba y tomamos solo las conquistadas por las mujeres, estas se ubicarían en el lugar 13 del medallero general por naciones (9-13-16), detrás de Venezuela (9-15-19) y por delante de la representación de Jamaica (6-6-7).
En Lima se consolidó la leyenda que viene tejiendo la judoca pinareña Idalys Ortiz (+78 kilogramos), merecedora de su tercer pergamino dorado en esas lides.
La ciclista Arlenis Sierra dio prueba de su carácter de acero, luego de irse en blanco en la especialidad de la contrarreloj, a causa de los desperfectos
técnicos sufridos por su bicicleta. Sin embargo, la manzanillera comentó previamente que en la modalidad de la ruta «se moriría» por ganar el título de oro, y así ocurrió, al imponerse en el sprint final por estrecho margen a la trinitaria Teniel Campbell y la mexicana Lizbeth Salazar.
Una medalla que se disfrutó mucho por los cubanos en los Panamericanos no fue de oro ni de plata, sino de bronce, y esa la aportaron las muchachas de la gimnasia rítmica, en el apartado de Conjunto tres aros y dos mazas. Claudia Arjona, Melissa Kindelán, Tatiana Rodríguez, Elaine Rojas y Danay Utria lograron vencer la tensión que implicaba la competencia y se sobrepusieron con estirpe a la falta de eventos internacionales que tienen en su palmarés. Reconocimiento también para sus entrenadoras, verdaderas protagonistas anónimas, quienes se dedicaron semana tras semana a perfeccionar la coreografía que hizo arrancar aplausos de admiración a muchos espectadores.
Ellas constituyen solo un pequeño ejemplo de lo que batallaron las mujeres cubanas, algunas regresaron del retiro y, aunque no obtuvieron pergaminos, dieron pruebas de su amor por el deporte y el deseo de competir con viejas y nuevas rivales. Yumari González, a sus 40 años, se presentó en la capital peruana y en la ruta femenina entró en el noveno puesto, mejor que otras adversarias de menor edad y con mayor recorrido internacional en el último año.
Ahora que se apagó el éxtasis de los Juegos Panamericanos toca el turno a los vi Parapanamericanos, donde también se presentarán otras mujeres que han sido exitosas en la vida, tanto dentro como fuera de los estadios e instalaciones deportivas.
La mujer con algún tipo de discapacidad tendrá en Perú una nueva oportunidad para competir y demostrar su temple ante los retos que impone la vida misma. La medalla queda en un segundo plano en la presente ocasión, ya que lo importante es vencer las barreras de la superación personal.
Contar la historia del deporte cubano es un proceso exitoso y extenso, pero se puede pecar de injustos olvidos. Lo que sí queda claro y nadie puede atreverse a poner en tela de juicio es que la mujer es una protagonista indiscutida del movimiento deportivo, incluso aquellas que nunca llegaron a un equipo Cuba, debido a que tuvieron una corta carrera atlética a causa de las lesiones u otras razones.
Sin embargo, se las arreglaron para aportar emoción al crecimiento de una compañera de equipo, a la alegría familiar o potenciaron las ilusiones de los aficionados. Todas ellas merecen el reconocimiento por intentar hacer sus sueños realidad y no desmayar en sus propósitos desde los primeros años de vida. El aplauso para nuestras mujeres en el deporte tiene que ser fuerte y eterno.


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