Sancti Spíritus.–Mientras fue el receptor titular de Los Gallos, Eriel Sánchez jamás perdonó –ni una sola vez, dice él– que al salir de algún estadio le gritaran: «¡Ahí vienen las gallinas!»; no por el machismo ridículo, que en última instancia pudiera ser hasta lo más lógico del mundo en un guajiro de La Redonda, al pie de las lomas del Escambray, sino porque, justamente, ese era el calificativo que le recordaba la derrota.
Tal fue la mentalidad que trató de inocular el mentor a esta hornada de jóvenes peloteros, unos pollos «a medio plumar», que acabaron de coronarse campeones de la VI Serie Nacional Sub 23, tras ganar un cupo entre los cuatro finalistas, derrotar de manera contundente al poderoso Santiago de Cuba en el propio Guillermón Moncada y luego arrollar a Los Elefantes cienfuegueros (3-0) en un resultado que no predijo ninguno de los tantos expertos y tertulianos que abundan en el país.
«Siempre les dije que el principal rival que teníamos que enfrentar éramos nosotros mismos, que había que salir al terreno con deseos, con garra para que la gente fuera al estadio no a ver si se ganaba o se perdía, sino a ver cómo se jugaba», confiesa el timonel de Sancti Spíritus, quien aprendió a mover a sus muchachos bajo una premisa que él describe como saber jugar con un equipo de hombres, no de nombres.
«Lo primero fue asumir que ya no era jugador –dice él–, les inculqué disciplina dentro y fuera del terreno, en mis tiempos fui criticado por tirar cascos, por alterarme y traté de que ellos no lo hicieran; eso sí, castigué indisciplinas tácticas como el no correr, pero no los ponches ni los errores, así los enseñé, a ellos y a mi cuerpo de dirección, al que le debo todo, incluido este triunfo».
Los Gallitos desde un inicio no contaron con el lanzador Pedro Álvarez, quien ya había hecho historia con el equipo de mayores en la pasada Serie Nacional; Yunior Ibarra, el receptor titular de Los Gallos viejos; y el jardinero Geisel Cepeda, todos llamados a la preselección nacional, así como Alberto Rodríguez, quien salió del país por decisión personal.
«Siempre he dicho que el que no está le abre posibilidades a otro», sostuvo Eriel a lo largo del torneo, donde también el equipo –es justo decirlo– se benefició con la llegada «en paracaídas» de Roberto Hernández y Yankiel Mauri, dos lanzadores de clase para este tipo de evento: el primero ganó siete partidos, casi el 30 % del total de las victorias de Los Gallos, y el segundo resultó decisivo en la final.
Si impresionante fue el desempeño de los espirituanos frente a Santiago de Cuba y Cienfuegos en el cruce por el título y en la final, respectivamente, no menos meritoria fue la manera en que terminaron la fase clasificatoria, donde ganaron sus últimas seis subseries y dejaron en el camino al potente Ciego de Ávila, lo que ya de por sí hacía presagiar que estos peleadores tenían espuelas para más, como quedó demostrado.
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Hanoic dijo:
1
25 de junio de 2019
07:58:42
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