ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Branlis Rodríguez (PRI) un zurdo con buen control. Foto: Ismael Batista Ramírez

La sexta edición del Campeonato Nacional de Béisbol, categoría Sub-23, ha cumplido dos subseries de labor, equivalentes a ocho partidos por equipo. Faltan aún siete subseries, 28 juegos en total, para entrar en la etapa de semifinales.

Pero, a pesar de haber comenzado hace muy poco, la cantidad de pelotazos propinados hasta el pasado domingo llegó a 147, una cifra extraordinariamente alta que bien pudiera convertirse en un récord de continuar los niveles de falta de control de nuestros lanzadores de ese nivel.

Repasemos primeramente la cantidad de pelotazos propinados en las anteriores cinco ediciones del Nacional. Ya en el 2014, primer año de la justa, el número de golpeados por un envío llegó hasta 370, llamativo teniendo en cuenta que esa edición inicial contó con solo 28 desafíos por participante. La Isla de la Juventud (31) y Villa Clara (30), encabezaron este departamento.

Un año más tarde, 2015, con el formato de 36 desafíos por equipo, el total se elevó hasta 507, con Granma en primer lugar (48). En el 2016 se volvió a elevar la suma, ahora hasta 561 y un líder absoluto, la Isla, con 52. Y en el 2017, de nuevo hacia arriba, superando a todos los demás al propinarse 618 pelotazos, con los Guantanameros en la cima, nada menos que 65 golpeados.

El pasado año, con 40 juegos cada participante, se redujo la cifra a 608 y otra vez los Indios del Guaso ocuparon la cima, 56. En esta temporada ya vamos por 147 sin incluir los partidos de este martes en un total de 60 juegos, es decir, 2,45 pelotazos por partido, lo cual pudiera traducirse al final en una nueva marca.

El problema consiste en que nuestros lanzadores jóvenes que compiten en este evento, no han aprendido a lanzar adentro, no tienen el debido control para separar a un bateador cuando está encimado a la goma o simplemente para trabajar en zigzag, una vez en la esquina de afuera y otra adentro.

Un lanzador estelar de la talla de Tom Seaver (1967-1986), ganador de 311 juegos en Grandes Ligas con 2,86 de PCL y 3640 ponches, afirmaba en su libro «Lanzando con Tom Seaver» que, si la zona de strikes tiene 17 pulgadas de ancho, se hace necesario lanzar a uno y otro lado, de lo contrario las posibilidades de dominar al bateador se reducen considerablemente.       

Si en estos momentos el promedio de carreras limpias del Nacional Sub-23 es de 4,96, casi cinco carreras, es en buena medida por a falta de control de los serpentineros, muy especialmente cuando se trata de utilizar un lanzamiento pegado. Otra «asignatura pendiente» de nuestro béisbol que urge resolver.  

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