La final más improbable

Cuando se habla de las series nacionales de béisbol, categoría Sub-23, solo unos pocos equipos nos vienen a la mente. Artemisa, La Habana y Santiago de Cuba, monarcas de las pasadas cuatro ediciones –los indómitos ganaron las dos últimas–, llevan la voz cantante, mientras también se recuerda a finalistas como Sancti Spíritus, Villa Clara o Camagüey.

En cambio, Las Tunas e Isla de la Juventud, novenas que discutirán el cetro en esta campaña, han pasado inadvertidas en torneos anteriores, con un rendimiento muy por debajo del resto. Por ejemplo, en un recuento sencillo, tanto Leñadores (57-79) como Piratas (51-81) culminaron cada una de las cuatro temporadas previas con balance negativo.

Pero la historia está para cambiarse, y justo eso han hecho los dos elencos en la presente contienda, en la cual no solo se superaron y se colaron entre los cuatro mejores, sino que también supieron venir de atrás en sus respectivas semifinales, los tuneros contra Granma y los pineros ante Cienfuegos, los dos elencos que más ganaron en la fase regular.

Tras destrozar los pronósticos, el próximo domingo Leñadores y Piratas arrancarán la gran final en el parque Julio Antonio Mella, donde se efectuarán los dos primeros choques, y después viajarán al Cristóbal Labra de Isla de la Juventud para los tres últimos duelos y el cierre del cotejo por la corona. El pleito debe ser cerrado, con predominio del pitcheo y defensa aceptable, a juzgar por los números de ambas escuadras en la ronda regular, en la que ninguno bateó para más de 270.

Sin embargo, los pineros terminaron primeros en efectividad (2,55) y los orientales fueron uno de los siete equipos que promedió menos de cuatro limpias (3,55) por encuentro. Con el guante, Las Tunas ancló en segundo puesto por colectivos con average de 972, mientras los Piratas, aunque fildearon 967, concretaron medio centenar de jugadas de «doble matanza».