El vapor que se siente sobre la grama, en el corazón del terreno, es asfixiante, pero nadie baja la cabeza. Sin importar el dolor, el cansancio, las horas de trabajo acumuladas, los peloteros no hincan la rodilla, permanecen alertas, al pie del cañón. Todo por un sueño.
Las rectas pasan silbando cerca de las mejillas de los bateadores, quienes dan la cara, lanzan miradas intimidantes y esperan el pitcheo oportuno en pos de sentir el sonido más espectacular del béisbol: la explosión del madero contra la bola. Todo por un sueño.
Desde la lomita, el lugar más solitario del diamante, el dueño de las serpentinas despliega su telaraña, lanza enigmas al plato, afuera, arriba, adentro, abajo, con la idea fija de burlar el poder del toletero. Dispara una mirada a los corredores, los controla y hasta los aniquila. Todo por un sueño.
En la grada, miles empalman sus voces espontáneamente. Sin conocerse, unidos por la simple pasión por una camiseta, festejan el hecho de compartir el mismo sentimiento y los colores de una bandera. Todo por un sueño, el sueño de vivir al compás exquisito del béisbol.






















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sandro perez dijo:
1
31 de enero de 2018
12:27:26
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