Entró a la sala de aquel pueblerino hotel de Ponce, en Puerto Rico, como si fuera el dueño del lugar. Abrió los brazos tal vez pensando en abarcar al grupo de periodistas recién llegados que conversábamos en la sede de los Juegos Centroamericanos y del Caribe 1993.
«¿Ustedes son los cubanos?», preguntó, recorriéndonos con una mirada escrutadora.
«Sí». Fue mi breve respuesta, mezcla de sorpresa y desconfianza. Aquel hombre de unos 30 años, sobre lo bajo, grueso, de abundantes ademanes, avanzó hasta rodearse de quienes ansiosos queríamos saber el porqué de su intempestiva presencia.
«Yo quiero mostrarles la ciudad de Ponce, no importa cuántos son, los monto en mi camioneta y salimos. Soy José, me dicen el “gordo”, y de alguna manera deseo reciprocar el gesto que otros tuvieron conmigo en La Habana, cuando estuve invitado allí».
José, en lo sucesivo, actuó cual imán de amistades, subiendo a su vetusta camioneta a muchos conocidos de su terruño que no solo colaboraron en el grupo de solidaridad con Cuba en la transportación de los periodistas hacia las instalaciones de los Juegos, sino también actuó en las sedes de la competencia y se mantenía junto a nosotros en las largas horas de labor en el centro de prensa del evento. No descansaba hasta dejarnos, ya entrada la madrugada, en el hotel.
DOS HITOS EN LA MEMORIA
Los Leones de Ponce caracterizan a esa acogedora urbe, hacia donde en 1993 (un cuarto de siglo se cumplirá en noviembre), viajaron los deportistas de la Mayor de las Antillas para ser acunados por el pueblo boricua, delegación a la que el gobierno de Bill Clinton, recién electo presidente de Estados Unidos en su primer mandato (1993-1997), interpuso los mil y un obstáculos por tal de que la comitiva no accediera a la sede ponceña.
Paradójicamente, en 1966 –poco más de un cuarto de siglo antes de 1993– los atletas cubanos habían mostrado su calibre y aplomo, cuando plasmaron para las venideras generaciones el legado de la batalla del Cerro Pelado, buque insignia que los transportó hasta la bella Isla del Encanto. Desembarcaron en alta mar, después de cubrir una trayectoria asediados constantemente por los sobrevuelos de aviones estadounidenses, en plan para amedrentar a los atletas que, incluso, realizaron sus entrenamientos en la cubierta de la embarcación durante la travesía. La gloria de San Juan se tornó en reconocimiento a la dignidad.
Ponce 1993 resultó otra variante, con el mismo objetivo: desprestigiar la amistosa participación de Cuba en los Juegos Centroamericanos y del Caribe, a sabiendas del interés de la población boricua de ver a sus hermanos antillanos en la lid, por demás, la delegación más atractiva por lo que aportó al lucimiento del evento. No en balde la comitiva de casa llevó como lema en 1993: ¡A Puerto Rico con el ejemplo y la dignidad del Cerro Pelado! Fue una representación abanderada por el Comandante en Jefe Fidel Castro, en el Memorial Granma, cuando puso la bandera cubana en manos del titular olímpico y mundial de salto de altura, Javier Sotomayor.
En Ponce las patrañas de la administración estadounidense comenzaron por entorpecer el otorgamiento del permiso para que los aviones de Cubana aterrizaran en Puerto Rico, pero más allá de esas maniobras, ante el reclamo de los propios organizadores de la cita regional, de su pueblo, y de los demás países asistentes, las aeronaves de Cubana llegaron a la terminal de Mercedita, para que días después nuestros representantes lideraran finalmente al ganar 227 medallas de oro, 75 de plata y 61 de bronce, la cifra de preseas más alta alcanzada por un primer lugar en todas las ediciones del clásico, a pesar de que la contrarrevolución desató una intensa y agresiva labor para conseguir la deserción de los deportistas.
Comienza el 2018. Los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Barranquilla, Colombia, están en el centro de atención del movimiento deportivo cubano. Será una cita en extremo difícil para mantener el lugar de honor, teniendo en cuenta cómo se ha tornado más complejo el panorama del deporte en el planeta y, porque, ya hablando de medallas a ganar en tierra cafetera, los nuestros no rivalizarán en 72 de las 468 finales contempladas.
Sin embargo, el espíritu del Cerro Pelado y de Ponce, por solo aludir a estas ediciones muy parecidas en su historia de vicisitudes vencidas, acompañará una vez más a la delegación del patio.
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JOSE CORZO dijo:
1
5 de enero de 2018
00:12:01
pedro dijo:
2
6 de enero de 2018
00:19:28
LOURDES CAMACHO PORTA dijo:
3
8 de enero de 2018
09:02:57
Carmen M. Rivera dijo:
4
19 de enero de 2018
05:46:20
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