ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Trump en una de sus intervenciones sobre las protestas de los deportistas. Foto: Tomada de Internet

Donald Trump censura a los deportistas estadounidenses que se arrodillan al escuchar el himno nacional.

Las protestas iniciadas en agosto del 2016 por el futbolista Colin Kaepernick en contra de los maltratos hacia la población negra de su país, y quienes le han secundado, explican que no tienen por objetivo irrespetar a la nación, sino precisamente se manifiestan así por querer ver a su patria a la altura de los ideales sobre los cuales fue fundada.                

A cada acción pública del mandatario rechazando esos gestos, como la de días atrás en su cuenta personal de Twitter; ha surgido una reacción, diversificada en distintas esferas del quehacer cotidiano en Estados Unidos.

No ha sido esta la primera incursión del actual inquilino de la Casa Blanca en el ámbito del deporte. Aunque nunca descolló como practicante de alguna disciplina, archiva un pasaje que —según la prensa de su país— no le agrada recordar.

TRES DÓLARES Y SUS INTERESES      

Convertido en magnate del negocio de bienes raíces, compró el equipo de los Generales de Nueva Jersey en la década de los 80 del siglo pasado. Tenía 38 años de edad cuando se sumó a un grupo de empresarios creadores de la Liga de Fútbol de Estados Unidos (USFL) paralela a la NFL (Liga Profesional de Fútbol Americano), sin intención de chocar con esta última, tanto era así que la llamaban la «liga entretenida».

Al insertarse en la USFL, Trump explicitó sus intenciones, pretendía variar el calendario del evento y empezar los partidos en el otoño boreal de 1986, para coincidir con el programa de la NFL. A quienes se le opusieron al cambio, los desafió: «Si Dios hubiera querido fútbol americano en primavera, no habría inventado el béisbol», clara sentencia de quien ya signaba el rumbo del espectáculo.   

Aunque su equipo nunca ganó un torneo ni avanzó a la final, él llegó a ser referente de la USFL. Desde su posición acusó de monopolio a la NFL, y la demandó por 1,3 millones de dólares, dinero con el que pretendía resolver la crisis de su organización.

En el pleito, la justicia norteamericana les dio la razón a los demandantes, pero la compensación solo alcanzó la cantidad de tres dólares, sumados a otros 76 centavos por los intereses. Fue un golpe definitivo a la existencia de la USFL y al liderazgo de Trump.

LA MUECA DE LA NBA

Lo que como presidente de la nación pudo oficiar a su favor —pensando en monopolizar el tema del hospedaje de la mayoría de los equipos de la NBA, Asociación Nacional de Baloncesto— se le tornó en desventura.

En noviembre del 2016, varios elencos de esa entidad decidieron no hospedarse más en los hoteles de la cadena Trump. El movimiento que comenzó con tres o cuatro conjuntos, después se tradujo en que 29 de los 30 colectivos de ese circuito, con la excepción de los New Orleans Pelicans, han confesado que no se hospedan en la mencionada cadena, según una encuesta del Washington Post.

Uno de los establecimientos afectados ha sido el Trump SoHo Hotel, en Nueva York, entre los más solicitados de la ciudad cuando los planteles visitaban a los Knicks o a los Nets y que desde el 2015, tras anunciar Trump su postulación, ha visto descender su clientela.

Precisamente Michael Jordan, considerado el mejor jugador de todos los tiempos en la NBA, al fragor de estas jornadas afirmó que «aquellos que ejercen su derecho a expresarse pacíficamente no deberían ser demonizados o condenados al ostracismo.

En un tiempo en el que ha aumentado la división entre nosotros y el odio en este país, deberíamos buscar formas de trabajar todos juntos, apoyarnos y no crear más división», declaró al Charlotte Observer.  

Para el actual mandatario estadounidense presentar el tema de las manifestaciones de los deportistas en los estadios como la batalla del patriotismo contra un grupo de atletas desleales al país, expresa la intención de crear un espacio donde reafirmarse, pero en realidad este episodio se une a otros problemas anteriores, como por ejemplo: satanizar a los inmigrantes mexicanos; la prohibición de la entrada de musulmanes a Estados Unidos; el perdón al sheriff Joe Arpaio, acusado en muchas ocasiones por detener a inmigrantes por su raza, o el tema de su negativa a denunciar a los supremacistas blancos, algo que se vio obligado a hacer ante la presión de la población y los medios.

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