
A pleno sol y con la gente del barrio volcada en el parque de Jesús María, culminó Timbalaye 2016, justa exaltación de los valores de la rumba como signo de identidad.
Con una agenda que enlazó los días finales de agosto con el inicio de septiembre —hubo que sortear las inclemencias del tiempo en las presentaciones al aire libre—, lo que comenzó en Regla y Guanabacoa, prosiguió en la sede habanera de la Uneac y el teatro América y se extendió a calles y plazas de Matanzas, se instaló finalmente en un entorno donde las expresiones de la cultura popular no solo reflejan su anclaje patrimonial, sino también una renovada y permanente vigencia.
Inteligente, culta y popular, como la definió el poeta Miguel Barnet, presidente de la Uneac, va siendo hora de que a la rumba, por su vuelo universal, le den cabida en el listado consagrado por la Unesco como Patrimonio Cultural de la Humanidad.
El compromiso con esa aspiración fue refrendado por Gladys Colllazo, presidenta del Consejo Nacional de Patrimonio del Ministerio de Cultura, quien celebró el acompañamiento y la dedicación de Timbalaye en dicho proceso.
Barnet agradeció que la Dirección de Cultura de La Habana Vieja y el proyecto Timbalaye lo honraran en esta oportunidad al recordar el cincuentenario de la edición príncipe de su novela testimonial Biografía de un cimarrón y ponderar su implicación intelectual y apasionada con la salvaguarda y promoción de la cultura popular.
Desde Cienfuegos llegó Rumba Lay, agrupación que cubre un amplio espectro de las tradiciones musicales y danzarias cubanas de origen africano.
Fundado en el 2008 e integrado por jóvenes, el colectivo se distingue tanto por la devoción de la entrega como el rigor evidente en cada uno de los aspectos de la ejecución de la percusión, los coros y las coreografías.
Bajo el liderazgo de Esmidio Merencio, el conjunto Iyerosun, representante de otro barrio capitalino raigal, Buenavista, sobresalió por el virtuosismo de sus músicos y cantantes, cualidades que lo han situado entre las más solicitadas agrupaciones de su tipo en la actualidad.
A Iyerosun correspondió la Beca de Interpretación Tata Güines, que otorgan Timbalaye y la Fundación Fernando Ortiz, como estímulo para el desarrollo y perfeccionamiento del repertorio sobre la base del rescate de obras poco conocidas y el montaje de nuevos exponentes de la rumba.
Anfitriones de la fiesta, Aguiri Yo, demostró por qué a 20 años de su creación sigue siendo un bastión del complejo de la rumba en La Habana Vieja. El grupo defiende la capacidad de la rumba para dialogar con otras especies musicales cubanas, como el son, la trova y el bolero.
Entre toque y baile en Jesús María hubo espacio para la poesía popular cultivada por María Elena Mora y Pedro Carlos, y para la evocación de Bola de Nieve por el cantante Henry Méndez, en un espectáculo conducido por el reconocido actor Rolando Núñez.
Para Ulises Mora e Irma Castillo, fundadores y principales promotores de Timbalaye, este octavo encuentro confirmó los vasos comunicantes entre rumba, comunidad e identidad cultural.
“El barrio y su gente —declaró a Granma— son los protagonistas y siento que esa participación consolida un sentido de pertenencia que ha estado siempre en el alma de los cubanos. La rumba es parte de nuestra cultura de resistencia”.
Por su parte Irma Castillo explicó que la apuesta del proyecto por internacionalizar la rumba sigue su curso. Prueba de ello fue la presencia de una agrupación mexicana del estado de Puebla del movimiento danzario Antorchista, la cual además de ofrecer sus estampas en La Habana y Matanzas, recibió y asimiló clases del género cubano.

















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Luis Elevenil dijo:
1
24 de septiembre de 2016
21:37:41
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