El eco de los balones repicando sobre los tabloncillos cubanos cesó hace unos días, cuando cayó el telón de la Liga Superior de Baloncesto con la novena corona de Ciego de Ávila en la versión masculina por barrida de 4-0 sobre su sempiterno rival de Capitalinos, y la reedición del cetro de Pinar del Río entre damas.
Otra muestra de que indiscutiblemente, los Búfalos se erigen como el mejor quinteto de nuestro país desde que la estructura del certamen cambió en la temporada 2004-2005; lo mismo que las vueltabajeras, apoyadas en el accionar de su base Arlenis Romero, la escolta Anisleydis Galindo, la alero Arlety Povea y la pívot Anay García, todas miembros de la preselección nacional.
En el caso de Ciego, tres de sus titulares son temibles y cargan con la experiencia que les aporta más de un lustro en la armada élite: son los casos del organizador Yasser Rodríguez, el escolta William Granda y el centro Yoan Luis Haití, estos dos últimos con la experiencia adicional que les reportaron sus respectivos contratos, en Argentina y Uruguay (Haití), y con el Tabaré de la Liga uruguaya Granda.
A simple vista nuestro clásico de los encestes, dista mucho de la calidad que exhibía en la década de los 90 del pasado siglo, aunque eso no significa que el Torneo de Ascenso, y luego la Liga cumplan con un cometido de descubrir y desarrollar el talento, brindarles la oportunidad de jugar, y luego, hasta cierto punto, concentrar la calidad con los mejores ocho elencos.
LAGUNAS Y PROYECCIÓN
Hay varias cuestiones que atentaron contra la mayor calidad del que es considerado como el segundo espectáculo deportivo en el ámbito doméstico. Pongamos la final varonil como ejemplo. Capitalinos encaró con una legión de jóvenes con grandes perspectivas de crecimiento a un Ciego de Ávila experimentado, de sangre fría, acostumbrado a soportar la presión propia de batallas decisivas, pues su quinteto abridor y varios de sus hombres de cambio tienen en su haber más de un lustro de team work juntos. De hecho, ninguno de los cinco titulares giraldillos que saborearon las mieles del triunfo en la edición precedente alinearon en la instancia decisiva ahora: el armador Yosmel Zequeira, el escolta Lisván Valdés, y los centros Orestes Torres y Jasiel Rivero se encontraban contratados en disímiles latitudes, en tanto Alen Jemmott presentó problemas personales que le impidieron jugar, ausencias que en materia de rendimiento no pretenden justificar el revés, pues la nueva hornada dio muestras de combatividad y talento.
Justamente ahí hallamos una de las falencias de nuestro certamen, urgido, al igual que otras disciplinas colectivas de atemperarse al calendario internacional, al menos el de los certámenes de FIBA Américas, sobre todo después de una primera incursión en la Liga de Campeones de nuestro continente.
En ese sentido otra cuestión importante se halla en el hecho de que si bien es cierto que nuestros jugadores contratados elevan su nivel, adquieren otras visiones y se enfrentan a situaciones tácticas y sistemas de entrenamiento y juego diversos, cuestiones todas que se revierten positivamente en su accionar posterior con la selección nacional, también lo es el hecho de que las ausencias de los mejores canasteros y canasteras del patio, lastra notablemente la calidad de nuestro clásico. Además en la presente edición la Liga se vio sometida a dos impasses durante su calendario regular.
Otro elemento cuestionable del certamen en la actualidad ha sido la desaparición del Juego de las Estrellas, las competencias de habilidades y otras exhibiciones de deportes extremos o de la modalidad 3x3 que antiguamente aderezaban las transmisiones, no exclusivamente en el coliseo de la Ciudad Deportiva o la Ramón Fonst. Con la aparición de nuevos talentos y el auge que ha cobrado internacionalmente el básquet de tríos, bien pudieran resurgir esas como estrategias para ganar adeptos, elevar la calidad del espectáculo, fundamentalmente en los intermedios de los partidos, práctica habitual en las versiones de hasta hace una década.
Otra variable a favor del espectáculo sería no poner a coincidir los play off del baloncesto con los de la Serie Nacional de Béisbol, pasión de Cuba y pasatiempo de millones. Si bien ninguno de los dos torneos atesora la calidad de otros tiempos, la pelota carga indiscutiblemente con la mayor cantidad de aficionados. Hurga entonces revisar el cronograma deportivo nacional, para evitar dicha convergencia y de alguna manera ampliarles el espectro a los aficionados.
Muchas ideas rondan el panorama del deporte ráfaga, urge la necesidad de que todos los que de una forma u otra estamos ligados a esa apasionante disciplina las pongamos en función de desarrollarla.
¿CENTROBASQUET AL ALCANCE DE UN TRIPLE?

La proximidad de los certámenes Centrobásquet en uno y otro sexo, además de la participación de nuestra escuadra femenina en el Preolímpico Mundial de Nantes, Francia (13-19 de junio) hace que prácticamente no haya habido respiro al término de la Liga Superior. Ambas preselecciones se hallan en este minuto puliendo su arsenal técnico-táctico y poniendo a punto su condición física para encarar dichos certámenes.
Las realidades varían notablemente entre las damas y sus hómologos: Las discípulas de Alberto Zabala recalan en la posición número 13 del ranking mundial gracias a 131 unidades. El grueso del conjunto lleva más de una década engranando su maquinaria y poseen opciones reales de obtener su visado a suelo carioca, especialmente si logran imponerse en su grupo a Nueva Zelanda, pues Francia es indudablemente un rival más inaccesible. El próximo mes nuestras basquetbolistas tendrán tres partidos de confrontación previos a la hora cero con sus similares de España, y luego desarrollarán otros dos frente a Brasil.
Serán en definitiva una docena de selecciones las que pugnarán en tabloncillos galos, de las cuales, cinco emergerán agraciadas. La realidad de las antillanas es bien compleja, pues salvo neozelandesas y argentinas, el resto de las invoucradas las supera en el escalafón.
Luego disputarían el Centrobásquet (26-30 de julio) donde sí se erigen como reinas indiscutibles con 16 vellocinos en 19 ediciones. La última, desarrollada en Monterrey, México 2014, las vio imponerse en la definición 58-47 a Puerto Rico.
Sus homólogos estuvieron coqueteando con el podio de premiaciones en la versión de Nayarit, igualmente en suelo azteca. Allí jugaron de tú por tú, con varias escuadras de la región, las cuales han experimentado un notable desarrollo en la última década e incluso cuentan en sus plantillas con algún que otro artillero nacionalizado. De hecho, en la discusión del bronce cedieron 75-66 frente a República Dominicana.
Panamá albergará la justa en esta ocasión entre el 19 y el 25 de junio, y allí los comandados por Daniel Scott deberán tener todos sus indicadores a tope si quieren emular su actuación precedente. A su favor, tienen la experiencia adquirida por varios hombres en torneos foráneos, y necesitarán igualmente la recuperación del centro Jasiel Rivero, pieza clave que fue intervenido quirúrgicamente producto de una lesión en el quinto metacarpiano de su pie derecho.
Para llegar allí y tomando en cuenta los promedios de la Liga Superior, la tropa de Scott debe elevar su rendimiento en rubros como los % de tiro, tanto de campo como libres, rotar mejor el esférico, ampliar las variantes de juego interior, y afinar su puntería más allá del perímetro.
Cierro con algunas estadísticas colectivas de la LSB, para que los lectores puedan establecer parámetros de comparación con medias de otros certámenes: 47 % en tiros de dos puntos, 28% más allá de los 6.75 metros, 42 % en tiros de campo, discretos 61 % en el cobro desde la línea de los suspiros, y una relación asistencias-pérdidas de balón de 2 469-3 901.
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