
Inició con el pie izquierdo: derrotas sucesivas en la primera categoría, en el Internacional Granma, los cuartos de final de Toronto con el 3-3 adverso frente al estadounidense Spencer Mango… pero hasta ahí.
Como ave Fénix resurgió a fuerza de halones y desbalances el santiaguero nacido el 6 de enero de 1992, con 1.60 metros de estatura, agigantado en la Orleans Arena de Las Vegas, sede del Mundial de Lucha y donde Borrero trocó el rojo o azul de su trusa en color oro, al transitar invicto durante seis batallas, incluidas tres por superioridad técnica, en las que sumó 45 puntos favorables y permitió 13.
Vistió las trusas de la suerte, las que no lo abandonan en cada resultado de relieve desde el 2011, las que vistió en Tashkent 2014, cuando coqueteó con el podio y se ubicó quinto del orbe con saldo de cuatro sonrisas y dos reveses.
Muy pocos conocen que la primera vez que Borrero pisó un gimnasio en el reparto Jiménez, en Santiago de Cuba, fue para inscribirse en levantamiento de pesas. Afortunadamente su tránsito por la halterofilia fue efímero y siguiendo el consejo del profesor Julio Rodríguez se metió de a lleno en los colchones.
—¿Recuerdos de aquellos inicios?
—El profesor Humberto Suárez fue mi iniciador, desde que escogí el estilo grecorromano. A él le agradezco mis primeros triunfos, a nivel municipal y provincial. Luego en la EIDE tuve por guías a Joaquín Ortiz y Alexis Camué, en tiempos en los que debuté con plata en los Juegos Escolares y al año siguiente (2005) me vestí de oro. Con 15 años me captaron para la ESPA nacional, en el Centro de entrenamiento de alto rendimiento Giraldo Córdova Cardín. Fue un choque brusco, lejos de la familia, sin embargo ellos me apoyaron, y logré adaptarme.
“También influyeron los consejos de Néstor Almanza y Juan Carlos Linares”.
—Ascenso al equipo nacional…
—No fue tan difícil. Había ganado prácticamente todas las competencias siendo juvenil. El título nacional de mayores en el 2010 y la corona en el Panamericano Juvenil de Guatemala resultaron determinantes, aunque desde septiembre del 2009 entrenaba con la preselección cubana. Por cierto, Almanza, desde mi época cadete, ha sido el entrenador que más conocimientos me ha aportado, aunque para llegar óptimo a Las Vegas también le agradezco mucho al profe Raúl Trujillo.
—Sparrings o contrarios difíciles, cuál es tu filosofía de entrenamiento.
—Todos los sparrings te aportan elementos técnico-tácticos específicos. Algunos te exigen intensidad, otros resistencia de la fuerza y buena defensa. En mi división los asiáticos son muy rápidos, los europeos más fuertes, con arsenal de movimientos efectivos. Trabajo para ser un luchador parejo tanto en el combate de pie como en cuatro puntos, mi intensidad y la presa a los dos brazos son de los principales recursos ofensivos. Siempre le he concedido gran importancia a las carreras, actualmente las combino con la soga y el trabajo técnico individual (en las mañanas), además de ejercicios para el fortalecimiento de todos los planos musculares.
—Las Vegas: un antes y un después.
—Ese Mundial de Las Vegas me cambió la vida, al desquitarme del estadounidense Mango. En Canadá una mala táctica y la ansiedad me pasaron factura. Poco a poco fui sorteando a mis adversarios hasta que después del combate de cuartos de final ante el sudcoreano Kim Seung-Hak supe que podía vencer. Ese título me cambió la mentalidad, es el premio a muchos años de entrega en cada sesión de entrenamiento, a la confianza en la victoria, al estudio de videos de mis rivales. Subir al podio olímpico en Río de Janeiro, lejos de ser un sueño, comienza a convertirse en una necesidad.
—¿Opinión sobre los contratos en clubes? ¿Qué les falta a nuestros luchadores?
—Los contratos son positivos. Luchadores que le han dado muchos triunfos a Cuba han sido solicitados para competir en clubes y eso les eleva su preparación y visión. Respecto a lo que nos falta aún, comenzaría por ganar en mentalidad ganadora, pues física y técnicamente estamos en igualdad de condiciones con la élite. A veces siento que no se exigen al máximo en las prácticas. También hay que reconocer que las condiciones para entrenar no son óptimas, especialmente ante la carencia de implementos en el gimnasio de pesas.
Borrero tiene los pies en la tierra, sabe que haberse convertido en as del orbe con solo 23 años pudiera antojarse un arma de doble filo. Sin embargo, no cede un ápice en su enfoque, tenacidad para encarar los entrenamientos, ambiciones.
Cierro con su secuencia dorada en suelo estadounidense, ruta en extremo escabrosa que inició precisamente airoso 4-2 sobre Spencer Mango. Se sucederían éxitos de 5-4 frente al alemán Deniz Menekse, 8-0 a costa del bielorruso Soslan Daurov, 8-6 sobre el sudcoreano Kim Seung-Hak.
“Este último fue el combate más difícil. Faltando muy poco, yo le ganaba por 6-4, me tiró un volteo y empató. Entonces, riposté con la misma moneda: volteo y ventaja 8-6. Casi al finalizar el tiempo del segundo periodo, realizó una acción bien extraña que ni supe qué fue… e igualó a ocho. Le hice señas a mi mentor Almanza para que protestara y pidiera la revisión del video. Por suerte, los jueces no vieron legal ese movimiento y lo invalidaron, para tranquilidad mía, pues si se hubiera empatado el combate, él ganaba por marcar los últimos puntos, sentenció el indómito.
Después de ese ‘hueso’ Borrero le recetó rutilantes 9-1 al kazajo Almat Kebispayev en semifinales. Le tocaría vestirse de gloria y no creer en la condición de doble subcampeón olímpico (Beijing 2008 y Londres 2012) y cuatro veces medallista universal del azerí Rovshan Bayramov. Una tromba de desbalances y pases atrás coronaron superioridad técnica de 8-0 en tan solo 32 segundos.
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Javier dijo:
1
11 de diciembre de 2015
19:42:23
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