
Sentado, mirando los toros desde la barrera, sumamente inquieto en sus indicaciones desde los límites del colchón. Esa es la nueva imagen del titular olímpico de la lucha libre en Atenas 2004, Yandro Quintana, nacido en Chambas, Ciego de Ávila, el 30 de noviembre de 1980, y no en Camagüey como algunos piensan, donde comenzó a tejer su historia de gladiador.
El gen del deportista siempre lo tuvo, pues antes de decidirse por los tackles y desbalances había incursionado de manera efímera en el ajedrez y el tenis de mesa. Pero un vecino de su tía le inoculó el bichito de la lucha y en septiembre de 1988 inició esa relación inquebrantable, bajo la égida del preparador Heriberto Platt.
Hoy Yandro asume otro rol. Esa explosividad endemoniada, que conjugaba con una potente presa a la cabeza y los brazos de cualquier oponente, intenta inculcárselos a la cantera de libristas agramontinos.
—¿Es más difícil ser entrenador que combatir?
—Mucho más difícil. Comencé hace dos años en el municipio de Florida, una tierra fértil en materia de lucha, y el trabajo allí fue intenso, llevaba todas las categorías. Cada niño o niña tiene sus especificidades y todo por aprender en esa etapa. Desde septiembre pasé a entrenar acá en la provincia con los juveniles y los mayores.
—¿Qué recursos ofensivos esenciales debe poseer un luchador?
—En las divisiones pequeñas la explosividad es fundamental. Se convierte en un arma para materializar entradas a tackle efectivas. La mía era natural, luego pasaba al agarre de cabeza y brazos, una llave que considero crucial. En los pesos mayores priman la resistencia de la fuerza y la fidelidad táctica, no suelen tirarse muchos movimientos técnicos en esa categoría y cualquier error bien aprovechado en muchas ocasiones determina.
—Tutoras en la esquina a tu hermano Davián, ¿qué lo caracteriza?
—Davián tiene una capacidad de trabajo enorme, depende de su resistencia. Es de esos luchadores que puede mantener la intensidad de combate durante los seis minutos. Solo tiene que convencerse de su potencial y ser más agresivo.
—¿Los mayores rivales que has enfrentado?
—En el colchón el ruso Alan Dudayev. Me derrotó las dos veces que nos enfrentamos, en la final del Mundial del 2005 en Budapest y al año siguiente en el match de la Copa del Mundo de Sari, Irán. Fuera de la “arena” el peso corporal constituyó mi enemigo más fuerte, siempre preferí trabajar en el colchón, pero con el paso de los años el cuerpo no asimilaba igual y necesitaba correr además de cumplir hasta tres sesiones diarias de entrenamiento. Estuve peleando en 60 kg desde 1996 cuando triunfé en la cita universal juvenil de Moscú hasta el 2008 en Beijing.
—A propósito de Juegos Olímpicos, ¿fue el oro de Atenas 2004 tu momento de mayor gloria?
—El de mayor gloria sí, no así el de mejor forma deportiva. A Beijing 2008 llegué luego de ser seleccionado el más destacado en el preolímpico clasificatorio universal. Ya en la sede me lesioné el hombro entrenando con Iván Fundora (74). Me infiltraron diariamente pero no pude superarlo y finalicé octavo, con una victoria y dos derrotas, en octavos de final ante el ruso y a la postre monarca Mavlet, y en la repesca frente al azerí Zelimkhan Huseynov. Esa lesión prácticamente acabó con mi carrera deportiva.
—Menciona a un compañero de equipo y aquellos entrenadores que te aportaron los mejores conocimientos.
—Compañero de equipo, el capitalino Serguey Rondón (74 kg). Entrenadores varios, Jorge Luis Tejera en la EIDE de Camagüey, Filiberto Delgado y Arturo Yánez desde la ESPA hasta el equipo nacional. Tenían una metodología espectacular, muy minuciosos con el trabajo en una época en la cual la diferencia entre las primeras figuras y sus sucesores era más notable. No puedo dejar de mencionar a Manuel Rubio. En la parte psicológica fue mi mayor apoyo, sobre todo cuando quise apartarme de la lucha por desmotivación antes de Atenas.
—Impresiones sobre el estilo libre en la actualidad.
—Desde la base se están haciendo esfuerzos sólidos. Allí comienza la formación de los futuros campeones. Ahora al eliminarse la ESPA Nacional se produce un ligero bache en la transición de los juveniles a los mayores, debe profundizarse el seguimiento de estos en las provincias. Se ha crecido en los resultados, pero para mantener el nivel y dar el salto de calidad hay que chocar con los grandes.
Yandro mide menos de 1.60 metros, les aseguro que en la esquina del colchón, repartiendo instrucciones, hoy día la silla le resulta minúscula a quien emuló a la leyenda Alexander Karelin como el deportista más novel en agenciarse el cetro en Mundiales juveniles.
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Ricardo Ramirez dijo:
1
22 de enero de 2015
22:15:49
Diosdada Sagarra Díaz dijo:
2
23 de enero de 2015
09:15:06
YoeAR dijo:
3
23 de enero de 2015
14:03:21
isniel y arcilio dijo:
4
25 de enero de 2015
11:04:22
industriales dijo:
5
26 de enero de 2015
05:13:49
Fernando Villaescusa dijo:
6
13 de marzo de 2017
02:04:52
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